Siempre ha habido y habrá almanseños –hombres y mujeres- que de manera callada, a la vez que crecen como personas, van engrandeciendo el nombre de su ciudad. La historia de esta familia es suficiente argumento como para escribir una novela o hacer una película. Por la sencillez y avatares de una mujer luchadora, por la personalidad variopinta y rica de matices de su esposo y por el trabajo infatigable de toda la familia y sus colaboradores. En el caso de Josefa y Pascual, el trabajo y el esfuerzo diario y constante han merecido la pena y han recibido su justa recompensa.
1-Si le dicen que mucha gente conoce al pueblo de Almansa más por el “Mesón de Pincelín” que por su Castillo, ¿qué es lo que Vd. siente?
Un gran orgullo y mucha satisfacción.
2-¿Cómo llegó al negocio de la restauración? ¿Y su marido?
Yo, por necesidad. Tenía dos criaturas de poca edad, y los tenía que sacar adelante.
Mi marido no pertenecía a este mundo. Cuando nos casamos, decidió ayudarme y así dejó su profesión de peluquero con “el maestro Zoroa”.
3-¿Qué cambios importantes se han dado en su Restaurante?
Hemos pasado de una taberna de barrio, con pocas pretensiones, a un restaurante del que nos sentimos orgullosos.
4-¿A qué cree que se debe la fama de “Pincelín”? ¿A sus guisos, a la simpatía de su marido, a la atención de los camareros…?
A todo un poco. En la cocina nos esforzamos en preparar los guisos con enormes ganas de hacerlo bien. Aprovechamos en todo momento los productos de temporada. Mi esposo ayudó a proyectar “Pincelín” al nivel en que hoy se encuentra. El personal que nos ayuda -y al que consideramos como si fuera de casa- trabaja con ilusión y profesionalidad.
5-¿Quiénes han sido los artífices del éxito?
El personal que en él ha trabajado. Tanto familia como empleados.
6-¿Por qué el nombre de “Pincelín? Cuéntenos algunas anécdotas de su marido.
Mi marido siempre cuidó con esmero tanto su aseo personal como la vestimenta y calzado y, cuando a él me refería, siempre indicaba que iba “como un Pincel”. De ahí el nombre de “Pincelín” y la posterior denominación del establecimiento hostelero.
En cuanto a las anécdotas son muchas las que recuerdo, tantas que sería muy largo de contar. Sirva como ejemplo que la primera labor del día, al salir de casa, era acudir a la Fábrica de Gonzalo (la de la C/Hernán Cortés) a que le lustrasen los zapatos, pasándolos por los cepillos. Después iba al mercado, y siempre compraba lo mejor.
Me gustaría citar algunos versos de un largo Poema que Juan Cuenca Martínez, amigo nuestro, además de cliente y proveedor, nos dedicó:
| Pasamos con todo esmero yo diría con postín, a deletrear un nombre, tan singular y certero, tan propio y tan verdadero, como es el de “Pincelín” . P-De Pascual, de padre, de paz y de peluquero, que con Josefa y sus hijos, transformarían su patio en restaurante puntero. De “ele” por las cocineras, pues las queremos nombrar. L-De latir, de leyenda, de loco, de libertad. De lágrimas derramadas por no verte nunca más. I-De intenso, de imperio, o tal vez de intensidad. De importante, de incansable. De incluirte en nuestras vidas y no sacarte jamás. | I-De ibérico, de invento, o tal vez de un ideal, o de intentar ser un hombre para intentar ser genial. N-De nacer, de nombre, de nocturnidad. C-De clase, de casta, de cante, de calidad. De cientos de chistes hechos con comicidad. De corazón, de contento, de compartir amistad. E-De empleo, de ejemplo, de encaje, de elemental. N-De nuestro, de nietos, de nervio, de necesidad, De natural expresión para saber torear. “Pincelín” , Mesón de Almansa y nombre de don Pascual, que nunca ninguna nube, te pudo jamás nublar. |
7-¿Qué es lo que no debe olvidar cualquiera que tenga un bar o restaurante?
