Por Evaristo Pitaluga i Poveda
207.774 miembros del PSOE eligieron a José Borrell candidato socialista a la presidencia del gobierno para las elecciones generales del 2.000. Fue el 24 de abril de 1.998.
Esta noticia, narrada así simplemente, podría pasar por ser simplemente un hecho estadístico; lo noticiable, lo histórico, es que el contrincante en dichas primarias era el propio Secretario General del Partido, Joaquin Almunia, elegido hacía menos de un año en el 34º Congreso (en el que los 945 delegados refrendaron su elección con una entusiasta ovación) y que había recibido el apoyo de todo el aparato del partido, por lo que fue interpretado como una bofetada a Felipe González
y al equipo dirigente, empezando el acoso y derribo.
Más aun, no solo toda la ejecutiva del PSOE estaba con el Secretario General, el mismísimo Felipe González había hecho campaña a favor del Joaquín Almunia acompañándole en distintos actos (como, por ejemplo, la presentación del libro titulado “Los secretos de Almunia” en la que se sentó en primera fila) y haciendo declaraciones a su favor.
Para el ex-Secretario General lo importante no era el Partido, era el gobierno de la nación; y así lo dejo claro cuando a la salida del acto, González respondía a un periodista de Antena 3 TV diciendo que:
“No estoy pensando exactamente en lo que puede ser el interés del partido, estoy pensando en el Presidente del Gobierno futuro”
denotando claramente esa prioridad, que no sería malo si no fuera porque también denota claramente otra prioridad, el interés de los dirigentes frente al de los afiliados, simpatizantes y votantes, para mantener asegurado el puesto en la función pública de la administración del estado, autonómica o local, que era lo que realmente importaba a casi toda la clase política del momento, y los socialistas no eran menos. Esto es lo que venía sucediendo desde que se ganaron las primeras elecciones generales pero como los escándalos políticos y los casos de corrupción implicaban cada vez a más dirigentes, algunos tuvieron que salir de la escena política antes que les sacaran.
Las primarias dejaron claro no solo que la voluntad del Partido y de sus afiliados seguían caminos distintos y divergentes. Borrell obtuvo el apoyo del 55% de los algo más de 380.000 afiliados; se impuso en 14 Comunidades Autónomas y Almunia en tres, País Vasco (la suya), Castilla La Mancha y Andalucía (feudos de los dos Barones felipistas más destacados, Bono y Chaves, que hicieron campaña a favor de Almunia). La apuesta de esta última Comunidad Autónoma, mejor dicho de sus dirigentes, fue tan alta que en Jaén un militante “se auto inculpó de fraude electoral en las elecciones primarias, por orden directa de Gaspar Zarrías, consejero de la Presidencia de la Junta de Andalucía”,
Por su trayectoria y hombre salido del pueblo, era un defensor a ultranza del sector público (lo contrario que Felipe González que inició las privatizaciones, que continuó Aznar y concluyó Zapatero). Además, el hecho de ser catalán, pero rechazar el catalanismo y defender la unidad de España, le valió el apoyo de la militancia de base; por otro lado hay que añadir su completo curriculum profesional (hijo de panadero y becado, saco los títulos de Ingeniero Aeronáutico y Doctor en Ciencias Económicas de manera muy brillante, así como diferentes diplomas obtenidos en universidades de España, Francia y Estados Unidos) y político (en 1975 fundó la Agrupación Socialista Madrileña junto a Javier Solana, fue Secretario de Estado de Hacienda de 1984 a 1991 y Ministro de Transportes y Obras Públicas hasta 1996).
La militancia socialista, con la elección de Joaquín Almunia como Secretario General, se había hecho a la idea de atravesar una nueva legislatura con Aznar al frente del Gobierno, pero el efecto Borrell les levantó el ánimo y la moral; les hizo creer firmemente en la posibilidad de ganar las elecciones e incorporar España a la Europa que estaba formando gobiernos con mayorías de izquierdas.
José Borrell tenía un discurso de izquierdas y parecía el más preparado para ganar o, en caso contrario, endurecer la oposición a un gobierno de derechas, que se veía revalidar por un descontento generalizado de la sociedad motivado por la sucesión de escándalos y corruptelas que aparecían continuamente en todos los medios relacionadas con la última etapa del gobierno socialista, al que salpicaba de lleno.
Por el contrario, para la mayoría de los dirigentes, un Almunia más moderado garantizaba la mayoría necesaria para reconquistar la Presidencia del Gobierno. Además González amenazó diciendo que se marcharía si Almunia perdía.
Finalmente ocurrió lo que tenía que ocurrir. Realmente ¿Cuál fue la causa que obligo a Borrell a renunciar a ser el siguiente Presidente del Gobierno, con tantos ases en su mano? ¿Fue la orfandad a la que estaba sometido lo que le empujó a la dimisión o fue la guerra sorda que el "felipismo" mantuvo contra él desde que ganara inesperadamente las elecciones primarias del partido?
Nada de eso. Lo que realmente paso fue que alguien destapó el caso Aguiar-Huguet. Joaquín Almunia insistió continuamente que había sido destapado para "salvar" al portavoz del gobierno y Ministro de Industria, Josep Piqué, que estaba siendo acusado de graves irregularidades (desviando así la atención del electorado, próximas las elecciones generales) y porque a quien arruinaba este escándalo financiero era a los socialistas.
Fue la prensa quien denunció que Ernest de Aguiar y José María Huguet, ex colaboradores y amigos personales de Borrell cuando fue Secretario de Estado de Hacienda, se enriquecieron de forma irregular y ocultaron al fisco sus cuantiosas ganancias.
Durante una comparecencia ante la prensa y acompañado de personalidades del partido como Luis Yáñez, Alfredo Pérez Rubalcaba o Fernando Morán, José Borrell (que es quizás el más europeo de los dirigentes socialistas españoles) entregó un informe escrito de sus actividades financieras, explicó su situación económica y anunció, ante un centenar de periodistas, su retirada de la carrera por la presidencia de gobierno, al más puro estilo de los políticos europeos (sin esperar a tener que ser imputado para dimitir, y ocultando un año de abierta hostilidad por parte de Felipe González y del aparato de su partido).
"La política no puede ser únicamente llegar al poder o mantenerse en el mismo"
"He dicho que soy un corredor de fondo y lo soy, pero no se trata de mantener la carrera a cualquier precio"
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