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Bañista (George Apperley óleo 1950) |
Por José Maria Redondo Tortosa.
!!San Leandro y San Ramón, Patronos del cochifrito!! Con kilo y medio de carne de un lechal o de cabrito y ajos, hago un refrito que al comerlo, despacito, se os empina hasta el pito. Pero debéis de regarlo con vino blanco manchego para que el señor Jaimito nos cante coplas de ciego.
!!Virgen de las medias rotas, Abogada del percance!! Me voy a poner las botas porque me ha llegado el trance, y aunque me encuentro en pelotas voy a escribir un romance y hasta algunas chirigotas. A Blas, por ser mi paisano, lo abrazo como a un hermano, y su Laruaa no lo es, pues qué le vamos a hacer. Como son buenos foreros, educados y sinceros, yo les brindo este escrito aunque ellos hagan pucheros.
Bueno, ya está bien, voy a dejar los ripios y comenzaré con la prosa. Cuando la imaginaciçón se adormece -y me suele suceder con cierta frecuencia porque los años van minando las capacidades, que antes afloraban como por ensalmo y que ahora te das cuenta de lo esenciales que son para seguir contando historietas y seguir ejerciendo lo que es mi pasión- no queda más remedio que esperar a que se presente de nuevo la inspiración y, mientras tanto, si es que quieres seguir escribiendo, tienes que echar mano de ciertos recursos para no estar cruzado de brazos.
Y como me encuentro en uno de esos momentos de sequía imaginativa porque mi numen está más arrugado que la cara del Tío Bastián (se llamaba Sebastián, era de mi pueblo y tenía arrugas hasta en las cejas), pues no me queda otra solución que estrujarme las entendederas si es que quiero seguir entreteniéndoles. Decía Voltaire que todo lo que se escribe es bueno, salvo aquello que aburre. Pues intenbtaré no aburrirles.
Temas desde luego que los hay y que pueden dar para mucho. Miren ustedes al amigo Cyrano, que desde que se asomó a estas páginas no para de deleitarnos con sus escritos y semblanzas.
No conozco personalmente al señor Cyrano de Bergerac; no sé si es joven o adulto, si es rubio, moreno o canoso, si es alto o es bajo (de estatura), si tiene pelo o es calvo, si es gordo o flaco, si trabaja o es mileurista, si es casado, soltero, viudo, divorciado, separado o arrejuntado, y si de aquí o ha venido andando.
Pero me voy a per mitir darle un consejo, pues supongo que soy bastante mayor que él, y es que no ceje de divertirnos y enriquecernos con sus diálogos con Manolo, el escayolista, que son muy necesarios en este pueblo donde la cultura está bajo mínimos y, claro, es necesario decir que gracias a El Cafelito y a DME podemos seguir contándoles a ustedes lo que de nuestro caletre aflora.
Pero dejemos que Cyrano haga lo que le venga en gana y sigamos. En un pueblo donde residí los primeros años de mi vida había varios personajes singulares, cada uno por un motivo bien distinto. A uno de ellos lo llamaban el Tío Pochico, de apodo "el Jabonero", sobrenombre heredado de su abuela materna, que se dedicó toda su vida a hacer jabón. Su nombre de pila era Alfonso y en aquel pueblo andaluz los de este nombre son llamados Pocho y como él había alcanzado la categoría de anciano pasó a ser Pochico.
Era mi pareja habitual en las partidas de dominó, truque y mus y jugaba muy bien. Jamás le escuché una blasfemia, un improperio o una frase malsonante, tan corrientes entre las gentes del lugar. Tampoco le vi reír jamás y no paraba de hablar y decir frases jocosas, la mayoría de su propia cosecha. Los que lo escuchábamos reíamos a mandíbula vatiente pero él siempre serio y circunspecto. Debo añadir que la mesa en la que estaba el Tío Pochico era la que más encimarios había. (Esta palabreja la escuché por primera vez en mi vida en Almansa)
De entre las muchas frases que recuerdo haberle escuchado voy a relacionar algunas, que como ustedes podrán observar varias de ellas son refranes con palabras o frases cambiadas.
Tráete el hacha, Periquito, que lo voy a escamochar.
No por mucho atempranar, amanece más madruga.
El que a buen árbol se arrima, pierde el pan y pierde el perro.
El que echa pan a perro ajeno, dos veces se moja.
Camarón que se duerme, gabardina que me llevo.
No corras porque es peor, que ningún perro lamiendo engorda.
Dos del bollo y del bollo dos, cuatro; cuatro por dos, ocho y dos del bollo diez.
Picha pocha no da dicha, la dicha llega si no está pocha la picha.
Mira como relampapijea, dijo uno cuando vio un relámago.
Cuando el cura dice Misa el sacristán ve a Felisa.
Si Felisa no va a Misa es que el sacristán la pisa.
Si el sacristán se aparea, la beata ya ni mea.
Si el cura se la acaricia es que piensa en la novicia.
Los cuernos salen de balde, le dijo uno a su Alcalde.
Los cuernos salen arriba pero los pone el de abajo.
Si te gusta tu vecina, echa pienso a la gorrina.
La gorrina es tu vecina pues se pone siempre encima.
Con cáscara y moyuelo engorda al cerdo el abuelo.
Cuando llega la matanza al cerdo le abren la panza.
Si te la pongo en el hombro serás la sota de bastos.
Me gustaría recordar la enorme cantidad de frases que nos recitaba, pero no las tengo en mi caletre, y si que lo siento. El Tío Pochico murió hace años y siempre lo recordaré por el beneficio que nos reportaba su sentido del humor, su ironía y su amistad. Algo de esto es lo que yo quiero transmitir a ustedes, pero no sé si lo voy a conseguir.
Y que descanse en paz el Tío Pochico.