Ser muy humildes. Siempre se puede aprender de los demás. Ser muy constante en el trabajo y sobre todo y ante todo ser respetuoso con la clientela y con los que nos rodean y convivimos a diario.
8-Háblenos de su familia y de quienes colaboran para que “Pincelín” siga gozando del prestigio adquirido.
El Restaurante Pincelín es un establecimiento de rango familiar. Son mis hijos Diego y Pedro, mis nueras Jose y Encarni y mis nietos/as quienes llevan el peso del establecimiento con la ayuda inestimable de mi hijo Juan y su esposa Juani. Y un importante grupo de personas que colaboran tanto en la cocina como en el restaurante.
De todas formas estas importantes personas serían poca cosa sin la confianza depositada en este restaurante por nuestros queridos clientes y amigos.
9-¿Cómo lleva la crisis económica actual?
La crisis nos está afectando como a todo el mundo. Soñando que pronto acabe y podamos volver a trabajar con algo más de seguridad.
10-¿Pincelín ha creado escuela en la restauración?
Por supuesto. Pedro (“Rincón de Pedro”), Rogelio (“Casa Rogelio”), Silverio (“Tapería”), Antonio (“El Bodegón”) y otros han pasado por aquí y son alumnos aventajados.
11-¿Qué le parece el empresariado actual almanseño en todos los campos? ¿Tiene tanta audacia, decisión y se arriesga como lo hicieron en su época, entre otros, su marido y Vd.?
Los momentos económicos marcan la vida de las personas. Los actuales son poco propicios para las aventuras empresariales.
A la plena dedicación. Mi familia ha vivido y vive íntegramente para dar servicio a nuestros clientes El que se vayan satisfechos es nuestra recompensa.
13-¿Cómo ve el esfuerzo ingente de nuestro Ayuntamiento por aumentar el turismo en nuestra ciudad?
Con esperanza de que sea reconocido y que los visitantes consuman en nuestra ciudad.
14-¿Está de acuerdo en que los hoteles, bares y restaurantes –puesto que son los más beneficiados- contribuyan con alguna tasa especial en los actos culturales y de promoción del turismo?
Entiendo que ya pagamos suficientes impuestos, para que, además, sean incrementados con tasas especiales. Nuestra contribución como restauradores deberá ser apostar por la calidad y dar un exquisito servicio a nuestros clientes.
15-Cítenos otros restaurantes para Vd. muy famosos, que no sean almanseños.
Citar a unos y no mencionar a otros, puede ser motivo de molestia para algunos compañeros. Por lo tanto, permítame que me limite a decir que son excelentes todos aquéllos que pertenecen a la “Asociación Española de restaurantes de la Buena Mesa”, a la que tenemos el privilegio de pertenecer.
Y como terminación de esta “Semblanza” o entrevista que me está realizando, me gustaría hacerlo levantando mi copa por nuestros numerosos y fieles clientes, como prueba del profundo agradecimiento a la confianza depositada en esta Casa. Confianza que nos obliga a una constante superación en la relación y trato que tenemos con ellos. ¡Se lo merecen todo!
Lo hago con un brindis muy especial y que me aporta muy gratos recuerdos y es el que utilizaba Pincelín, mi esposo, cuando se sentía feliz y muy a gusto: ¡¡¡Hay motivo!!!
¡Muchas gracias, Señora Josefa!
NOTA: Mi agradecimiento a don José de Santiago Llopis, maestro extraordinario y gran amigo de sus amigos.
