Por José María Redondo Tortosa.
Quien al oír ¡Viva España!
con un ¡Viva!
no responde
si es hombre no es español
y si es español no es hombre.
Estamos asistiendo, y cada
vez con más chulería y virulencia, al desmembramiento de España, la Nación más
antigua de Europa, la que amamantó a veinte Naciones y les dio su lengua, su religión
y su cultura.
Una Nación que puede decir,
y presumir, de que la forjaron todos los que en ella vivían, hombres y mujeres
con distinta lengua y cultura, mujeres y hombres que dieron su vida por ella y
que nunca dudaron en enfrentarse al invasor que llegaba por el norte, por el
sur o por cualquier otro lugar.
Un puñado de españoles se
levantó en Covadonga para batallar contra el dominador árabe, invasor que
permaneció más de 7 siglos en España, y que finalmente fue reducido y expulsado
por españoles de variados territorios que no consintieron que su Patria
estuviera bajo el yugo de extranjeros que profesaban otra religión y otra
cultura.
Años más tarde, el poderoso
ejército del más grande estratega militar de la Historia también nos invadió y
todo el pueblo español se unió para derrotarlo y mancharle el uniforme a
Napoleón. Los guerrilleros, que surgieron como setas en toda España, fueron
minando y masacrando a los ejércitos franceses hasta hacerles retomar el camino
de su Francia.
Comenzó el Alcalde de
Mostoles y le siguieron Madrid, Zaragoza, Gerona y otros cientos de ciudades a
combatir al extranjero invasor. Los guerrilleros fueron los artífices de
aquella guerra por la independencia de España.
Hoy he presenciado los actos
del Día de las Fuerzas Armadas, celebrados en Valladolid, y de mis ya cansados
ojos han vuelto a surgir las lágrimas cuando he escuchado la canción “La muerte
no es el final” y nuestro hermoso Himno. Ha sido un acto sencillo, corto por
las restricciones presupuestarias, pero inmenso en patriotismo.
Se le ha rendido homenaje a
los últimos soldados muertos, en países extranjeros, en defensa de la libertad.
Y mientras en nuestra España se pisotean las libertades por parte de unos
españoles que no quieren serlo.
Somos el único país europeo
en el que unos grupúsculos separatistas quieren imponer sus ideas, y las han
tratado de imponer asesinando a seres inocentes: niños, ancianos, mujeres
embarazadas, militares y civiles han sucumbido ante la barbarie terrorista con
el tiro en la nuca o el coche bomba.
Si, me sigue doliendo
España. Me duele porque la amo. Me duele porque unos compatriotas míos quieren
descuartizar la que fue la primera Nación en configurarse como tal en Europa,
la que amamantó, lo repito, a veinte naciones y expandió su lengua, su religión
y su cultura por el mundo.
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