Por el difunto marqués de la Bragueta.
¡San Pijo que ya no folla,
que no es nabo ni cebolla! ¡Santos
Huevos de secano, ni los coge con la mano!
¡San Chumino en la memoria, no lo pruebas ni en la Gloria ! ¡San Coño con mucho
pelo, tápatelo con un velo!
Queridísimos y añorados
huérfanos de mis entretelas. Lo de huérfanos lo digo porque ya no me tenéis a vuestro
lado, ya no podéis disfrutar de mis siempre sabias ocurrencias, disparates y
vivencias vivenciales vividas durante mi larga vida en ese planeta, que cada
día está más estropeado en su paisaje y por su paisanaje.
Si os digo la verdad, cada
día estoy más contento de haber muerto porque ahora es cuando sé que en ese
planeta hay cada vez más sinvergüenzas y que dentro de nada serán más los que den
por el culo que los machos de mi clase, los machos folladores.
Me indicaron que fuera a la Oficina
de Registros, Presentaciones y Hojarascas, así lo hice y nada más llegar me recibió una
muchacha, que no puedo precisar su edad porque aquí somos todos iguales, o sea,
que nadie sabe los años que tiene el otro. Ahora bien, estaba como un tren pero
no sentí deseo alguno de echarle un remache y es natural que así sea porque no
tenía los aparejos necesarios.
Le miré los bajos y los
tenía como los de un maniquí, sin raja ni pelo. Me miró, me sonrió y se esfumó.
Comencé a deambular con la intención de encontrar a la que fue mi consorte y
eso es más difícil que querer llevar cien gatos a Cuenca por la orilla de la
carretera y con un látigo.
Aquí no se siente ni frío,
ni calor, ni ganas de comer ni de beber y no te digo de follar. Alguna vez,
pocas, te llegan a la memoria tus años en la tierra pero en seguida aparece un Purgatonero
-especie de alguacil- te pone la mano en la cabeza, te hace girar noventa
grados, te sopla en las pestañas y desaparecen como por ensalmo los
pensamientos.
Tampoco tienes ganas de dormir, ni sientes
cansancio ni necesidad de cagar ni de orinar. Si no comes, ni bebes no hay necesidad
de desalojar los excrementos. Aquí todo está muy limpio y ordenado, sin
pendientes ni cuestas, todo es llano y sin límites. Puedes comenzar a caminar y
nunca encuentras el final.
No existe vestimenta ni
calzado, todos vamos en pelota picada y nadie mira más de la cuenta cuando se
cruza con una zagala, que puede ser blanca, negra, amarilla, cobriza o malaya;
alta, baja, regordeta o flaca; rubia, morena o castaña; culona, tetuda o paticorta.
No hay ni día ni noche, ni
sol ni luna ni estrellas. A todas horas se escuchan melodías interpretadas por
voces angelicales y orquestas con instrumentos que antes jamás había escuchado.
Es de tal calibre la dicha que se respira que si te acuerdas de tu vida en la
Tierra te entran ganas de dar saltos de alegría por haber fallecido.
Cada milenio son evacuados a
la Gloria los que purgaron sus penas aquí, que por eso se llama Purgatorio.
Pero un milenio aquí no es como en la Tierra, se pasa casi volando; fijaros
bien que la señora Marquesa murió 10 años antes que yo y ya lleva en la Gloria
la tira.
Tengo ganas de verla pero
por otro lado pienso que tal vez se haya encaprichado de alguno y ya ni me haga
caso, pero este pensamiento es una simple tontería, si no necesitas follar ni
puedes hacerlo para qué buscarte un apaño.
Pero es que hay más, en el
Reglamento del Paraíso hay un artículo que castiga los pensamientos libidinosos
con arrestos que van de uno a diez milenios en el Infierno. Y como te enganche
Pedro Botero con su tridente no te libra ni la madre que te parió de que te
ponga el ojete como un bebedero de patos. Porque esa es otra, mientras en la
Gloria y en el Purgatorio te quitan los genitales por no ser necesarios, en el Infierno te los
vuelven a atornillar para dar y que te den.
Me contaron que Juanillo, el
de Santillana del Riachuelo, lo mandaron al Infierno porque intentó meterle
mano a un Ángel -que nadie sabe si son machos o hembras- y estando en un horno
quemándose miró para arriba y vio a la Silvana Mangano en cueros y
contorneándose; se le puso el tanganillo como la flauta de Bartolo y en ese
momento entró en su celda un Demonio y lo empitonó. El de los cuernos le dijo: Aparta hombre de la tierra, que mi cuerpo
es todo fuego, contestándole el Juanillo: Pues por este agujero no vas a echar
más humo.
Son tantas las historietas que se escuchan que cuesta trabajo darles
crédito. Pero yo si voy a darles a ustedes un respiro y dejo este memorial para
que sigan acordándose del Marqués de la Bragueta, el hombre que fue el
paradigma del español follador y vividor.
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