CALENTAMIENTO DE MOTORES

Los partidos políticos, ante la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas, empiezan a engrasar sus maquinarias electorales.

Unas elecciones son muy complejas. Son muchos los palillos a tocar. Cada militante, o mejor dicho, cada grupo de militantes, suele realizar una misión específica. Hay que preparar: Programas, Listas electorales, Mítines (con lugares y fechas donde se celebrarán), Propaganda y Publicidad (con con la posterior pegada de pasquines), y un sinfín de asuntos más.

Vamos a intentar ir desgranando estos aspectos y de paso iremos comentando las pertinentes actuaciones para llevar a feliz término los mismos.

Programas.- Unos militantes, generalmente los más doctos o capacitados, suelen preparar los programas que les deberían llevar, si todo sale según lo previsto, a la tan deseada o ansiada victoria. Otros militantes, mientras tanto, ocuparían su tiempo en “preparar” las listas que les posibilitarían hacer realidad el tan anhelado triunfo electoral.

Son momentos mágicos, no exentos de cierto nerviosismo, entre los responsables del aparato. Todos desean lo mejor, y éste pasa por el triunfo electoral. En principio no se piensa en otra posibilidad, después, y a lo largo del proceso electoral, la realidad suele imponer sus propias reglas.

La filosofía política que sustenta a un partido, es de enorme complejidad. Su fundamento es la esencia y razón de ser del mismo. Sin esqueleto ideológico no se puede sostener el cuerpo del partido. Se necesitan principios sólidos, sin fisuras ni mermas, para que un partido no haga aguas y se desmorone.

El Programa tendrá que ajustarse a esos principios ideológicos, si desea ser fiel a la filosofía que lo inspiró, en caso contrario tendrá el peligro de ser derribado por su propia base, al carecer de apoyos sólidos.

Listas.- Se sugieren nombres de personas, con un determinado “perfil” que ayuden a movilizar al electorado en beneficio del partido. Hay personas que cumplen esta función a la perfección. Han ocupado, o lo están haciendo en ese momento, puestos de cierta relevancia política o social y que harán atractivas, sin ningún género de dudas, las citadas listas. ¡Hay que aprovechar todas las bazas!

En conversaciones previas, de las muchas que mantienen los partidos en épocas preelectorales, habrá alguien que manifieste, posiblemente con razón que: “La lista debe ser muy atractiva para movilizar al electorado”. En caso contrario éste no acudirá a votar. El electorado cada vez está más remiso a acudir a la solicitada cita. Cada vez está más cansado de que, pese a lo mucho que se le promete, pocas veces estas promesas se ven plasmadas en la realidad, y piensa, posiblemente con toda la razón del mundo, ¿para qué ejercer el tan sacrosanto derecho del voto?

La verdad es que el electorado está cansado de tantas consultas en las urnas. ¿Para qué tanto derroche, en todos los campos (económico, político, social, etc.) si se tiene la certeza de que no cambiará nada? Esto es algo que la mayor parte de los mortales se pregunta insistentemente y siempre con el mismo resultado: para nada.

Hubo un preclaro político en la Transición, creo recordar que fue el profesor Tierno Galván, el que decía, no sin cierta énfasis, que los programas oficiales, los que los partidos enfáticamente presentaban a la ciudadanía, “no se hacían para ser cumplidos, sino para ganar las elecciones”. Después se haría lo que se pudiese, o más bien lo que procediese. Creo que hizo un flaco servicio a todos los grupos políticos y por elevación a La Democracia. La ilusión de la militancia y la coherencia política sí que moviliza a los votantes (militantes o simpatizantes) y creo que es la esencia de las campañas electorales. El engaño, la mentira y el uso indebido de los ajeno, sí que rompe esa ilusión y enfría la posible euforia electoral en cualquier campaña, por bien orquestada que esté.

Volviendo al tema de las listas. Todos los partidos desean “ofrecer” a sus posibles votantes la mejor de ellas, aquella que más motive, que más movilice, en una palabra “aquella que le haga ganar mayor número de votos” y le permita con éstos ganar, para poder gobernar. Esta es la esencia de la democracia. Sin la ilusión de triunfar en las urnas, ¿para qué concurrir a unas elecciones?