Cyrano de Bergerac, 28 de Octubre de 2010
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Un par de anécdotas sobre "Pincelín":
ResponderEliminar1-Bautizo familiar
Pasados unos días del nacimiento de su segundo hijo, Pedro, llegó el día del bautizo del muchacho. Acababa de levantarse y antes del arreglo personal, cosa que hacía con enorme meticulosidad, le pidió su esposa que avisase al abuelo materno, que iba a ser el padrino del sacramento, de que no se pasase en las copitas mañaneras. Él, como esposo solícito, cumplió el encargo. Buscó al abuelo y cuando lo encontró en un bar próximo, le dijo: “Tío Pere me ha dicho su hija que no debe pasarse hoy con las copas, ya que tiene que actuar de padrino en el bautizo del chico”. Éste le contestó, a bote pronto: “A buenas horas me has avisao”. Cuando Pincelín miró el reloj comprobó, con cierto asombro, que “Eran las siete de la mañana”.
2.-… Hasta nunca
Cuando ya habían realizado la primera gran reforma del local y empezó a parecerse a lo que hoy conocemos como Restaurante Pincelín, un día festivo, posiblemente domingo, estaba Pascual por la parte de fuera de la barra y ocupado en limpiar un extremo de ella. Dentro de la misma se encontraban uno de sus hijos y un camarero. En ese instante se abrió la puerta del establecimiento y entró un “hombrecico”, posiblemente trabajador del agro, a tomar algo. Estuvo mirando y admirando el establecimiento remozado. Debió gustarle lo que vio y acercándose a la barra pidió “un botellín” de cerveza. Pronto el camarero le preguntó solícito si deseaba acompañarla con algún aperitivo concreto. Éste miró los que tenían expuestos encima de la barra del mostrador y pidió que le sirviesen unos cuantos “bichos de esos que parece que están vivos” (eran unas excelentes quisquillas de Santa Pola). Debió gustarle el producto y decidió repetir, tanto en bebida como en comida, pero pidiendo que fueran más generosos a la hora de poner los “bichos”. El “personaje” debía estar encantado de lo bien que le estaba sentando todo.
Cuando terminó de tomar lo que había solicitado, y todo satisfecho del resultado, sacó de su cartera, con cierto énfasis, y que para evitar que se le perdiera algo de lo que llevaba dentro, envolvía con una goma, un billete verde de mil ptas. Éstos no abundaban en aquella época. Entregó el billete para que se cobrasen la consumición y esperó paciente y con tranquilidad las vueltas.
Esta maniobra fue observada por Pascual, que, como antes mencionaba, estaba al fondo de la barra. Pensaba en el susto que se iba a llevar el pobre hombre cuando le cobrasen la consumición que había tomado.
En un plato, y como correspondía al establecimiento donde se encontraba, le entregaron las vueltas. Le devolvieron unos cuantos billetes de poco valor y unas monedas. El cliente, asombrado por el precio de lo consumido, miró y requetemiró las vueltas depositadas en el platillo y sin decir ni una palabra las cogió y se las echó en el bolsillo del pantalón mientras se dirigía a la puerta. Cuando iba a alcanzar ésta, le despide Pincelín y le dice, desde el fondo de la barra: “Hasta luego, amigo”. Y éste le responde, con bastante enfado contenido y posiblemente con no buenos modos: “Hasta luego… hasta nunca”
A continuación se hizo un silencio sepulcral en el local y… ¡Nunca más volvió a verlo por el establecimiento!
Otra anécdota de "Pincelín" y su banda ocurrida en Caudete:
ResponderEliminar.- Actuación teatral en Caudete
Contaba, con la gracia que solía acompañar sus relatos, que en una ocasión, corría la década de los cuarenta, fue con un grupo de amigos, amantes del cante flamenco y que hacían sus pinitos en este tipo de música, a la vecina población de Caudete, a actuar en el teatro de esta ciudad. El desplazamiento lo realizaron en taxis desde Almansa. El viaje debió ser toda una odisea. Los vehículos, bastante viejos, se estropearon (era la época del “gasógeno) y el tiempo en llegar se alargó en demasía.
