AQUÍ HAY LAGARTO ENCERRADO, NO HAY MANERA DE QUE TOMASÍN HABLE DE LAS CELDAS. (17)

Por el difunto Marqués de la Bragueta. 

¡Santa Clara de la Yema, desvirgada en Ipanema! ¡Santa Rosa del Rosal, que no se harta de follar! ¡Santa Marisma del Mar, que le clavaron el tocho por delante y por detrás! ¡San Nabo con Gordo Bolo, que se lo apropió Zerolo! ¡San Pijo Grande Empalmado, que un marica lo ha soñado!

¡Madrecita del alma querida!, estoy que me va a dar algo, me duele ya hasta el rabillo de la boina. Esto es para rabiar, vamos que llevo casi tres cuartos de siglo intentando que el Tomasín suelte la lengua, después de limpiarse el hocico, y no hay manera, cuando no es una manifestación manifestada la que jode la marrana son pedos al tresbolillo.

Lo tengo a mi lado, cabizbajo, alicaído, triste y compungido porque no deja de pensar en la tarea que tiene por delante para dejar las diez hectáreas de césped como se encontraban antes de peerse.

Pero es que encima yo la cagué ayer mismo, no se me ocurrió otra cosa que aconsejarle que se pusiera un corcho en el ojete por si volvía a sentir retortijones y se le escapaban varios cuescos más y la volvió a joder, y si que la jodió, y me arrogo la culpa porque la idea fue mía.

No tuve en cuenta que acababa de llegar del Infierno y que allí si que engullen alimentos para poder soportar los calores de las llamas infernales y que todavía debería tener en la tripa alubias de Arizona, garbanzos de Transilvania, collejas de Madagascar, lentejas de Mauritania, papas de Machu Pichu y tomates, cebollas y ajos de Lampedusa.

Se encontraba encorvado, manoseando la tierra y en ese mismo momento le acudió un retortijón que le obligó a soltar una fuerte ventosidad, que fue como un cañonazo de un barco filibustero, y se quedó más a gusto que mi difunta Marquesa cuando se corría follando.

A los dos minutos escuchamos al Servidor de Prensa Adosada que voceaba la siguiente noticia: Gran tempestad de mierda a 15 grados latitud norte y a 25 grados longitud este, y un corcho ha lisiado a 150 personas en la parte oriental del Purgatorio.

Nos miramos, nos pusimos el dedo en la boca en señal de silencio y acordamos estar más callados que el Bizco de Grazalema al quedarse sin faena, que fue derecho a la trena porque se cagó en Marchena, que era al Alcalde del pueblo en los tiempos de la Primera República.

Ante una situación de esta envergadura se te escapan las ideas, no eres capaz de recapacitar y presentarte en la Oficina de Siniestros y Follones y declararte culpable del estropicio. Así como tampoco que el asunto era de tal magnitud que tarde o temprano se iba a conocer quién o quiénes eran los autores y darles el castigo a que se hicieron acreedores.

Y vaya si sucedió. Nos hallábamos tendidos sobre lo que fue musgo, con las manos sobre la frente para sujetar las ideas, cuando alguien nos tocó en la barriga con un bastón de cuerno de caracol y nos dijo que nos pusiésemos de pie.

Obedecimos y nos encontramos con un personaje desconocido por nosotros, de unos setenta centímetros de estatura, pelo y barba rojizos, brazos largos, casi más que su estatura, que se presentó de esta forma:

-Os hago saber a los dos que soy el Síndico Sindicalista del Sindicato de Arpegios, Catástrofes y Jodiendas y que mi Secretaria, la Pitonisa, Lisa y Paralisa ha escudriñado y estudiado las variantes y variables de la tormenta de mierda que ha asolado una parte del Purgatorio y ha llegado a la conclusión de que el origen está en dos hombres y que uno de ellos ha llegado recientemente del Infierno.

-Con todos estos datos y una vez vaciados en el ordenador, han señalado que son ustedes los autores materiales del estropicio y no me queda más remedio que castigarlos en razón a su fechoría.

Cambiamos de color y se nos puso la tez más verde que la panza de un lagarto de Antequera; nos miró compasivamente y dijo:

-Antes de que cante la totovía han de salir para el lugar donde recaló toda la mierda y han de limpiarlo dejándolo como los chorros de oro. Deben ir llenando sacos, fardeles y espuertas de mierda para, a sus espaldas, llevarlos al Infierno, que la necesitan para sus campos de cuernos.

Este castigo fue tremebundo, no saben ustedes lo que supone llenar once mil sacos, fardeles y espuertas de mierda a mano, porque ya saben que aquí no hay herramientas de ninguna clase. Estuvimos veinte lustros llenando sacos, fardeles y espuertas y llevándolas al Infierno, donde éramos recibidos por el Demonio Encargado de los Campos de Cuernos, que no nos dio ni las gracias.