Los que ya tenemos cierta edad y nos criamos, nos educamos y trabajamos en un régimen con casi todas las libertades restringidas, sin que nos fuera posible conocer otras formas políticas de gobierno, llegamos a la Democracia con una edad en la que el refrán recomienda no mojarnos la barriga.
Pero a pesar de ello fuimos digiriendo y aceptando las nuevas formas de gobierno, de convivencia, porque resultaban, no ya distintas, sino más acordes con lo que es propiedad de los seres humanos: el derecho a la libertad y a la igualdad.
Se hizo una Transición, que fue la envidia del mundo mundial, y poco a poco se nos fueron reconociendo las libertades, los derechos y las obligaciones de cada quisque. Se elaboraron Leyes, se anularon otras y se cambiaron artículos en algunas para adaptarlos a la nueva situación.
Fueron cambiando los Gobiernos y los tuvimos de Centro, de Izquierda y de Derecha. Cada uno gobernó según su ideología, su forma de entender la vida y su manera de adaptarse a las circunstancias exteriores y que, sobre todo en materia económica, cada vez estamos más atados a los vaivenes y caprichos de las Potencias mundiales y otros grupos de presión.
Todos los Gobiernos cometieron errores, lo que puede considerarse hasta cierto punto lógico porque nadie es perfecto y porque la buena fe influyó en algunas decisiones, que deberían haberse calibrado antes de llevarlas a la práctica.
Me estoy refiriendo al terrorismo, que se empezó muy bien con Adolfo Suárez y su Ministro del Interior señor Rosón (Cuando ETA estaba con el biberón) y con la inestimable colaboración de Juan María Bandrés, Kepa Aulestia, Mario Onaindia, Teo Uriarte y algunos más, consiguieron que la banda se acogiese a los beneficios que se les concedió y se disolviese. En las cárceles no quedó ni un preso etarra.

Pero una parte dejó las armas y se reintegró en la vida política, mientras que la otra a los pocos meses comenzaría una escalada de muerte que nos iba a amargar la vida. Se creyó de buena fe que este era su final sin recelar que en aquella ETA había más criminales, mafiosos y nazis que personas equilibradas.
Recuerdo una entrevista que le hicieron en una Revista, en los años 80, al que fuera miembro de ETA, detenido, procesado y condenado a muerte, pero luego conmutada por la de cadena perpetua y en el 77 amnistiado, Mario Onaindía, en la que decía: No ha habido una ETA buena y una ETA mala. ETA ha sido siempre una banda de criminales y mafiosos.
Los Gobiernos socialistas de Felipe González fueron nefastos en este asunto, se cometieron los mayores desatinos, guarrerías y estupideces que enturbiaron la imagen de sus Gobiernos y llevaron a la cárcel a algunos de sus máximos dirigentes.
Y mientras tanto ETA se crecía y progresaba en todos los frentes, en el logístico, en el financiero y en el del horror de atentados indiscriminados en cualquier lugar de España. Las fuerzas de Orden Público tenían que luchar contra estos criminales a pecho descubierto, casi sin material anti disturbios, sin hombres expertos y capacitados para enfrentarse a asesinos bien organizados y entrenados.
Se sabía que ETA tenía a su favor un territorio donde esconderse, unas gentes que los apoyaban y les alentaban, y un enjambre de hombres y mujeres jóvenes dispuestos a llevar adelante su locura criminal.
Francia, gran parte del clero vasco, entre ellos el bilioso obispo Setién, y una mayoría de los Partidos políticos vascos fueron los cómplices necesarios. Éstos mirando para otro lado porque les interesaba para su política reivindicativa.
Ni Valéry Giscard d´Estaing ni François Miterrant, Presidentes de la República socialista gala, ayudaron en nada a los Gobiernos socialistas españoles en el tema etarra y cabe suponer que conocían lo que estos criminales hacían y a qué se dedicaban.
A las espaldas de estos políticos franceses y a las del Presidente del Euskadi Buru Batzar, Javier Arzallus Antia, de los Lehendakaris Garaikotxea, Ardanza e Ibarretxe y de los obispos vascos, muy especialmente de don José María Setién Alberro llevan las muertes de casi mil asesinados. Ese estigma no se lo quitan ni con un mar de lejía.
Conforme se fue adiestrando en la lucha antiterrorista a la Guardia Civil y al Cuerpo Nacional de Policía, y se les proveyó de medios adecuados, la lucha se equilibró y los resultados fueron los deseados: acorralar a los etarras y detener a la cúpula en varias ocasiones. Sokoa y Bidart, en especial, fueron los hitos para desmantelar a esa hidra infame.
Con tesón, paciencia, sacrificio y arriesgando sus vidas, los guardias civiles y los policías nacionales han puesto a disposición de la Justicia a varios centenares de etarras. Hoy ya, en 2011, podemos augurar que ETA está camino de su desaparición. Pido a Dios que estas sean las últimas Navidades que hablemos de este tema
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