Por el difunto Marqués de la Bragueta.
Mis muy recordados y fieles
seguidores, hoy continúo mis vivencias en el Purgatorio, donde todavía sigo
hasta cumplir los milenios de purga que me impusieron nada más entrar en este
lugar.
Aunque el Purgatorio no se
parece en nada a la Gloria Celestial, según los rumores rumoreados que escucho
de personas que estuvieron allí y que por algún descuido, o lo que sea,
volvieron a ser evacuados al Purgatorio, allí todo es felicidad, dicha,
sosiego, bienestar y nadie es más que nadie. Ni hay Alcaldes, Gobernadores,
Diputados, Senadores, Policía ni Ministerio de Hacienda.
Las habladurías, las
falsedades, las mentiras, la hipocresía, las calumnias, las injurias no son
conocidas, hay tanta hermandad, amor, caricias y empatía que por eso se le
llama la Gloria Bendita o Celestial.
El Purgatorio viene a ser
algo parecido a la Casa de Tócame Roque; no es la Gloria pero tampoco el
Infierno. Aquí si te cogen en algún renuncio, malo María, vas derecho al
Infierno y si vas cumpliendo sin resbalones te llega la dicha y subes el
escalón que te lleva a la Gloria.
Raro es el día que no ves a
alguien saltando de alegría porque lo trasladan a la Gloria, y al mismo tiempo
ves como hay quien llora a moco tendido -aunque esto del moco es un decir
porque no hay mocos porque no son necesarios- porque lo cogieron en algún fallo
fallido y se la buscó.
Ya dije lo que le pasó a
Juanillo, el de Santillana del Riachuelo, que se la buscó por intentar meterle
mano a un Ángel en la Gloria y terminó follándose a un Demonio en el Infierno.
Éste tiene para largo en el cuchitril de Pedro Botero porque cometió la mayor
felonía que se puede cometer, clavarle la estaca a un Demonio en el ojo negro.
Pero
pregunto yo: Si en el Infierno se te pone dura no te queda más remedio que
adoptar una de estas dos soluciones: o te la cascas o te follas al primero que
tengas a mano, y Juanillo engatilló al Demonio que entró en su celda porque fue
al único ser que cometió la insensatez de abrir la puerta de su celda y entrar
a cuerpo descubierto, o sea, solamente con los cuernos y el rabo.
El rabo debería haber sido,
en un principio, un obstáculo para que Juanillo engatillara al Demonio, pero es
que Juanillo fue cabrero toda su vida y estaba acostumbrado a follarse a las
cabras y a las ovejas y sabía como había que apartar el rabo. Era un experto en
clavarla por el Objetivo Birmania. Cuando la sacó del ojete del Demonio la
tenía chamuscada, y no es para menos, pues para aguantar 850 grados hay que
tener un pijo como el suyo.
Compareció ante el Tribunal
de los Cuernudos, no cornudos porque estamos en el Infierno, y tuvo que
declarar durante tres meses y medio, a razón de once horas diarias, sin Abogado
Defensor, ni Fiscal ni Ponente ni pollas en vinagre. No se le permitió
defenderse y el Tribunal lo condenó a follarse cada día a tres Demonios
cabreados. No hace falta decir como terminó el pobre Juanillo, acordándose de
la cabra Rosalía y de la oveja Tristana, que a la primera se la follaba por la
tarde y a la segunda por la mañana y a la sombra de una encina serrana.
Otro caso y muy sonado, fue
el de Casimira, de Peñascal de las Apariencias, que la cogieron restregándose
un pepino, del tamaño de una calabaza, por el lugar donde tuvo el chumino y que
ahora era como un pequeño bollo sin raja ni pelo.
Como es de cajón fue al
Infierno y a su llegada le abrieron la raja del chocho, le implantaron la
pelambrera y le advirtieron que tuviera cuidado con los machos cabríos, que al
mínimo desliz si era sorprendida follando con alguno de ellos, el castigo era
de lo más escandaloso y bochornoso.
La Casi -que así era
llamada- se lo tomó a chacota y nada más verse con su chumino cubierto de pelo
se sentó junto a la pared de una celda y comenzó a hacerse una gallarda. Cuando
se hallaba jadeando por la llegada del orgasmo pasó a su vera el que fuera
cocinero mío en la Tierra, Tiburcio de la Esparraguera, al que acompañaba ni
hijo Ben Kelameto.
Ambos, al verla, se miraron
y en un santiamén la engatillaron, uno por delante y el otro por detrás y le
echaron tres polvos cada uno y sin
sacarla. Al no ser sorprendidos por ningún Demonio y habiendo quedado
los tres más a gusto que una rana en un charco, acordaron que cada día, a esa
hora, estarían en el mismo lugar para darse una buena soba.
Pero hay un refrán que dice.
Tanto va el cántaro a la fuente que… Y eso es lo que les pasó a Casimira, a
Tiburcio y a Ben Kelameto, que cuando llevaban seis meses dándole caña al mono
a diario fueron sorprendidos por un Demonio, que nada más verlos y sin dejar
que terminaran de correrse, los llevó a presencia del Jefe y Pedro Botero los
pinchó con el tridente por los genitales y los metió en la Celda de Castigo.
En otro Memorial os contaré
lo que es la Celda de Castigo y las consecuencias que lleva aparejadas.
Qué puñetero es Pedro Botero, si alguien usa el puntero lo mete en un agujero,
coge rápido el tridente y se lo mete en el ojete.
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