ENTRE TODOS LA MATARON…

Hubo miedos, envidias y patrañas,
hambres, enfermedades y piojos
por una guerra entre azules y rojos
que demostraron no tener entrañas.

Políticos de mierda encorbatados
no supieron prever lo que traería
el no dialogar, y la bastardía
nos dejó a los españoles castrados.

El odio y el rencor sacaron pecho
y las balas silbaron por doquier.
Y tres años matando para ver
que la muerte arrasaba hasta el barbecho.


Sembraron calaveras en caminos;
quemaron nuestro rico patrimonio;
adoraron a Judas y al demonio
revolcándose en lodo cual cochinos.

Se mató al ateo y al cristiano
en las checas o dándoles paseo.
Se inmoló a Jesús y al Cirineo
rebosando de rabia hacia el hermano.

El odio se expandió por el país
y la muerte triunfó segando vidas,
sembrando luto en las amanecidas
que se celebraron como un festín.

Y un millón fue el tributo que pagó
aquella España inerme y desquiciada,
gobernada por gente atiborrada
de insensatez, de rabia y de rencor.

Y entre unos y otros les mataron
los sueños a la gente que era honrada,
siendo la muerte la beneficiada
mientras miles de ojos la lloraron.

Y hasta se les secó el lagrimal
porque en la retaguardia o las trincheras
la muerte transportaba en aguaderas
la sangre que salía del parietal.

Y la matrona de los pechos secos
veía como el pueblo se sangraba
y apoyada en su bastón sollozaba
pues sus hijos morían como muñecos.

Las lágrimas surcaron las mejillas
de madres, esposas, hijas y hermanas
y al asomar el sol por las mañanas
las hallaba hincadas de rodillas.

Y los niños crecieron con las balas
que les quitó la risa de su infancia
y los sumió en la triste ignorancia
con la miseria en las antesalas.

Y ganaron unos y otros perdieron,
pero los que perdieron se exiliaron
y los ganadores se apoderaron
de las libertades y nos hundieron.

Ganaron la derecha y los azules
y la Iglesia les dio sus bendiciones.
Pusieron la Bandera en los balcones
quitando de la mesa hasta los hules.

Y se les devolvió a los señoritos
los cortijos que un día les requisaron
y al obrero con el látigo humillaron
sin escuchar que Dios lanzaba gritos.

El obrero sufría pero callaba
porque su familia era primero;
había que llevar algo al puchero
porque el hambre los martirizaba.

Había mucho pobre y muchos ricos,
con curas, militares y cabrones.
Telarañas en las habitaciones
y estómagos vacíos y abanicos.

Y el analfabetismo maloliente
lo sufrió aquella generación
que no pudo tener educación
y los trataron como a un semoviente.

La posguerra, para aquellos infantes,
sin higiene, colegios y sin pan,
reflejaba un inmenso muladar
mientras que el rico iba con tirantes.

El deporte, la higiene, la comida,
la pelota, el agua y el puchero.
Y el ruido de las tripas del obrero
herencia de una guerra fraticida.

Y todo esto ocurrió porque ganaron
los militares y los derechistas,
deteniendo a muchos izquierdistas,
los que de la guadaña se libraron.

Si llegan a ganar los de la izquierda
los Comisarios rusos mandarían
y los fascistas nos invadirían
y la mierda sería mucho más mierda.

Yo ignoro que hubiera sido mejor
ganando los azules a los rojos
porque el hambre adobada con abrojos
eran el patrimonio de ambos dos.

Con unos nos cerraron las fronteras
porque decían que había una dictadura,
que aplicaba firmeza y mano dura
teniendo muertos en las carreteras.

¿Y qué hubiera pasado si los rojos
hubieran vencido en aquella guerra?
Pues que al perro lo hubieran vuelto perra
echándole al contrario los despojos.

El bando Nacional estuvo unido
y los rojos se daban bofetadas
entre luchas internas y algaradas
matando al gorrión dentro del nido.

Políticos enanos que creyeron
que con oro la guerra se ganaba
y a la Rusia de Stalin se llevaba
para pagar metralla que trajeron.

Sin el tesoro y campos arrasados,
sin la industria y sin ganadería
todo el pueblo español padecería
más miseria que sus antepasados.

Y nos tocó bailar con la más fea
y lo peor fue para los infantes,
los niños de la guerra, los garantes
de que tuviera porvenir su aldea.

Yo padecí aquella dictadura,
que no me dio lo que necesitaba;
estaba la Nación que tiritaba
pues todo lo que había era basura.

Un pequeño con hambre y sin escuela
se le olvidará hasta de reír,
vivirá encorvado hasta morir
y no tendrá epitafio ni una esquela.

Mientras los exiliados por Europa
lloraban porque no podían volver
y decían que España era un cuartel
y al que no se rendía daban estopa.

Una guerra civil es incivil.
La guerra entre hermanos es inhumana.
La muerte se pasea cada mañana
matando hasta el verdor del perejil.

Pero a pesar de todos los pesares,
clavándome las uñas en las manos,
escupí en la cara a los enanos
y encima les menté a sus familiares.

Pues me convirtieron en emigrante,
que es la peor de todas las dolencias,
que lastra y entristece las conciencias
y te obliga a llorar a cada instante.

Y aunque no quieras recordar tu infancia
son tu pueblo, tu calle y tus amigos,
los olivares y los verdes trigos
y la hermosa sierra con su fragancia.

Y como soy creyente pido a Dios
que derrita cañones y pistolas,
que no haya en mi patria más chabolas
y la libertad luzca como el sol.

Amor por guerra, en guerra no hay amor.
Que en la España del siglo veintiuno
no haya odio o rencor hacia ninguno
y que en la piel de toro brille el sol.

Que en la solapa se porte una flor
y en el corazón mucho amor de hermanos.
Que jamás nos gobiernen los tiranos
y entre rojos y azules PAZ y AMOR.

ARMANDO GRESCA Y LÍO.