!!San Bobo pijote duro, Patrón del tonto maduro!! !!Santa Madre del baboso, Santa del hijo vicioso!! !!Santo Padre garañón, Patrón que no la metió!!
He puesto estos patronazgos para una casta merecedora de que se cuente lo que solía acontecer en algunas casas acomodadas en los tiempos del gallego. Y ahora que he mencionado a este personaje me viene a la memoria un parte meteorológico que divulgó la Revista La Codorniz, que dirigía el llorado Álvaro de la Iglesia, y era éste: "Un fresco general procedente de Galicia domina gran parte de la Península Ibérica". Ni que decir tiene que la Revista fue secuestrada y cerrada por algún tiempo.
A mí, y lo digo con total sinceridad, no es que me pese, ni que me alegre, que Franco ganara aquella asquerosa guerra pues de haberla perdido hubieran ganado los otros, y no sé que hubiera sido mejor. Por lo menos Franco toreó al marrajo de Hitler e impidió la invasión alemana de nuestra Península para tomar Gibraltar y así dominar el Estrecho. ¿Lo hubieran podido impedir los comunistas, socialistas y republicanos? Pues mucho me temo que no y la bota alemana nos hubiera pisoteado, dejando más hambre y miseria sobre la ya padecíamos, y tal vez más muertos.
¿Los gerifaltes políticos que se exiliaron cuando vieron que tenían la guerra perdida, de haberla ganado se hubieran podido enfrentar a las potentes Divisiones alemanas? Por supuesto que no, y desgraciado el que no doblara la cerviz ante las S.S. que, sobre todo a los comunistas, les tenían el mismo aprecio que a los judios. Sin embargo, como perdieron, aquellos que alcanzaron la longevidad pudieron volver con la Democracia y disfrutar de una paz y bienestar que ellos no habían traído.
Esa paz y el buen nivel de vida que se encontraron lo habíamos conseguido nosotros, los infantes nacidos en los años 30 y 40, los que las pasamos más canutas que nadie, que no pudimos empuñar un fusil por la edad ni comernos un potaje de lentejas sin bicho porque esas se las comían los señoritos gandules y viciosos. A los de mi generación nos tocó bailar con la más fea y ésta estaba en los dos bandos, así que, pasara lo que pasara, nos iba a besar en los morros el adefesio.
Pero mira por donde se me ha ido el santo al barrio chino, y no para salvar almas pecadoras, que ese trabajo ya no está considerado pecaminoso, sino para decirme que me centre en lo que quería decir, que está relacionado con la braga y la bragueta.
¿Cuántas historietas y cuántos quebraderos de cabeza trajeron en mi pueblo el asunto de la braga y de la bragueta? Y como muestra un botón: En un hogar de gente acomodada, o sea, de señoritos, convivía con sus progenitores un muchachote que padecía una ligera deficiencia mental. No era tonto del todo pero casi. He de añadir que su discapacidad no le afectaba a los bajos, o sea, a la bragueta ya que solamente pensaba en la braga a todas horas. A todos los tontos les da por lo mismo, se decía.
Como estaba descansado y bien alimentado todas sus energías las empleaba en perseguir a las criadas y en cuanto tenía ocasión les echaba mano al culo, a las tetas o a donde le parecía. Después se metía en su alcoba y al rato se podían escuchar los alaridos que lanzaba ejerciendo el ananismo con una o con las dos manos.
En cierta ocasión había una criada nueva, que desconocía las inclinaciones del bobo, y se hallaba fregando el suelo del portal arrodillada sobre una almohadilla (todavía no se había inventado la fregona) con un cubo con agua y un paño. Cuando se estiraba para fregar la bata se le subía y mostraba parte de los muslos. Al llegar el tonto y ver aquellas hermosas nalgas se le nubló la vista, que no el entendimiento porque carecía de él, y le metió la mano hasta llegar donde terminan los miembros inferiores y comienza el tronco, o sea, a lo que cubre la braga.
