Guardia Civil de Europa.

Por Armando Gresca y Lío.

Escrito muy posiblemente en 1935 y publicado en El Imparcial el día 12 de junio de 1979.

TEXTOS DE AYER.

Por José Antonio Primo de Rivera.

En trance de buscar la mejor policía de Europa para la misión más delicada, los ojos del canciller Hitler se han fijado en nuestra Guardia Civil. El Gobierno español ha estimado que no podía aceptarse el requerimiento de vigilar con guardias civiles el plebiscito del Sarre.
Pero ya el solo hecho de que nuestra Guardia Civil haya sido invitada a ejercer la Guardia de Europa tiene que haber puesto un escalofrío de orgullo bajo los tricornios y parece llenar a España otra vez -¿desde cuándo?- de un cierto aire imperial de los mejores días.

A los que dicen que España es incapaz de disciplina, a los que repiten la vaciedad de que los españoles son perezosos e individualistas, basta con señalarle, bajo el tricornio, dentro del capote, a cualquiera de nuestros guardias civiles.

No es un hombre ni un centenar; no han sido entresacados de una clase sujeta a excepcionales ejercicios; es, sencillamente, una hermandad de veinticinco mil hombres del pueblo; de este y de ese y de todos los pueblos de España. Y cada uno de los veinticinco mil es un archivo de disciplina cortés, de serenidad humana, de valor, de abnegación y de laconismo.

Lo que ocurre es que España es demasiado seria para jugar a la seriedad cuando no tiene nada que hacer. Por eso es disciplinada cuando no encuentra digno empleo para su disciplina.

Pero si un español, o veinticinco mil españoles, tienen por delante una tarea en que merezca soportarse y arrostrarse todo, ninguno le aventaja en disciplina.

Ahí está para demostrarlo, como si tal cosa, en nuestros caminos y por nuestras sierras, silenciosa y sencilla, esa hermandad de hombres, de hombres de pueblo, que ha sido requerida, para nuestro orgullo, como Guardia Civil de Europa.
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A este admirable artículo de José Antonio, dejando aparte las ideas políticas de cada cual, yo debería añadir algo de mi cosecha: He vestido el uniforme durante 40 años y 16 días y puedo hablar con fundamento de causa. Ingresé, en 1961, por NECESIDAD -las adversas circunstancias laborales que me encontré en Madrid a mi licenciamiento en 1959 me obligaron a ingresar- y me licenciaron, en 2001, por OBLIGACIÓN.

Durante algo más de 30 años, que estuve en activo, desempeñé cargos de responsabilidad al mando de Puestos de Costas y de Rural, Líneas y hasta una Compañía extemporáneamente, así como la Secretaría del Juzgado de Instrucción de la Comandancia de Alicante por espacio de 15 años. En todos ellos tuve siempre presente que era un servidor público y que me debía a los ciudadanos.

José Antonio habla de 25.000 guardias civiles, que debería ser la plantilla del Cuerpo en los años 30, pero cuando yo ingresé, en 1961, era de 55.000 y cuando me licencié, en 2001, ya era de 70.000 hombres. El aumento de la población, las nuevas especialidades, el terrorismo y algunas otras más obligaron, paulatinamente, a ir aumentando la plantilla aunque siempre por debajo de las necesidades reales.

Un colectivo como la Guardia Civil tiene, irremediablemente, sus detractores y enemigos; ciertos grupos políticos, los delincuentes y todo aquel que ha sido detenido o denunciado por los hombres del tricornio la odian, pero a decir verdad eso no ha importado jamás a estos servidores de España. Saben que su trabajo es que se respeten las Leyes, que se cumplan los mandatos del Gobierno de turno y lo hacen a rajatabla, sin que les tiemble el pulso, es por eso que ha podido cumplir 167 años al servicio de los españoles y con Regímenes de todo tipo.

Un día, un amigo de raza gitana, me decía: Los gitanos, los curas y los guardias civiles estamos condenados a pagar, todo el colectivo, lo que haga de malo uno de sus miembros. ASÍ ES O ASÍ ME LO PARECE.