Foto cortesía de Antefaz |
Creo que ya lo dije en otro artículo; desde hace unos pocos años nos reunimos un grupo de amigos -entre 5 y 6- para ingerir un café y dialogar. En la otra ocasión los cité por las iniciales de sus nombres y apellidos pero ahora, y porque me da la gana, los voy a nombrar con todas las letras.
Son tres Josés: Gómez Leal, De Santiago Llopis y Redondo Tortosa, Juan Ramón Moscad Fumadó, Evaristo Pitaluga i Poveda y, el menos asíduo, José Gosálvez Alcántara.
En Navidades solemos juntarnos para comer en cualquier restaurante de la localidad y, se lo juro a ustedes, es la comida más sabrosa del año porque la armonía es palmaria, el cachondeo que arrastra a la sonrisa, e incluso a la risa se cierne sobre todos durante las más de tres horas que estamos juntos.
Evaristo, que es el Alma Máter del grupo y el que tuvo la feliz idea, suele ser también el que invite a una mujer o a un hombre para que nos acompañe en el cafelito. Han asistido a las reuniones varios Concejales, de distintos Partidos políticos, periodistas y algún que otro ciudadano que por sus virtudes se estimó debería acompañarnos.
Los cinco tenemos ideas políticas muy distintas y creencias dispares, pero eso no es obstáculo para dialogar, e incluso discutir, sobre todo lo que se menea. Jamás ha existido el más mínimo roce o altercado por expresar opiniones dispares, distintas a las del otro.
Estoy convencido que si los políticos, de todos los niveles y de todos los grupos se acercaran a nuestra tertulia aprenderían a ser demócratas auténticos. El tú más es ignorado, entre nosotros se ejerce la avenencia a pesar de las discrepancias que a veces suelen aparecer y que es lógico que surjan.
Cuando cierto día le dije a uno del grupo, que es ateo, que no iba a parar hasta que me acompañe a la Asunción a visitar a un buen amigo que tengo allí, me dio, riéndose, tal golpe en la espalda que ya no lo volveré a decir jamás porque me asestó el guantazo sobre las vértebras que tengo alicaídas.
Pero vamos a dejarnos de monsergas, que tal vez no interese a más de uno, para decirles que este último viernes nos ha acompañado la sin par Ana Garrido.
Esta linda periodista llegó, nos saludó, se sentó, pidió una Coca Cola Zero y comenzó a hablar. Nos atendió a todos con desparpajo, con desenfado, con su media sonrisa y nos cautivó con su buen decir y su perfecta dicción.
Nos dijo, porque se le preguntó, que es casada y no tiene hijos –por ahora, enfatizó-; que es valenciana, de Vallada, y que reside en Xátiva; que su esposo, también valenciano, trabaja en la ciudad del Turia. Estudió periodismo en la San Pau-Ceu, habiendo ejercido su profesión durante un corto periodo escribiendo en Las Provincias.
Nos puso al corriente sobre las listas de los Partidos políticos que van a concurrir en las próximas elecciones, no todas porque aun no conoce algunas, y que ya hay encuestas que están proyectando la intención de voto de los almanseños.
Quien mejor a retratado a Ana, y no una sola vez sino muchas, es el señor Antefaz, que por lo que se puede leer le tiene empatía, y con justicia añado yo, porque también la conozco y me ha hecho alguna entrevista de las que salí contento porque supo preguntar y comentar sin desbarrar, algo que no todos saben hacer.
Iba a estar con nosotros algo más de media hora porque era viernes y se marchaba a Xátiva para pasar el fin de semana de fallas, donde se reuniría con su esposo, pero era tan interesante su disertación, sus acertados comentarios a nuestras preguntas que se prolongó por más de una hora. Su gentileza y educación la obligaban a no dejarnos con la miel en la boca y nos dimos cuenta que estábamos abusando de su amabilidad, así que cortamos la conversación y se marchó.
Suele suceder que a veces te haces un retrato de una persona sin apenas tratarla y cuando lo haces, todo el tinglado que habías montado sobre ella se viene abajo. Y esto es lo que nos sucedió con Ana Garrido, casi todos la conocíamos de verla en la pequeña pantalla, seria presentando los informativos, pero cuando la hemos conocido y hemos dialogado con ella nos hemos dado cuenta de que es una mujer culta, amable, simpática, dialogante y, como no, guapa y hermosa.
Los cuatro nos quedamos admirado y contentos por haber tenido ese día de tertuliana a una gran mujer.
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