Poemas ripiosos eróticos-irónicos-festivos (XXXVI)

EN LA PLAYA LO ENCONTRÓ. (Tercera parte)
Para alguien que está muy buena.

Por el Vizconde de la Pitusa y la Vizcondesa de la Pepitilla.

Un año o poco más estuvo con el ventero disfrutando de la tranca que tenía el puñetero. Para meterse en la cama las luces las apagaba para no verle la cara pues de verla, no follaba. Porque el ventero era horrible, el más feo de la comarca, pero era un garañón con una polla de marca. Cada vez que la follaba varias veces se corría porque el feo del ventero sabía muy bien lo que hacía. Era un experto en la cama follando en cualquier postura y cuando entraba en la alcoba ya iba con la pija dura. La madre de la muchacha estaba de muy buen ver y por ser joven y viuda también deseaba placer. Cuando escuchaba a su hija jadear como una loca los pelos se le erizaban y se le torcía la boca. Cómo disfruta mi hija, aunque folla con un feo que para mí lo quisiera pues me evitaría el pajeo. Porque llevaba diez años pajeándose a diario y el clítoris parecía la lengua de un dromedario. No tenía más remedio que acariciarse la raja, soñando con una verga y hacerse una hermosa paja. Y un día le pidió a su hija que le prestara el ventero pues tenía más sofocos que garbanzos un puchero. Que aunque el tío fuera muy feo no le importaba un comino pues lo que le interesaba era calmar su chumino. Desde aquel día el ventero se quitó los pantalones los día pares con la hija y con la madre los nones. Pero un día se presentó el "pipi" ya licenciado y antes de un cuarto de hora ya se lo había colocado.

A la diez de la mañana se fueron al dormitorio y a las siete de la tarde hicieron el lavatorio. Nueve horas en la cama follando como un león, como un tigre de Bengala o un caballo Percherón. Y en el otro dormitorio la madre con el ventero echando quiquis a manta, con el pijo al retortero. No había una casa en el pueblo donde se follara tanto, la hija con el guaperas, la madre con el espanto. El gruñido de los hombres y el jadear de la donas se escuchó por las vecinas que les dijeron putonas. Pero se hicieron las longuis ya que las habladurías eran porque madre e hija follaban todos los días. Y como la envidia es mala se denunció en la Alcaldía que en casa de la viuda se chillaba y se gruñía. Y una vez la delación la tuvo el señor Alcalde les dijo a las dos mujeres que él las follaría de balde. Pero la madre y la hija les dijeron al edil que ya tenían en su casa quien regaba el perejil. No prosperó la denuncia ni el Alcalde las folló porque en una democracia vale igual el tú que el yo. Pues si tú quieres follarme pero a mí no me apetece, hazlo con tu prima hermana que a lo mejor lo agradece. Y la vencidad envidiosa porque la madre y la hija estaban como las diosas, cada una con su pija. Y todas las santurronas las trataban de marranas porque follaban las dos por las tarde y mañanas, escuchándose el ardor porque follaban con ganas. Y así pasaron los años dándole al cuerpo alegrías. La hija con el soldado follaba de noche y día y la madre a su ventero poco a poco lo exprimía.

Noctambulario. enero 2010. Will Santillo.

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