Hace un par de semanas que en España se celebró una huelga general. Ésta fue convocada, con más de dos meses de antelación, por las centrales sindicales UGT y CC.OO. para mostrar su disconformidad por las medidas impuestas por el Gobierno en la reciente Reforma Laboral. El Gobierno, con anterioridad e inhibiéndose de sus responsabilidades, pretendió que la Patronal y los Sindicatos llegasen a un acuerdo sobre la pretendida Reforma Laboral, sin que le salpicasen las consecuencias de dicho acuerdo. Él quería salir impoluto del trance. En una palabra: “no se quería mojar”
La citada reforma, pactada por los representantes sociales, no fue posible porque las posiciones de partida eran muy distantes, incluso podríamos decir que eran diametralmente opuestas. Estas negociaciones se llevaron a cabo durante más de dos años sin que las posiciones se aproximasen. A partir de mediados del año 2.008 la terrible crisis se precipitó sobre la economía española. Nos vino de fuera, concretamente de Estados Unidos. En principio era un problema, para nosotros lejano, de origen financiero, nacido de una pura especulación en torno a unos bonos basura.
Nuestras autoridades creyeron estar libres de esta crisis, ¡qué ingenuos! Pensaron que la economía de España estaba por encima del bien y del mal, y así se lo hicieron saber a todos los españoles a través de los medios de difusión. Nuestro Presidente de Gobierno negó, reiteradamente, la existencia de dicha crisis e incluso criminalizó a todo aquel, independientemente de su procedencia política, que hablara de ella como algo próximo y que ésta podría dañar a nuestra economía. La realidad era otra y ésta lamentablemente se impuso. Empezaron a caer empresas, grandes y pequeñas, como si de fichas de dominó se tratara.
Hagamos historia. La construcción, motor de nuestra, como la realidad demostró, débil economía y compañera inseparable de su anunciada y célebre burbuja, se empezó a desmoronar (desinflar). Las constructoras, muchas de ellas nacidas y desarrolladas al amparo de la más pura especulación, empezaron a perder píe y hacer agua. Las numerosas empresas, pequeñas y medianas, creadas como colaboradoras de estas constructoras y que les proporcionaban materiales y servicios como: cemento, madera, hierro, fontanería, electricidad, etc., etc., les siguieron en la caída y, como consecuencia de ello, las cifras del paro crecieron de una manera alarmante.
Los bancos, única tabla de salvación para estas empresas del entorno de la construcción, estaban muchos de ellos tocados por la especulación de los bonos basuras estadounidenses y otros, particularmente las Cajas de Ahorro, involucrados en la especulación constructora. Como decía, los Bancos y Cajas se cerraron en banda a la concesión de créditos a las empresas y a los particulares, y… a partir de ese momento todo fue un desastre, una caída libre al vacío. Los medianos y pequeños empresarios, con limitadísima liquidez, no pudieron hacer frente a sus compromisos económicos y en cascada fueron cayendo sus empresas unas tras otra. ¡Nuestra economía se desmorono a pasos agigantados! El tejido industrial que se había ido creando a lo largo de setenta años, con muchísimo esfuerzo, se estaba destruyendo con velocidad de vértigo. ¿Dónde iríamos a parar?
Con el paro en cifras alarmantes y de auténtico mareo, con nuestra economía por los suelos y con nuestro crédito internacional bajo mínimos, es Europa la que urge al Gobierno de España para que si quiere remontar y salir de la crisis, que haga una reforma laboral “valiente” (y le señala ejemplos) y que regule a las entidades financieras. Le marca el camino a recorrer y le pone plazos de ejecución.
El Ejecutivo ha conocido el durísimo “ajuste” impuesto a Grecia y con nosotros no van a ser diferentes. Estamos en una auténtica ratonera. El Gobierno ya no ejerce de tal, es un mero ejecutor de las órdenes de Bruselas. Si somos obedientes, nos dicen con malas maneras, y seguimos los pasos marcados, ellos a cambio se comprometen a ayudarnos. En caso contrario podrían tomar medidas bastante duras y muy severas y llegar hasta la expulsión del área de euro. El Gobierno de España se asusta y se pliega a las órdenes de Bruselas. ¡No hay ningún gobierno de Europa que desee la expulsión!
El pánico se hace presente en el Ejecutivo. Intentan a la desesperada que las fuerzas sociales lleguen a un consenso. Éste no se produce. Empieza el distanciamiento entre el Gobierno y los Sindicatos. Las posiciones se hacen irreconciliables. Entre el desacuerdo de las fuerzas sociales y las presiones de la Comunidad Europea, el Gobierno tuvo que mojarse y sacar una ley, la citada Reforma Laboral, que tuvo la infeliz desgracia, que no contentó a ninguna parte. Eso sí, perjudicó sustancialmente, como siempre ocurre en estos casos, a los más débiles del sistema, a los trabajadores.
La aprobación en el Congreso de los Diputados de esta Reforma Laboral coincidió con el momento álgido de la crisis, posiblemente la mayor de los últimos tiempos. Crisis financiera, nacida en las mecas financieras de las principales capitales del mundo, y que dieron lugar a una tremenda crisis laboral. Como siempre “unos la crean y otros la padecen”.
En estas condiciones y con un apropiado caldo de cultivo, el pasado mes de junio los representantes del mundo laboral convocaron un paro general en el país, una huelga general a celebrar el día 29 de septiembre.
Julián Cuenca
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