Por fin llegaron al teatro. El público, muy impaciente por la falta de rigor en el horario de comienzo del espectáculo, lo manifestó ruidosamente. Por fin, y tras arreglarse un poco, hicieron la entrada en el escenario con más de dos horas de retraso. La pitada con la que fueron recibidos fue oída hasta en la vecina ciudad de Villena. El Director escénico, un almanseño enamorado del teatro, sin inmutarse y tras pedir reiteradamente silencio, se dirigió al “respetable” y con cierta sorna y gran dosis de humor, les espetó: “Disculpen ustedes la tardanza, pero es que Córdoba no crean que está detrás de la puerta”
Hace ya algunos años que me empeñé en que el Ayuntamiento dedicara sendas calles a algunas personas que, para mi parecer, eran merecedoras a tal honor.
ResponderEliminarEntre las que propuse estaba don Pascual Blanco Cantos, "Pincelín", y lo sustentaba en que él, su esposa y el resto de su familia habían creado un establecimiento que era el orgullo de Almansa y uno de los mejores Mesones de Castilla-La Mancha, tal vez el mejor.
El Mesón Pincelín ha prestigiado nuestra ciudad en toda España, no solamente en las provincias que nos rodean, sino que es conocido por todo aquel gourmet que se precie y quiera disfrutar de unos menús de primerísima calidad.
Cuando yo ni conocía Almansa ya sabía de ella por el Mesón Pincelín porque varios amigos, residentes en Alicante, eran habituales los fines de semana para comer o cenar. Presumian de haber engullido los mejores manjares, exquisitamente condimentados y mejor cocinados y, sobre todo, ponderaban la simpatía del mesonero Pincelín.
Quien me iba a decir que pasados unos años yo vendría a residir a esta bella ciudad y que iba a conocer y congeniar con Pascual, con Josefa y con sus 3 hijos varones.
Su temprana muerte me llenó de consternación, tanto es así que le escribí un soneto que puede leerse, enmarcado, en uno de los salones.
Pascual fue uno de mis grandes amigos almanseños; lo llegué a conocer muy bien y entre las muchas virtudes que atesoraba estaban la simpatía personal, su pulcritud en el vestir y, sobre todo, su enorme generosidad.
Un hombre de esta clase, que tanto hizo por su pueblo, bien merece que el Ayuntamiento le dedique una calle; otros la tienen y con menos merecimientos que él.
Y qué decir de Josefa, mujer que, aparte de su especial educación y simpatía, como cocinera no tiene parangón. Ha sido el alma máter del Mesón y aquí si cabe decir aquello de "Dime con quien andas y te diré quien eres", sí, porque esta sin par mujer fue a encontrar, cuando enviudó, al hombre que la haría feliz y con el que levantaron el mejor establecimiento hostelero de Castilla-La Mancha.
Que Dios tenga en su Gloria a Pascual y que proteja a Josefa, porque lo tienen más que merecido.
Otra anécdota de "Pincelín":
ResponderEliminarGrupo de amigos en la Feria.
Contaba que en su época de barbero los profesionales de este sector descansaban los lunes, ya que los domingos y festivos eran días que se solía trabajar intensamente. Uno de esos lunes, coincidiendo con la Feria, no trabajaron y se macharon un grupo de estos profesionales, acompañados de algún amigo, a celebrarlo a una casa de campo. Llevaron abundantes viandas y una generosa cantidad de vino. Pasaron un día feliz contemplando la naturaleza y comiendo y bebiendo como si el mundo se fuera a acabar. A la caída de la tarde regresaron, bastante a gusto, a la ciudad y tuvieron la infeliz ocurrencia de visitar la Feria.
