DIÁLOGOS DE CAMPIÑESES. (Primera parte)

Por Armando Gresca y Lío.

Por aquellos oscuros e infamantes años de la posguerra, Villacarrillo llegó a su techo censual sobrepasando los 20.000 habitantes, pero unos pésimos gobernantes y unos asquerosos ricachones se encargarían de que fuera a menos y que tuviera que emigrar un tercio de su población.

El analfabetismo campaba a sus anchas porque a aquellos campiñeses se les negó casi todo, hasta poder cultivarse porque siendo ignorantes eran más maleables.

Había un  catalán, mecánico de profesión, al que escuché decir que le costó mucho trabajo llegar a entender a las gentes del pueblo porque el castellano que él había aprendido en la escuela de su ciudad natal no se parecía en nada al que se hablaba en este pueblo.

Aún hoy, la jerga que se utiliza es bastante parecida a la que se utilizaba en aquellos años por las capas más bajas de la sociedad; cosa bien distinta es la juventud, que ha podido estudiar y cultivarse y se expresa en buen castellano, aunque todavía influenciado por la costumbre del habla popular.

Voy a tratar de parodiar la conversación de dos campiñeses un día cualquiera, cuando paseaban por uno de los laterales del Paseo del Santo Cristo, lugar de las habituales caminatas antes de hacer la liga en la taberna de los Jeromos, del Parralillo, de Mateo o de Dominguico el Padiego.

EL QUICO: Chacho, Bastián, t´has enterao que er Arcarde s´ha empeñao en alargar el Paseo hasta el depósito de l´agua, por encima der Barrio Rila. Si lo consigue vamo a tener er Paseo más largo de España. Con un par de vuertas terminas hecho carbonato.

EL BASTIÁN: Er Montejo tie un par de guevos, pero me paece a mi que eso es más difícil que barrer una escalera p´arriba. ¿Tú crees, Quico, que se puede hacer ese Paseo? ¿De onde va a sacar las perras, porque eso vale un puñao de duros?

EL QUICO: Ya veremos, ya veremos porque este retratista es mu cabezón y como se l´aya metío entre ceja y ceja pué que lo consiga.

EL BASTIÁN: Otra cosa, Quico, te enteraste la faena que l´izo el borriquillo de las gaseosas a su amo, el hijueputa olió a una burra caliente y salió a toa pastilla pa montarla; no le queó una botella en las aguaeras; cuando el dueño lo pudo agarrar le pegó una guena somanta de palos pero el cabrón der burro siguió emparmao, con el “zurriago” que le llegaba ar suelo.

EL QUICO: Oye, Bastián, si quiere te viene a mi casa esta tarde y vemo el partío de jurgol, nos ponemo una botella de riparia y unas arvellanas y que sarga er sol por el Peñón de Navazalto.

EL BASTIAN: Pue no fartaba ma, allí me tendrás. ¿Quién juega?

EL QUICO: Los grecios contra los yugoslavios. Creo que será un  partío argo reguerto porque en Grecia hay Reyes y en Yugoslavia manda er Tito, que es comunista, y no se puen ver ni en retrato.

EL BASTIÁN: ¿Y por onde están eso paíse, que ni lo conozco porque no recuerdo que en la escuela lo aprendiera?

EL QUICO: Hombre, yo así, a ojo de buen cubero te diría que están pasaos los Perineos, a la derecha según se mira de abajo arriba y a bastante leguas uno der otro.

EL BASTIAN: Oye, Quico, que te paece si mañana vamo pa las Pozas, vemos como va la cuaja y buscamo collejas y espárragos. Yo pongo lo chorizo, un cacho de tocino de veta y medio panete y tú er vino. ¿Qué me dice?

EL QUICO: Que siempre te la arregla pa joerme la marrana, sabe q´un chorizo y un trago vino me cae mejor q´un zurriagazo en la esparda o en er mondongo. A las ocho t´espero en la esquina con la barja y la bota.

Sobre las ocho y cuarto pasaban por delante del Cementerio camino de Las Pozas; como es natural la conversación versó sobre los muertos y fue el Quico el que dijo:

EL QUICO: Te enteraste lo que le pasó al enterraor hace unos días. Ante la negativa del Bastián, le informó.

Este hombre aprovecha un cacho de terreno dentro del cimenterio, donde no hay naide enterrao, y siembra papas; las tenía ya pa coger cuando se dio cuenta que arguien se había adelantao y había un roal, un par de surcos, sin papas, o sea, que al ladrón no le dio regomeyo en saltar la tapia y llevarse un saco de papas.

Como sospechaba que lo había hecho por la noche y que cuando se le acabasen vendría a por más, a parti de aquel día el enterraor, provisto de una sábana y una linterna, se apostaba cerca y esperaba; a la poca noche vio que un fulano sartaba la tapia y comenzaba a saca papas con un escabillo o legón y cuando ya tenía el saco lleno se presentó el enterraor, cubierto con la sábana y la linterna encendía encima de la cabeza diciendo: SOY UN ALMA DEL OTRO MUNDO, DEJAS LAS PAPAS CABRÓN.

Contestándole el ladrón: PUES POR ESO TE VAS A LIBRAR, PORQUE SI LLEGAS A SER DE ESTE MUNDO ME TIENES QUE AYUDAR A ECHARME EL SACO A LA ESPARDA.

Ni que decir tiene que el enterrador desapareció porque se dio cuenta que el ladronzuelo no le tenía miedo ni a la muerte. Sus 11 hijos y el hambre eran peores que la de la guadaña.