La muchacha lanzó un grito y salió corriendo en busca de la señora, a la que puso en antecedentes de lo que había hecho su hijo. La buena y santa madre le dijo: -Pero hija mía, si mi niño es un ser inocente, sin maldad alguna. ¿Qué tiene de malo que te sobe un poquito si con ello no te va a dejar preñada? Anda, no seas tonta y déjale que haga lo que quiera, que yo te lo recompensaré.
La infeliz zagala, por temor a ser despedida, lo dejaba hacer y cuando se encalabrinaba le hacía una "gallarda" por el par de duros que le daba la madre cada vez que escuchaba a su hijo gruñir como un gorrino, ya que se daba cada soba con la criada que lo dejaba para el arrastre. Es necesario decir que el bobo se acercaba a los 30 años de edad.
Pero uno de esos días los gruñidos los escuchó el padre y al preguntar a su esposa por los motiovos de tal desmesura, ella le manifestó que su hijo se hallaba en su cuarto con la nueva criada, que lo consolaba manualmente varias veces al día.
La muchacha era lo que se dice un bombón: 22 años, rellenita, morena, guapetona, pechugona, simpática y...analfabeta. El jefe de la casa era un cincuentón libidinoso, bebedor, juerguista y pendenciero, que criada que contrataba su esposa, tuviera la edad que tuviera, pasaba por la alcoba matrimonial cuando su mujer se hallaba fuera de la casa y, claro, pensó lo que pensó y se dijo que aquella no iba a ser menos que las otras.
Un día, aprovechando que su esposa había a Misa, llamó a la criada y le enseñó un billete de 25 pesetas, después se lo introdujo en el escote, entre las mamellas, y comenzó a acariciarla. La joven opuso cierta resistencia pero cuando quiso llevarla al dormitorio se negó en rotundo. El fulano, que estaba ya más caliente que el pico de una plancha, la amenazó con despedirla, contestándole la chavala que si tenía lo que tienen los hombres que lo intentara de nuevo, pues se iba a enterar su esposa y, sobre todo, su novio.
La muchacha aguantó el tiempo necesario hasta conseguir ahorrar el dinero suficiente para adquirir una vivienda (entonces se compraban a un precio módico porque no se conocía la especulación del suelo y no había políticos mafiosos) y casarse, pues a las 25 pesetas del señorito tenía que sumar las 30 diarias del bobo que, en sesiones de mañana, tarde y anochecida, lo masturbaba en su habitación.
Pero eso sí, fue virgen al matrimonio.
Acabo de leer el artículo titulado "El señorito bobalicón". Me ha gustado. Cerrando los ojos me ha transportado a otras épocas, no demasiado lejanas,en las que situaciones como las relatadas por el Sr. Redondo eran relativamente frecuentes. El servicio toleraba estas "actuaciones" de los amos por ser algo bastante habitual. Así lo habían hecho sus madres y lo mismo sus abuelas. ¿Qué tiempo aquellos! Por suerte eso ya es historia e historia de la peor calaña.
ResponderEliminarEsas situaciones, que nunca debieron ocurrir, fueron producto de un machismo arcaico y fuera de tono y de una tolerancia de las damas "bien" (Ahí está el comportamiento materno)por mantener un estatus heredado, pero nunca merecido. Pero el buen Dios es justo y estas "ilustres familias" han dejado de ser las privilegiadas de la sociedad y o han desaparecido o se han amoldado, doblegándose, a vivir como el resto de los mortales. Hoy, por fortuna, el servicio doméstico está considerado como un trabajo más y reconocido con la dignidad que merece.
Si, señor Cuenca, el hambre, el analfabetismo, la falta de trabajo y la desfachatez y la desvergüenza de las clases dominantes propiciaban aquellas lamentables situaciones, que ya, por suerte, han desaparecido.
ResponderEliminarYo, que viví en aquella sociedad, sería mejor decir suciedad,y que entonces creía que era lo lógico, lo normal hoy me averguenzo de unas gentes que se autoproclamaban cristianos, de golpes de pecho en la Santa Misa, y que después se comportaban como auténticos reyezuelos sin escrúpulos. !Qué asco de gentuza!