Poemas ripiosos eróticos-irónicos-festivos (XXXV)

EN LA PLAYA LO ENCONTRÓ. (Segunda parte)
Para mi amigo Diego.

Por el Vizconde de la Pitusa y la Vizcondesa de la Pepitilla.

Durante las tres semanas que todavía le quedaban se bañaban y comían y como fieras follaban. Se acordaba de su amiga, del día que la aconsejó veranear en la playa y lo hizo, y acertó. Porque había encontrado a un hombre follador de alta escuela que en la cama se pasaba todas las nochdes en vela. Nunca pudo sospechar el placer que da follar en las variadas posturas y cambiando de lugar. A pesar de ser muy joven el muchacho era un maestro y en lo referente al sexo le demostró ser muy diestro. Le practicó el curriquiqui, el galope del caballo y el salto de la frontera sin pagar el escandallo. Se la folló en la cocina, en una mesa camilla, en la tabla de planchar y sentado en una silla. Le hizo el sesenta y nueve que, por cierto, le gustó, y en el ascensor, subiendo, también se la cepilló. Y dentro de la bañera, subida en la lavadora, de pie, sobre la pared, y encima una mecedora. No le quedó ni un lugar donde no se la tirara pues la folló en el aseo después de que allí miciara. En aquellos veinte días la folló sesenta veces y el pijo del garañón lo saboreó con creces. Había salido del pueblo como la virgen del corcho y cuando a él regresó tenía callos en el chocho. Quiso traerse al muchacho para convivir con ella pero él le dijo que no pues tenía novia en Morella. Aunque esto no era verdad pues era soldado raso, en periodo de instrucción, y seguía marcando el paso. Los dos se dieron las señas y por teléfono hablaron recordando aquellos días y lo mucho que follaron.

A ella le entraban ardores cuando él le mencionaba aquellos hermosos polvos que en la cama le endilgaba. Y los dos hacían lo mismo cuando el móvil apagaban: Se qudaban en pelotas y a mano se pajeaban. Para ella fue peor pues en el pueblo no había alquien que la consolara y se le fue la alegría. El clítoris se le puso rojo como una amapola de tanto meterle caña siempre que se hallaba sola. !Virgen de los tenedores, Abogada del parado! Apiádate de mí y licencia a mi soldado. Porque ya no aguanto más y si aquí no se presenta me voy a tener que acostar con el dueño de la Venta, que me ha tirado los tejos y aunque es baboso y feo, follando cierro los ojos porque así nunca lo veo. Prefiero tener encima a quien folle por derecho que seguir por algún tiempo con el chumino en barbecho. Pero pasaron los meses y nunca llegó el soldado, por eso llamó al ventero y con él se ha encamado. !Santa Bola de alcanfor, Patrona de la pimienta! Qué sorpresa se llevó cuando le vio la herramienta. Pues la polla del ventero era mano de mortero, la garrota de un cabrero, la gancha de un limonero, el martillo de un herrero, el estoque de un torero, o la puya de un vaquero, la chaira de un carpintero, la garlopa de aladrero, la pala de un panadero, fusil de carabinero, el remo de un marinero. Y en caballo de Espartero se quedaba en pijotero. Y si lo clavaba entero le agrandaba el agujero. !Cuánto disfruta una dona si el hombre está bien dotado! Y si es que está zorollona se la chupa, y empalmado.

Robert Mapplethorpe. Hombre con traje de poliester. 1980.
http://weblogs.clarin.com/revistaenie-testigoocular/archives/2010/07/