Gitana desnuda (George Owen Wynne Apperley acuarela 1917) |
Amaneció una de esas mañanas feas, grises, con viento y algo de lluvia, propicias para no salir de casa pero el Tío Frasquito jamás se permitió no ir a recoger a su nieto a la guardería, aunque cayeran rayos de punta, como solía decir.
Pensó en su amigo Eva y decidió llamarlo; cogió el móvil y marcó el número de la tienda, al momento la voz de su amigo se escuchó al otro lado preguntando:
EL EVA: ¿Dígame, quien es?
EL TIO FRASQUITO: Quien puñetas va a se, so pasmao, es que no sabes que a estas horas no pue ser otro que er tío má entero de España.
EL EVA: Ja, ja, ja. Tío Frasquito, que alegría escucharle. Qué pasa, como está mi buen amigo.
EL TIO FRASQUITO: Que como estoy, pues má quemao que er pico de una plancha; parese ser que to er mundo se pone de acuerdo pa quemarme la sangre. Entre lo de aquí y lo de afuera me tienen hasta los guevos; me están dando ganas de irme ar Polo Sur en traje de baño y arrejuntarme con los pinguinos, pero como resurta que esta aves son llamada pájaros bobos pues pa bobos ya tenemos bastante con los que tenemos por aquí, que arguno a má de bobo es feo de cojone.
EL EVA: Ya sé por quien lo dice y desde luego que es bobo, feo, falso, hipócrita y todo lo que lo queramos llamar. Pero ¿Dónde está usted? ¿Por qué no viene a la tienda y hablamos, que le tengo que decir algunas cositas que le van a entretener?
EL TIO FRASQUITO: En estos momento sargo de casa, dentro de sinco minuto te espero en er bar que hay junto a Mercadona, que dentro se pue fumar y nos tomamo un cafelito.
EL EVA: Allí estaré; hasta ahora mismo amigo Frasquito.
Cuando el señor Eva llegó al bar el Tío Frasquito encendía un cigarrillo y aspiraba el humo con delectación. Le gustaba fumar y, a pesar de que su amigo Eva no fumaba, no le molestaba el humo pero si que le aconsejaba que dejase de fumar.
EL EVA: Nada, que no puede ser, que el canuto siempre en los labios y tragándose todo el humo. Tiene que tener los pulmones como la chimenea de un cortijo viejo.
EL TIO FRASQUITO: Amigo Eva, qué quieres que haga, a mi edad ya me da lo mesmo fumá que no fumá. Si pudiera poné los sigarrillo que m´he fumao uno detrá der otro le podría dar varia vuerta ar grobo terráqueo. Yo me quitaré der tabaco cuando me pongan er traje de maera.
EL EVA: Bueno, a otra cosa, vio usted el programa de la tele local el otro día, en el que estaba el Tonto del haba.
EL TIO FRASQUITO: Suelo ve los programa de nuestra televisió porque me gustan pero en cuanto veo a ese tipejo, cambio de canal, no lo pueo aguantá, se me atraganta na má que verlo.
EL EVA: Hay que tener la cara dura para atreverse a decir "Mi buen amigo Antonio López", para referirse a nuestro actual Alcalde. Como puede decir este sujeto eso de una persona a la que abofeteó de la manera más canallesca publicando en su periódico digital una carta difamatoria sobre Antonio, una misiva que fue enviada a todos los medios de comunicación, tanto visuales, como orales y escritos, y que se buzoneó todo el pueblo durante la campaña electoral, y que nadie quiso publicar por honradez pero que él si lo hizo y además sabiendo que los hechos que se citaban en la carta ya habían sido juzgados y estaban sobreseídos.
EL TIO FRASQUITO: Este fulano, como no tie vergüensa ni la ha tenio jamá, es capaz de to lo peor, le da lo mesmo haser lo que tú acaba de desir que salir en la tele injuriando a la Consejala de IU. Y aunque salieran en defensa de esta bella Consejala alguna persona de bien, ni pidió perdón ni se discurpó.
En otra ocasión te contaré lo que este sujeto estuvo hasiendo con nuestro amigo Pepe Reondo en er foro de Juan Ramón. Las canallada más espantosas se pueden leer entoavía en DME.
EL EVA: Pero va a tener que ser otro día, mi querido amigo, porque me tengo que marchar que el negocio es el negocio y mi mujer está repartiendo por el pueblo y la tienda cerrada. A quien le toca hoy pagar los cafés.
EL TIO FRASQUITO: A quien le va a tocá, pue ar que ha llegao el úrtimo, no te joes. Venga, no seas tan agarrao y suerta la gallina.
El señor Eva miró a su amigo, le pasó la mano por el poco pelo que le quedaba en la cabeza y se sonrió. Pagó los dos euros de la consumición y se alejó satisfecho de la conversación. Siempre se sentía feliz hablando con el Tío Frasquito.