¿Eso es igualdad?

Hay hechos, que te dejan anonadado, abrumado, desconcertado, hasta incluso apesadumbrado… vamos, en una palabra, “cabreado”.

Es cierto que el varón y la hembra han de poseer o tener los mismos derechos y deberes. Aún contribuyendo más en la descendencia la mujer (aportan la misma cantidad genética - sin considerar cuando el varón aporta el cromosoma Y – pero la mujer además “carga” con la gestación) se le da prioridad al acuerdo de los cónyuges de fijar el orden de los apellidos (algo que ya esta recogido en la legislación vigente), bien, lo primero la libertad dentro de un orden; el consenso matrimonial determina.

Ahora se quieren legislar algunos detalles, uno nimio y otro importante.

El primero: que los progenitores hagan saber en el Registro su determinación del orden de apellidos, para que no prime el del varón si hubiera silencio. ¿Y esto es tan importante? pues cuando haya voluntad de que de oficio fuese primero el paterno, ¿para que tener que decirlo si resulta que existe la potestad por acuerdo de que vaya primero el apellido materno o que les da lo mismo uno que otro? ¿o es que, son idiotas y no se dan cuenta que tienen el derecho en sus personas para poder cambiar?. Aunque la tradición se pueda alterar e incluso eliminar, la costumbre también es fuente de Derecho, generadora de las leyes; aunque con menos prelación, no queda mal dejar un resquicio a la tradición en el supuesto que a los cónyuges les dé lo mismo.

El segundo: que si no se ponen de acuerdo padre y madre, no prevalezca el apellido paterno, lo cual es un gran paso en pos de la Igualdad. Eso hay que reconocerlo. Pero…

El gran pero es la solución que se le daría al poner de manifiesto el desacuerdo en el orden de los apellidos, ante el Registro. Ahí es donde se comete una injusticia al darle preferencia a un apellido por tener simplemente una colocación en un alfabeto artificial (lo mismo pasaría si se hubiera ordenado de atrás hacia delante o en cualquier otro orden). A este efecto ¿por qué va tener más valor o mérito para apellidarse: Animal que Zagal, o Barcelona que Madrid, o Ladrón que Policía, o Rajoy que Rodríguez, o Melón que Sandía, o Antefaz que Anteojo...? ¿Por qué no, considerando el alfabeto al revés? o ¿primero el más bonito? (¡no!, eso es subjetivo) o primacía para el más corto (que es objetivo).

¿Es que no nacemos todos (y todas, ¡cuidado!) iguales ante la ley?. Artículo 14 de la Constitución: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. ¿No se vulneraría ese artículo?, pues cita: por razón de nacimiento o cualquiera otra condición o circunstancia personal. Por cierto ¿no habría que completar ese artículo añadiendo seguido a Los españoles: y las españolas?

Y es que lo dicen en los medios de comunicación como que están cargados de razón haciendo de una desigualdad una igualdad o de que tendrá poca incidencia (esto no invalida en absoluto el que sea injusto).

A largísimo plazo la frecuencia relativa de los apellidos se incrementará más conforme se acerquen más a la cabecera del diccionario. Cada vez habría más Aznar y menos Zapatero; y eso no es justo ni deseable. No es argumento válido el que se darán muy pocos casos; aunque no es comparable (solo para entenderlo), es como si fueran permisibles las violaciones a varones, por que fuesen escasísimas.

Es que el cónyuje que su apellido este colocado más hacia la A, sabe que por las buenas o por las malas es el que se le va a poner, si así lo quiere, ¿no contraviene al principio de Igualdad?. Hay otras formas o fórmulas que no dando preponderancia de entrada a ninguno, cualquiera de ellas que no sea establecida de antemano, sin comerlo ni beberlo, es incomparablemente (por que no se puede comparar lo injusto con lo justo) mejor. Por ejemplo, en última opción, cuando no hay causas determinantes, recurriendo a la aséptica y neutral designación del azar (sin ventajas, justo); a nones o pares, a los “chinos”, a cara o cruz, antes a cualquier procedimiento con el 50 % de probabilidad para cada uno, que al artificial alfabeto en el que injustamente el ganador lleva ya las de ganar con el 100 % de antemano y el perdedor ya está discriminado desde el nacimiento, sin comerlo ni beberlo.

Imaginemos cuantas circunstancias podrían darse. Por ejemplo: él apellidarse Maltratador y ella Sumisa, esta maltratada física o psíquicamente sin que llegue a ponerse en evidencia o que sea pasota en la crianza del bebé; pues este, si él quiere se llamará encima Maltratador.

¿Y si no se ponen de acuerdo en el nombre? Es otra cuestión muy diferente, al no transmitirse. Aquí se abren las posibilidades: que el registrador le ponga por nombre Ninguno o Carece o Sinnombre, que le ponga el santo del día con el riesgo correspondiente…, el que más le guste, el primero que se le ocurra, el de su suegra, etc. Pero por lo menos no se le pone el primero por orden alfabético que venga en el diccionario, supongamos Aarón.

Malhumorado (aún con A) pero cordial

Antefaz