En mayo de 1979 se celebra el 28º Congreso del PSOE, la mayor crisis vivida en el seno del partido socialista obreo español hasta el momento.
De un lado la tesis del ala oficialista, defendida por su secretario general Felipe González, que postulaba la necesidad imprescindible de articular un proyecto socialista autónomo y que no tuviera vinculaciones orgánicas con otras fuerzas de la izquierda.
Del otro lado la tesis, liderada por Luis Gómez Llorente, que reivindicaba el modelo de partido socialista con un socialismo autogestionario, que propiciase un bloque social de progreso con otras fuerzas de izquierda y que definiera una política exterior neutralista para España.
Mientras que para Felipe Gonzales y sus barones la moderación ideológica se consideraba un requisito imprescindible para tener posibilidades de acceder al poder político, la corriente crítica o radical, como la prensa bautizó, alertaba de los peligros de la institucionalización, del electoralismo y del personalismo.
Felipe González había tomado su decisión: si el Partido Socialista quería seguir definiéndose como marxista, él no tiraría de ese carro. Había sentenciado el congreso y formalizada su dimisión.
Izquierda Socialista, y destacadamente Pablo Castellano (que rechazaba la socialdemocratización del partido y el culto a la personalidad del secretario general), intentó que el PSOE de Gonzalez no se conformara como una organización compacta al servicio del líder; pero en el Congreso extraordinario de septiembre de 1979, tras una transformación de los estatutos que primaba a las opciones mayoritarias y cercenaban a las minorías, consolidó las tesis de los felipistas, relegando a Izquierda Socialista como corriente democrática.
Se estaba abdicando de las señas de identidad propias de la izquierda para acercarse a las preferencias de los segmentos electorales; se centraba la acción política en el campo institucional, abandonando la movilización social y se concentraba todas las acciones del partido en la exaltación de un único líder que asumiera la imagen y la referencia del partido.
Pablo Castellano, en su ensayo 'Sobre el partido obrero', reivindica un partido federal y democrático y dice:
«Está claro que Felipe tiene una concepción de partido realmente centralizado y lideralizado, frente a nuestra concepción de un partido cada día más democrático y federal, y de un partido socialdemócrata e interclasista frente a nuestra concepción de partido de clase».
«Ha quedado clarificada la ideología en cuanto a socialdemócratas y socialistas, y el proceso de clarificación orgánica también se ve: un partido centralizado y con predominio absoluto de la burocracia y la jerarquía frente a un partido de base con una enorme autonomía de las agrupaciones locales y regionales, y un enorme margen de actuación política sin interferencias del poder central».
Pablo Castellano tuvo que combinar la difícil tarea de ser portavoz de Izquierda Socialista, y con ello el socialismo de izquierdas, y someterse a la disciplina de voto del grupo parlamentario socialista; disciplina que frecuentemente se veía obligado a romper por motivos de conciencia, lo que le supuso no pocas reprobaciones.
Esta actitud, junto a su activa participación en la campaña por el No a la OTAN en el referéndum del 12 de marzo y en defensa de la desaparición de las bases norteamericanas en España, hizo que la relación con la dirección del partido fuera cada vez más tensa hasta que finalmente fue expulsado, a finales de 1987, cuando denunció un caso de probable corrupción de un dirigente socialista.
Tras la salida de Pablo Castellano del partido, Izquierda Socialista siguió defendiendo la idea de izquierda plural (unidad de acción con Izquierda Unida) y, dentro del partido, por el giro de este y su política a la izquierda sin conseguirlo.
Para Pablo Castellano la democracia debe ser directa y participativa
«Socializar la política es hoy el más atrayente proyecto frente a la privatización que los profesionales del puesto público de los muy diferentes y coincidentes aparatos quieren ir consagrando y llamándolo sarcásticamente una democracia representativa».
Tras su salida del PSOE, Pablo Castellano ha militado en IU y actualmente, jubilado como letrado, sigue escribiendo y es comentarista independiente en diversos medios.
El nombre de Pablo Castellano apareció en la transcripción (realizada en 1.995) de una de las varias grabaciones ilegales que realizo el CESID, espiando a distintas personalidades de la sociedad española.