Casi por casualidad encontré en internet, concretamente en http://www.elpoblet.org/news/ este artículo que me permito reproducir.
Por
Carlos Martínez
Son
muchas las personas de izquierda que, desde Latinoamérica, siguen
las noticias del Reino de España a través de medios alternativos
cómo Rebelión, Insurgente, Kaos, Tercera Información. A a la vista
de la presencia muy importante en estos sitios de organizaciones como
Izquierda Anticapitalista, Equo y otras, estos lectores no entienden
sus muy exiguos resultados electorales, igualmente no entienden,
observando el triunfalismo de muchos de los textos publicados en
estos medio, cómo en España no hay ya una revolución en marcha o
se haya desinflado, en parte, el movimiento 15-M. O cómo no acaban
de despuntar nuevos sindicatos al margen de los tradiccionales.
Es
verdad que las elecciones sirven para muy poco, pero sí podemos
utilizarlas como una radiografía total de la sociedad, es una
encuesta que cubre el 100% de la población con derecho a voto. Los
resultados de estás últimas elecciones han supuesto un baño de
realidad para quienes viven la política a través de su conexión
ADSL.
Antes
de la democratización de Internet, los que nos considerábamos rojos
sufríamos el síndrome del perro verde. Nos sentíamos raros en un
entorno social que nos resultaba ajeno, éramos islas en un océano
de conservadurismo. Con la llegada de la Red surgieron las primeros
medios de comunicación alternativa. Posteriormente, y a través del
correo eléctrico o los grupos de noticias, se empezaron a crear las
primeras comunidades sociales entre personas de izquierdas (al igual
que las que se crearon con personas con otros intereses afines, desde
la filatelia al aeromodelismo).
Estas
redes han crecido y se han fortalecido con el éxito de Facebook
primero, y posteriormente Twitter, entre otras. Lo que nos ha
trasladado al otro extremo: sumergirnos en una burbuja social junto
con nuestros afines y pensar que ahora somos todos rojos, que somos
legión y que tenemos muchos amigos y/o seguidores.
En
una reciente conversación con el periodista Pascual Serrano éste me
confesaba que, a pesar de recibir multitud de correos, ser muy leído
en Internet y haber alcanzado cierto su éxito en el campo editorial,
su trascendencia social se delimita a un circuito ideológico muy
minoritario, la prueba es que sus vecinos o familia no conocen
prácticamente nada de su actividad o pensamiento. Me imagino que esa
experiencia es trasladable a prácticamente a todos los blogueros,
twitteros, etc.
Internet
es un fabuloso medio de comunicación, barato y sin fronteras, donde
podemos crear nuestros medios de comunicación y difundir
convocatorias. Pero los militantes de izquierda debemos “vacunarnos”
frente a los adversos efectos secundarios que produce: aislamiento de
la vida real, percepción de que somos mayoría e inflamación del
ego
en los casos más agudos.
Hagamos
la siguiente prueba: veinticuatro horas después de escribir una
entrada en nuestro blog, un sesudo artículo en nuestro medio
alternativo de referencia o un tweet, imprimámoslo y se lo daremos a
leer a nuestra familia, vecinos, amigos del barrio o compañeros del
centro de trabajo. Comprobemos cuántos de ellos formaban parte de
esos exitosos centenares de lectores que tuvimos en la red. Después
escuchemos sus opiniones, que quizás sean más interesantes que las
que recogemos en Internet de los que piensan como nosotros.
Sin
duda es mucho más fácil pulsar sobre el botón de “me gusta” o
“retwittear” que repartir folletos en la puerta de un centro de
trabajo. Pero éste último es el trabajo militante que más debemos
valorar. Como dice mi amigo Serrano, no podemos aceptar el término
“ciberactivismo” del mismo modo que no podemos "cibercomer".
También
es preocupante el modo por el cual se trasmiten entre generaciones
los valores de la izquierda. Somos muchos los que creemos que éstos
se trasmiten mucho más eficazmente mediante el ejemplo que mediante
la palabra. ¿Cuántas son las familias que tiene que aguantar el
discurso de izquierdas de uno de sus miembros y posteriormente
soportar su comportamiento insolidario, machista o autoritario?
En
la Web
podemos tener tantas vidas como tiempo estemos dispuestos a dedicar a
mantener diferentes “perfiles” en las redes sociales. Pero la
vida real es una sola, y algunas veces, corta, sin tiempo a
rectificar. En ella debemos ser honrados, coherentes, combativos y
solidarios. Que las personas comprometidas con la superación del
capitalismo sean auténticos referentes éticos es algo insustituible
por la comunicación escrita, y menos todavía la distribuida por el
mundo virtual.
Se
debe utilizar Internet para propagar nuestras ideas, se deben tener y
participar activamente en medios alternativos de comunicación.
También es especialmente importante la correcta utilización de las
redes sociales para atraer a los jóvenes a nuestras tesis y
organizaciones, pero nunca se debe abandonar la militancia en la vida
real.
Al
igual que hacemos con el internet de nuestros hijos, deberíamos
ponernos límites, por ejemplo dedicar las mismas horas a expresar
nuestras opiniones en la red como fuera de ella, o hablar con tantos
amigos en la calle o el centro de trabajo como en la Red. De otra
forma perderemos el contacto con la realidad que es lo último que
podemos permitirnos. Si no somos capaces de militar en la vida real,
no deberíamos dedicarnos a dar lecciones en la red a quienes sí
luchan por un mundo (real) mejor.
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