Acudieron al recinto de las atracciones y a alguno, con no demasiada lucidez, “le pidió el cuerpo” subirse a las voladoras. Pronto fue acompañado por algún “atrevido” más. Al principio todo eran risas y algunas brómicas inocentes, pero… cuando el artilugio tomó velocidad y los “mareos” hicieron acto de presencia, las personas que los estaban contemplando, vestidos con sus mejores trajes domingueros, empezaron a notar como caían “gotas” como si de lluvia se tratase, a la vez que observaban como el sol lucía en el horizonte. Sorprendidos, y a la vez asombrados, contemplaron como los que volaban en el artilugio les estaban rociando encima, como es lógico “la vomitona” era en contra de su voluntad. ¡No podían evitarlo! El “respetable” le dijo de todo y tras una prolongada bronca los echaron del lugar. Aquello fue de conocimiento general y sirvió para que todo el pueblo se enterase de la “machada”. Los “artistas”, a posteriori, se sintieron avergonzados y apesadumbrados de tamaño desatino y, por qué no decirlo, de la “lindeza” realizada, pero… ¡Ya no tenía remedio!
Otra anécdota más:
ResponderEliminarInspección Fiscal
Este hecho lo presencié personalmente. Estábamos un grupo de amigos tomando un aperitivo en la barra de Pincelín, entre ellos el propio Pascual. Nos estaba comentando lo preocupado que estaba por encontrarse revisando los libros de contabilidad de la empresa, en el piso de arriba del bar, un Inspector de Hacienda. ¡Qué mal encare tenía el gachó! Nos decía, con un respetable susto en el cuerpo, que estos individuos, se refería a los Inspectores de Hacienda, cuando le hincan el diente a una contabilidad, difícilmente se marchan sin sancionar a la empresa inspeccionada. Casi siempre ésta está acompañada con una elevada multa. Conforme avanzaba el tiempo y pese a que él quería aparentar tranquilidad, la preocupación iba in crescendo. Su cara, siempre risueña, se iba transformando y no paraba de decir: ¡Veremos a ver cómo me libro de ésta!
Estaba muy asustado, además de preocupado. Todos queríamos quitarle hierro al tema y le dábamos ánimo diciéndole que tal vez la sanción no fuese demasiado dura y el Inspector tuviese algún tipo de consideración. Se lo decíamos de corazón, pero no creíamos demasiado en nuestras propias palabras.
Cuando estábamos en la etapa de darle ánimos, observamos que nos hacía señas con los ojos señalando a un individuo que se había situado a nuestro lado en la barra. No entendíamos nada. Pronto, y con la ligereza mental que le caracterizaba, hizo las pertinentes presentaciones. Se trataba del propio Inspector Fiscal. A nosotros nos presentó como sus amigos, los amigos de su peña. El hombre, debía estar algo cansado y había bajado a tomar un simple café a la barra del bar.
Nos saludamos educadamente y en un determinado momento, mirándole fijamente y acompañado el acto con la mejor de sus sonrisas, le dice: “Qué cara de buena persona tiene Vd.”. Al pobre hombre lo descolocó y, éste, sin pensárselo le responde: “En mi vida profesional me han dicho de casi todo, pero… que tengo cara de buena persona, pasando una inspección, no me lo habían dicho jamás”.
La carcajada, espontánea carcajada, ante la imprevisible situación, distiende el ambiente. A partir de ese momento se generalizó la conversación y pasamos un rato muy agradable hablando de temas muy diversos, menos, como no podía ser de otra manera, de papeles de Hacienda.
Al rato este hombre se despidió correctamente y se marchó a seguir cumpliendo con el cometido que le había traído hasta el Mesón Pincelín.
Cuantas veces recordamos la tan curiosa escena, no podíamos dejar de mencionar la “bondad” con que este hombre trató los intereses de nuestro amigo.
El Sr. Pincelín tenía su genio, no creáis. Un día estando a la puerta de su Mesón, vio que iba a entrar un cliente asiduo, rico y generoso en propinas. El cliente iba con su perro. Pues con todo, le espetó: ¡A la mierda tú y el perro!
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