Algún atrevido manifestará que en la confección de las listas no deberíamos ceñirnos sólo a los militantes. Los “adornos”, siempre que estén bien ponderados, son bastante positivos. Deberíamos “meter” a alguien con suficiente gancho social para “robar” votos a los adversarios, pero ¿dónde está ese “mirlo”?

En estas largas conversaciones habrá alguien, con fama de sesudo, que dirá con cierta mansedumbre: “Conozco a una persona, y lo citara, que si se le toca convenientemente puede colaborar con nosotros, prestándonos su nombre e influencia, para figurar en la lista, eso sí, en un lugar discreto”. Su inclusión podría aportarnos un número considerable de votos y esos son siempre importantes. Por desgracia y, lastimeramente manifestará: “pese a quien le pese, no estamos muy sobrados de ellos”. Los votos nunca son despreciables. Siempre serán bien venidos, procedan de donde procedan, dirá algún otro, con cierta sorna y algún retintín.

Estas elecciones serán muy reñidas, resaltarán algunos. La próxima confrontación electoral será durísima, dirán otros. En estas dos últimas manifestaciones, habrá casi total coincidencia. Así una lista interminable de opiniones y pareceres que fluirán sobre la mesa cuantas veces se reúnan para hablar del tema. En el fondo hay, aunque no se atrevan a comentarlo, cierto miedo al resultado de las urnas. Éste suele ser siempre un tanto incierto. ¡Hay tantas circunstancias que intervienen en cualquier confrontación electoral!

Alguien, al que la idea le haya parecido bien, manifestará: ¿Quién podría hablar con él para intentar sensibilizarlo y atraerlo a nuestro terreno? Otro propondrá, dirigiéndose a algún compañero: Habla tú con él ya que mantienes una buena relación de amistad. Otro, muy digno, manifestará que el partido tiene suficientes militantes para formar una lista con “gancho” para triunfar en la contienda electoral sin necesidad de recurrir a elementos foráneos. ¡Disparidad de opiniones! Éstas son dignísimas, pero poco prácticas.

Así transcurrirán las noches, largas noches por cierto, hasta que la proximidad de la fecha empiece a poner nerviosos a los responsables de la confección de las mencionadas listas. Son fechas de mucha tensión y algún que otro enfado entre militantes, enfado que desaparecerá cuando el parto del listado se haya consumado.

Las cabezas pensantes tendrán que hacer grupos de trabajo, sin temor al desaliento, para dar cumplidas respuestas a cuantas preguntas surjan o puedan surgir, entre la militancia y personas afines, en cualquiera de las múltiples áreas que compondrán, o al menos deberían componer, el programa electoral. Estas preguntas, o mejor dicho las respuestas a estas preguntas, deben ser meticulosamente estudiadas para ser lo suficientemente coherentes y convencer, a propios y extraños, de la bondad y veracidad de las mismas. Ese será el esqueleto que sustente toda la campaña y donde se incidirá machaconamente a lo largo de la misma.

De la capacidad de transmitir respuestas coherentes y ajustadas a la verdad, dependerá el éxito o fracaso de la confrontación electoral partidista.

Mítines.- Aunque aún se siguen practicando al viejo uso, aunque habitualmente se siguen utilizando para dar a conocer los programas políticos de las diferentes formaciones, la modernidad y los cuantiosos medios de difusión, acabarán con ellos. A los partidos políticos, como cualquier maquinaria pesada, porque a ellas se asemejan, les cuesta mucho cambiar de modelo de comunicación. No es que les falte imaginación, es más bien que temen que, con el cambio, pierdan el contacto y la proximidad humana de sus posibles votantes. Entienden que esta proximidad les humaniza y el calor humano de los que asisten a sus mítines, les dan fuerzas para continuar en la brega política, sin que el desánimo cunda en sus espíritus de luchadores.

No tiene mucho sentido que los mítines se sigan celebrando en la actualidad y que a ellos se pliegue la fuerza de la campaña, puesto que nacieron exclusivamente para dar a conocer “las bondades” de los programas de las formaciones políticas y éstas, se pueden dar a conocer, posiblemente con mayor poder de penetración, a través de los periódicos, la radio y, sobre todo, la televisión.

