Por los difuntos Marqués de la Bragueta y Marquesa
de la Braga.
Nuestros siempre añorados y
muy amados admiradores y lectores terrícolas; ya llevo ciento cincuenta siglos
en la Gloria Celestial y se me han pasado como si nada, vamos que parece que
fue ayer cuando llegué del Purgatorio.
Mi primera preocupación nada
más llegar fue la de buscar a mi muy amada consorte; cada momento se me hacía
más intolerable no tenerla al lado porque es que aquí, aunque hay felicidad
plena, el deseo de compartir bendiciones y dicha es mayor y más cuando a la
persona deseada la tuviste tantos años a tu lado, disfrutándola a pajera
abierta de….
Como es fácil de entender no
puedo citar palabras y hechos que aquí no se toleran porque sería tanto como
tener que volver al Purgatorio y yo me hice la promesa de jamás volver a un
lugar donde si resbalas te mandan al horroroso Infierno.
Fue tanta la maldad, la
envidia, la indignidad, la mala leche que tuve que soportar en aquel lugar que
no me quedaron ganas de volver a él. Solo con
recordar al Cuernero Mayor del Infierno, con sus 5 cuernos, me entraban
escalofríos. Es que, aunque lo intenten, no pueden ustedes hacerse la más
mínima idea de cómo es este Demonio.
Por donde pasa va dejando un
intenso olor a azufre y mierda que tira de espaldas. En la Tierra estaba
maldito por sus horrorosos crímenes y en el Infierno por su aspecto y olores.
Pero aquí es muy sencillo
vivir, bueno lo de vivir es un decir porque la vida se nos acabó en la Tierra,
aquí es el Alma sin materia la que pulula y goza del bienestar de los
bienaventurados.
Hace unas pocas fechas me
crucé con dos almas gemelas, se las podía ver desde miles de kilómetros y ambas
irradiaban tanta felicidad que te contagiaban. Son la Madre Teresa de Calcuta y
el jesuita Vicente Ferrer.
Almas que en la Tierra
llevaron una vida ejemplar, dignísima, las puedes ver por cualquier lado y te
apercibes que todas fueron de las clases más humildes, de los desfavorecidos que
únicamente tenían sus manos, su honradez y su vergüenza. Se les nota nada más
verlos, son tan ejemplares que los encuentras siempre rogando por quienes
fueron sus tiranos.
Y claro está, estas
ejemplares conducta se pegan. En la Tierra se imita al ladrón, al malversador,
al político golfo y metedor de la mano en la saca y a todo el que triunfa
enriqueciéndose con malas artes. Todos esos son los que van llegando, unos al
Infierno (la mayoría) y los menos al Purgatorio. Dudo mucho que alguno consiga
venir a este Paraíso.
Y digo que las conductas
ejemplares de los dignísimos se pegan y es cierto. Yo, cada día, cada momento
me siento mucho mejor que en la Tierra porque allí lo único que hice fue
disfrutar de todos los sentidos porque entendía que para eso los teníamos.
Me enseñaron que estábamos
hechos de necesidades y que unas había que remediarlas y otras sofocarlas, y
una de ellas, la del fornicio, era para mí tan necesaria que llegué a ser
catalogado como el hombre más viril por el uso y abuso que hice de mis
genitales.
Y
también entendía que el uso y abuso del tanganillo no era delito sino un pecado
y que como tal se podía perdonar. No tuve harén, como mi hijo Ben Kelameto,
porque mi harén era toda España y en toda ella dejé rastro de mi virilidad. Jamás
pagué por disfrutar con una mujer y nunca dejé a ninguna insatisfecha, lo que
dice mucho en mi favor.
Queridos míos, aunque no quieras, que es que sí porque te obliga el
ambiente, te aposentas en cualquier lugar y te sientes tan a gusto, tan libre,
tan sumamente feliz que miras a donde piensas que debe estar el Sumo Hacedor y
le pides con todas tus fuerzas que envíe una tormenta de decencia, de
generosidad, de solidaridad y de amor al prójimo que inunde toda la Tierra y la
fructifique.
A veces me cabe la duda si no sería mejor dejar las cosas tal y como
están en la Tierra, porque habiendo malos se conocen a los buenos, sabríamos
donde están los benditos de Dios y los abonados al Infierno.
Creo sinceramente que Dios nos da la enfermedad y al mismo tiempo la
medicina para curarla. Que sepamos y queramos emplear el remedio es de nuestro
libre albedrío. La infamia se combate con nobleza y bondad. AMEN.
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