Por el
Marqués de la Bragueta.
Mis caros amigos y amigas:
Estoy llegando a una edad en la que se va perdiendo la rigidez de la polla, los
huevos se descuelgan hasta tocar los corvejones y solo te quedan los sueños
eróticos. Dentro de unos meses, si antes no la palmo, cumpliré cien años, diez
más que mi amada esposa la Marquesa de la Braga, que por cierto, unas horas
antes de expirar le eché el último polvo de sobaquillo.
En estos diez años de
viudedad no he dejado de follar, me ha sido
imposible dejar un solo día de echar un clavo. Me supongo que alguno de
ustedes se preguntará: ¿Pero a quien se habrá follado este vejete, a la mona
Chita o al perro del hortelano?
Pues miren ustedes, ni a la
mona ni al perro, jamás me he tirado a un animal, aunque yo fuera un animal
durante muchos años follando a bolo suelto. Considero que la zoofilia es una
tara y por lo tanto el que la practica es un tarado. Otra cosa es la pedofilia
y yo me declaro pedófilo porque desvirgué a la Marquesa cuando tenía 13 años,
ella claro.
Pero creo que las
circunstancias que rodearon aquel primer encuentro amoroso, que por cierto duró
seis horas, no se pueden enmarcar dentro del delito de pedofilia porque fue
ella la que inició el mojete, la que puso de su parte lo justo y necesario para
que me la tirara.
Era el Día de Santa Capucha
de la Pipa, que lo recuerdo perfectamente porque fue la primera pepitilla que
sobé, me comí y relamí con delectación. Fui a su casa para una visita, ya
éramos novios, y me la encontré en su
habitación con las 3 prendas precisas: sombrero, gafas y alpargatas, o sea, en
pelotas mirándose en el espejo la incipiente pelambrera del chocho, que se
asemejaba al bigote de Pancho Villa, en el llamado Monte de Venus.
No se asustó ni se ruborizó
por mi presencia, ni siquiera hizo por vestirse sino que se plantó delante de
mí y me dijo, mostrándome su chocho: Qué
te parece mi conejito, te gusta. Y yo, con los ojos como una lechuza y más
blanco que la bata de un dentista, le contesté: A ese conejito le voy a hacer ahora mismo un trabajo de almadraba.
La tendí sobre la cama, me
desnudé a toda pastilla, me eché encima y le propiné tal pijotazo que se le
erizaron los pelos de la cabeza y de los sobacos. Pegó tal alarido que dejó en
mantillas el grito de Tarzán. A los pocos minutos ambos, como locos, jadeábamos
al corrernos juntos. No la saqué porque ella me pidió que no lo hiciera; unos
minutos más tarde inicié un nuevo mete y saca y nos volvimos a correr.
Descansamos, nos aseamos, y volvimos a la cama para hacerle una lamida de
chumino que le produjo tanto placer que se le volvieron al revés las bolas de
los ojos.
Estuvimos casi seis horas
dale que te pego, hasta quedar exhaustos. Al finalizar, me volvió a decir: Mañana,
después de la siesta, te espero, que ya no me dolerá el chumino y nos vamos a
hinchar de follar. Y no te preocupes por mis padres, que como saben que no me
puedo quedar preñada, me han dado su anuencia para que folle como una descosida.
Queda claro, pues, que no
cometí pedofilia ya que fue ella la que me puso en bandeja su cuerpo serrano
para el triquitrás con espinacas.
Vuelvo ahora a lo de follar
desde que quedé viudo. Tengo en mi palacio a varias personas para mi servicio:
jardinero, chofer, mayordomo, cocinero, ama de llaves y tres sirvientas para la
limpieza y otros menesteres.
El Ama de llaves, además de
tener más años que el Acueducto de Segovia, es fea de cojones, pero las tres
sirvientas fueron escogidas por mí, antes de morir mi parienta, sospechando que
cualquier día me podrían hacer falta, y acerté.
Son solteras, guapas y
hermosas y se llevan una de otra 10 años, o sea, que tienen 30, 40 y 50 años
respectivamente. Las tres fueron desvirgadas por mí en vida de mi esposa cuando
por motivos de alguna enfermedad o indisposición no me la podía follar. Ella
jamás lo supo y se fue al otro mundo con la creencia de no ser cornuda, pero
los tenía torneados como los carneros, vamos, que no se le veía la frente.
Al día siguiente al del
sepelio de mi consorte le ordené a la cincuentona que preparara lo que ella
sabía y en la siesta y por la noche le endilgué sendos polvos. Al siguiente día
fue la cuarentona la que tuve en mi cama y por último la de 30. A ésta la dejé
para el final porque es la que mejor se comporta follando, no le hace ascos a
nada, ni a posturas, ni a mamadas ni a nada de nada. El Ama de llaves es la encargada
de poner siempre en la mesita de noche un vaso con agua y una pastilla de empina
pollas de 20 mg.
Voy a dar por finalizado
este artículo dejando claro que mientras el cuerpo aguante, aunque sea con
grageas, hay que seguir follando porque es, de todos los placeres del mundo, el
más grandioso, sabroso, deleitoso y maravilloso. Y Todo termina en oso como
cuchara y mampara.
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