Por Evaristo Pitaluga i Poveda.
Cada día compruebo con estupor y decepción como mis conciudadanos se desentienden de los problemas que como colectividad les atañen. Lo que quieren realmente es vivir el día a día teniendo que preocuparse de de resolver solo los problemas más directos, los personales y como mucho los familiares. Si hay un cabeza de familia, que sea él el que se preocupe; si hay un jefe de escalera, yo pago mi parte y que sean de él los problemas de la Comunidad de vecinos (míos solo cuando me toque el turno). En el trabajo yo pago una cuota sindical para que alguien de la cara por mí ante los jefes, para negociar mi sueldo y mis condiciones laborales.
De los temas municipales ni hablar, pago mis impuestos para que los responsables del Consistorio se encarguen de solventarlos, y de las cuestiones nacionales pues quien gobierne que se preocupe de que yo pueda vivir lo más dignamente o, al menos, sobrevivir; ese es nuestro encargo.
Parece como que no son nuestros los problemas, o no nos preocupan, pero lo malo es que sí somos conocedores y conscientes de ellos; creemos que pagando los impuestos podemos desentendernos y por ello exigimos que nos los solucionen de manera satisfactoria. Incluso creemos que la mejor o la peor manera de resolverlos dependerá de lo que paguemos. Si pagas más impuestos crees que tienes más derechos que quien paga menos, al igual que si un Sindicato te ofrece un mejor asesor laboralista te pide que pagues una mayor cuota. Todo lo valoramos en forma de contrapartida económica y con ello hemos mentalizado toda la actividad humana.
¿Pero cuándo nos vamos a dar cuenta de que no todo se puede solucionar con dinero, que no todo tiene una contrapartida monetaria? ¿Es que somos incapaces de darnos cuenta de que si seguimos así no vamos a poder seguir siendo seres humanos y vamos a ser exclusivamente unidades de producción y de consumo?
Debemos comenzar a pensar que la sociedad en la que vivimos debe ser un conjunto de sensibilidades, de afectos y compromisos, de colaboraciones y apoyos. Tenemos que comprometernos y aunar esfuerzos, aportar soluciones individuales a la colectividad y luchar solidariamente. Hay que solidarizarse de verdad no de boquilla, no pagando a una ONG y ya está; hay que tener empatía y ponerse en el lugar del otro para entender el porqué de su manera de hacer y de pensar.
Tampoco debemos exigir una contraprestación por los impuestos que pagamos, hay que fiscalizar que ese dinero que aportamos a las arcas públicas, de cualquiera de las Administraciones, se invierta con total y absoluta transparencia en lo social, lo humanitario y en todo lo necesario para que todos, absolutamente todos, podamos utilizar unos servicios que, si tuviéramos que costearlos nosotros, no podríamos disfrutarlos. A la vez debemos colaborar y ayudar aportando ideas y maneras de hacer las cosas bien. Estimo que deberíamos participar mucho más en todos los estamentos de la sociedad.
Integrarse quiere decir ayudar a resolver los problemas. Es en la propia familia donde disfrutaremos más de los logros obtenidos y, a la vez, nos será menos incómodas las restricciones, si las hubiere, porque conocemos el por qué y para qué. Si colaboramos en la Comunidad de vecinos podremos sentirnos más cómodos cuando las instalaciones funcionan bien y a la vez, haciéndolas nuestras, las utilizaremos de forma correcta.
Debemos acudir a las asambleas de nuestra Comunidad de vecinos porque son soberanas para decidir por todos y así participarás de primera mano de la información y dando tu opinión; y si no puedes ir, delega en un vecino de tu confianza que tenga tus mismas opiniones e inquietudes, que siempre los hay.
Cada día compruebo con estupor y decepción como mis conciudadanos se desentienden de los problemas que como colectividad les atañen. Lo que quieren realmente es vivir el día a día teniendo que preocuparse de de resolver solo los problemas más directos, los personales y como mucho los familiares. Si hay un cabeza de familia, que sea él el que se preocupe; si hay un jefe de escalera, yo pago mi parte y que sean de él los problemas de la Comunidad de vecinos (míos solo cuando me toque el turno). En el trabajo yo pago una cuota sindical para que alguien de la cara por mí ante los jefes, para negociar mi sueldo y mis condiciones laborales.
De los temas municipales ni hablar, pago mis impuestos para que los responsables del Consistorio se encarguen de solventarlos, y de las cuestiones nacionales pues quien gobierne que se preocupe de que yo pueda vivir lo más dignamente o, al menos, sobrevivir; ese es nuestro encargo.
Parece como que no son nuestros los problemas, o no nos preocupan, pero lo malo es que sí somos conocedores y conscientes de ellos; creemos que pagando los impuestos podemos desentendernos y por ello exigimos que nos los solucionen de manera satisfactoria. Incluso creemos que la mejor o la peor manera de resolverlos dependerá de lo que paguemos. Si pagas más impuestos crees que tienes más derechos que quien paga menos, al igual que si un Sindicato te ofrece un mejor asesor laboralista te pide que pagues una mayor cuota. Todo lo valoramos en forma de contrapartida económica y con ello hemos mentalizado toda la actividad humana.
¿Pero cuándo nos vamos a dar cuenta de que no todo se puede solucionar con dinero, que no todo tiene una contrapartida monetaria? ¿Es que somos incapaces de darnos cuenta de que si seguimos así no vamos a poder seguir siendo seres humanos y vamos a ser exclusivamente unidades de producción y de consumo?
Debemos comenzar a pensar que la sociedad en la que vivimos debe ser un conjunto de sensibilidades, de afectos y compromisos, de colaboraciones y apoyos. Tenemos que comprometernos y aunar esfuerzos, aportar soluciones individuales a la colectividad y luchar solidariamente. Hay que solidarizarse de verdad no de boquilla, no pagando a una ONG y ya está; hay que tener empatía y ponerse en el lugar del otro para entender el porqué de su manera de hacer y de pensar.
Tampoco debemos exigir una contraprestación por los impuestos que pagamos, hay que fiscalizar que ese dinero que aportamos a las arcas públicas, de cualquiera de las Administraciones, se invierta con total y absoluta transparencia en lo social, lo humanitario y en todo lo necesario para que todos, absolutamente todos, podamos utilizar unos servicios que, si tuviéramos que costearlos nosotros, no podríamos disfrutarlos. A la vez debemos colaborar y ayudar aportando ideas y maneras de hacer las cosas bien. Estimo que deberíamos participar mucho más en todos los estamentos de la sociedad.
Integrarse quiere decir ayudar a resolver los problemas. Es en la propia familia donde disfrutaremos más de los logros obtenidos y, a la vez, nos será menos incómodas las restricciones, si las hubiere, porque conocemos el por qué y para qué. Si colaboramos en la Comunidad de vecinos podremos sentirnos más cómodos cuando las instalaciones funcionan bien y a la vez, haciéndolas nuestras, las utilizaremos de forma correcta.
Debemos acudir a las asambleas de nuestra Comunidad de vecinos porque son soberanas para decidir por todos y así participarás de primera mano de la información y dando tu opinión; y si no puedes ir, delega en un vecino de tu confianza que tenga tus mismas opiniones e inquietudes, que siempre los hay.