El Caso MegaUpLoad

Por Betoki Pallarol, vecino de L’Eliana.

Hace unos días el FBI de Estados Unidos clausuró la expandida página de MegaUpLoad y detuvo a sus directivos. Desde ese momento no hay emisora de radio o de televisión que no dedique unos minutos de tertulia a hablar sobre el asunto.

No puedo dejar de sulfurarme cada vez que escucho a alguno de los contertulios, en principio eminencias cuya opinión debería tener cierto rigor, opinando sobre el tema y criminalizando al creador de la página.
Casi siempre acaban dando un juicio de valor acerca de la piratería en la red, así como las descargas gratuitas y fraudulentas de contenido que se supone cultural, acompañado de algún que otro comentario en que dejan claro que ni son usuarios de los servicios tipo MegaUpLoad ni descargan contenido de internet.

Lejos de defender o culpar al creador de la página web, lo que deseo es explicar, queridos lectores, es qué ocurre exactamente. Este hombre, Kim “DotCom” Schmitz ofertaba con su web un servicio de carga y descarga de archivos en la red. Algo así como una memoria USB intangible que sólo aquellos con la dirección exacta del archivo podían acceder para su descarga.
El negocio estaba en que tenía un servicio gratuito limitado, que permitía colgar archivos en la red por un periodo máximo de 29 días tras el que se borraba, y descargarlos a una velocidad lenta y de un tamaño máximo de 1Mb a no ser que se contratase el servicio de pago, sin límites de ninguna clase. Entonces es el usuario que podía colgar contenido (pirata o no) y sólo aquellos que tuviesen acceso a la dirección exacta podían acceder a él.

Yo lo veo como si cajas de seguridad de un banco se tratase. El banco cobra por guardar la caja pero no se responsabiliza del contenido, y sólo aquellos usuarios con autorización y llave pueden abrirla. De ahí es de donde se lucra ese señor, a mi entender, honradamente.

Eso por una parte. Por otra, el engorroso asunto de la piratería y, sobretodo, de las descargas gratuitas. Lo primero es dejar claro que internet no es gratis. Internet se paga, y no barato precisamente. Eso se obvia y nunca se dice. Y lo que se paga exactamente es la carga y descarga continua de datos e información de otros ordenadores. Justo lo que dicen que es ilegal es el funcionamiento básico de internet y que, insisto, se paga.

Ahora bien, el contenido cultural con derechos de propiedad intelectual no acabo de entenderlo. Museos y bibliotecas exponen y permiten la lectura de sus libros de manera gratuita incluso por la red. Sin ir más lejos, el museo del prado (www.museodelprado.es) permite el acceso a más de 4.000 obras en su Galería on-line asegurando que irá ampliándose hasta abarcar la totalidad de su colección.

Sin embargo en otras formas de expresión, como la música o en el teatro, donde los artistas están implicados, la cosa cambia. Y es lógico ver que se cobra por la actuación, por el esfuerzo a tiempo real delante del espectador a cambio de entretenimiento.

Hasta hace no mucho tiempo, reproducir un disco infinitas veces era gratuito, salvo por la electricidad consumida. Si acaso el material del disco, la impresión, la distribución y hasta la ganancia del vendedor final justificaba su precio. Lo que es totalmente absurdo es que un músico se grabe en un estudio tres horas de una tarde, y que esa grabación aporte beneficios hasta después de muerto. Desde luego, las tres horas más rentables de su vida.