Renovarse o morir. Este es un principio de enorme realidad. La sociedad que no avanza, de hecho, retrocede. Los partidos políticos no son una excepción. Tienen la obligación de modernizar sus estructuras y de adaptarse a los nuevos tiempos. ¿Tendría sentido que los carteles de su publicidad se hiciera a mano? ¿Sería de recibo que sólo se usase la voz en los mítines, prescindiendo de los imprescindibles equipos de megafonía? No, y mil veces no. Es necesario aprovecharse de la técnica en todos los campos y el de la política, no es una excepción.

Propaganda y publicidad.- Los pasquines, como parte importante de la publicidad política, primero en su elaboración y después con el pegado en calles y plazas, es la parte de las campañas electorales que, posiblemente, sea la que menos cambios haya sufrido a lo largo del tiempo. Sí que ha cambiado en su diseño y concepción. Se ha adaptado a los tiempo que corren. Se ha modernizado.

La publicidad ha pasado en los últimos años de ser un arte, a ser una ciencia, con campo propio, donde desarrolla su competencia científica. De lo primero que se proveen todos los grupos políticos, sin excepción, es de un buen equipo “Director de Campaña”. En él recaerá toda la responsabilidad de llevar la nave a buen puerto. Dicho Equipo tiene competencia sobre los diferentes equipos que le proporcionan continua información de los distintos campos electorales y que en todo momento le dan apoyo. Un buen Equipo de Campaña no tiene por qué tener la nacionalidad del lugar donde ésta se celebre. Suelen ser “apátridas”, es decir mercenarios especialistas en ganar elecciones. Suelen tener elevadísimos emolumentos y tienen la norma de “cobrar” por objetivos conseguidos.

Volviendo a la publicidad. La ciencia publicitaria ha conseguido “cotas” de fiabilidad en su función, que, sus publicistas, con su buen hacer, son capaces de modificar la trayectoria electoral de un colectivo. Los publicistas de nuestro país gozan de una merecida fama internacional. Son apreciadísimos sus “trabajos” en los foros internacionales donde participan.

Hay avezados técnicos que, con su saber transmitir, son capaces de llegar con profundidad a las masas de votantes y hacerles cambiar el sentido del voto. De todo eso, y de más, son capaces estos insignes “influyentes” de voluntades. Son muy apreciados por el área de Propaganda y publicidad de las formaciones políticas.

Las agrupaciones locales de los partidos y agrupaciones políticas disponen de unos “aparatos” bien engrasados cuya función básica es hacer llegar a todos y cada uno de los posibles votantes, las excelencias de sus formaciones. Para ello se sirven del envío domiciliario de propaganda, esta faceta es más conocida como “sobreado”.

La propaganda en los pueblos y ciudades, como actualmente se hace, es tremendamente dura. Pese a que las agrupaciones locales ya tienen mucha costumbre, por haber realizado esta faena en anteriores campañas, es un trabajo arduo, duro y bastante penoso y los militantes huyen de él, porque suele acarrearles algún disgusto que otro su cometido. Como siempre y por desgracia, éste recaerá sobre muy pocas personas, el resto de la militancia se inhibirá con argumentos no siempre explicables y sobre todo poco entendidos. Al triunfo, si es que llega, se apuntarán todos. ¡Así es la política!

Julián Cuenca


P.D. No se acaban aquí los temas electorales. El resto requeriría un nuevo trabajo y éste no sé si llegará. ¡Doctores tiene la ciencia! (la frase real es: tiene la Iglesia). Entiendo que estas líneas escritas un tanto a la ligera no han sida más que un desahogo por mi parte para matar un rato matinal de un día de nuestro siempre agradable otoño. Ruego lo entiendan así.

Pido disculpas por mis posibles errores de enfoque y apreciación y sobre todo no entraré en polémica con personas o grupos que tengan una opinión diferente a la mía. Vaya por delante mi respeto a quien no piense como yo, el mismo que ruego tengan conmigo. Gracias.