Cuando los políticos que ocupan puestos gubernamentales, es decir tienen responsabilidades de gobierno, oyen estas dos palabras, escritas en el sentido del título de este escrito, generalmente se sienten muy preocupados y lo normal es que se echan a temblar. Y no es para menos.
Vamos a intentar situar la expresión Huelga General desde su propio significado. La huelga general, según la Real Academia de la Lengua, se define como: “La suspensión colectiva del trabajo, que se replantea simultáneamente en todos los oficios de una localidad, provincia, región o país, destinada a presionar para obtener reivindicaciones”. Esta suspensión colectiva del trabajo no responde exclusivamente a reivindicaciones de tipo económico, sino a consideraciones, explicitadas o no, de ruptura con el orden estructural existente. Pero, tal vez, la definición más acertada y a la vez aceptada universalmente es la que la considera como: “Un acto por el que un grupo social manifiesta, tanto su solidaridad interna como su enfrentamiento a la estructura social existente, lo que se traduce en un paro colectivo del trabajo y cuyo fin es expresar una voluntad o un descontento al objeto de influir sobre la decisión, tomada o a tomar, por el que posea el poder para ello”
Vamos a intentar situar la expresión Huelga General desde su propio significado. La huelga general, según la Real Academia de la Lengua, se define como: “La suspensión colectiva del trabajo, que se replantea simultáneamente en todos los oficios de una localidad, provincia, región o país, destinada a presionar para obtener reivindicaciones”. Esta suspensión colectiva del trabajo no responde exclusivamente a reivindicaciones de tipo económico, sino a consideraciones, explicitadas o no, de ruptura con el orden estructural existente. Pero, tal vez, la definición más acertada y a la vez aceptada universalmente es la que la considera como: “Un acto por el que un grupo social manifiesta, tanto su solidaridad interna como su enfrentamiento a la estructura social existente, lo que se traduce en un paro colectivo del trabajo y cuyo fin es expresar una voluntad o un descontento al objeto de influir sobre la decisión, tomada o a tomar, por el que posea el poder para ello”
Las huelgas generales se convocan, generalmente por las organizaciones sindicales, contra el Gobierno para protestar contra alguna o algunas medidas tomadas por el Ejecutivo y que la ciudadanía entiende lesionan sus intereses. Una huelga general: a) independientemente de las causas que la propicien; b) de la apremiante necesidad o no de la misma, que eso puede ser discutible; c) del momento (oportuno o inoportuno) en que se anuncia y d) de la posible fecha de celebración de la misma, supone un varapalo al Ejecutivo, se mire como se mire.
Cuando se llega a convocar una huelga general, previamente se le ha manifestado al Gobierno, por activa y por pasiva y en todos los tonos posibles, que están realizando una mala gestión, una mala política: económica y social y que ésta nos avoca irremisiblemente a un callejón sin salida. Se le ha pedido encarecidamente que cambie de actitud y busque, y sobre todo encuentre, fórmulas que alivien la situación, generalmente mala, en que se encuentra una gran masa poblacional.
Sólo cuando un gobierno, por muy democráticamente que haya sido elegido, hace oídos sordos a las reiteradas peticiones de cambio que se le hacen desde diversos ámbitos y cuando mira para otro lado ante la gravedad de la situación en que se encuentra el país, es lo que obliga a los representantes sociales de la ciudadanía a solicitárselo de otra manera y ésta, lamentablemente, no es otra que convocarle una “Huelga General”
La convocatoria, por las Centrales Sindicales, de una Huelga General no es nada agradable. Toda huelga supone un gran desgaste para quien la convoca y la lleva a cabo. Las huelgas en general no suelen gozar del fervor popular. Siempre hay aristas que se producen. Crean serios perjuicios: en primer lugar para los trabajadores que pierden sus salarios, en segundo lugar para las empresas que dejan de producir sus fabricados y en tercer lugar para el propio país que las soporta. Sin olvidar que supone, por último, un gran desgaste para el Gobierno al que se la montan.
La convocatoria de la Huelga General se realizó en la primera quincena de julio. En esa convocatoria se señaló como día de celebración de la misma el 29 de febrero de 2.010. ¡Largo me lo fías Sancho!
Entre estas fechas, dos largos meses, se esperaban posibles rectificaciones. Los sindicatos convocantes pensarían, tal vez sólo era un deseo, que el Gobierno tendría tiempo, si ese era su intención, de cambiar de talante y mejorar las condiciones de trabajo de la Reforma Laboral que acababa de aprobar por Ley, introduciendo las oportunas mejoras que se le venían demandando. El Gobierno, a su vez, creería que los sindicatos habían hecho la convocatoria a tan largo plazo, para tener tiempo de sondear a sus bases y a la opinión pública, de la conveniencia o no de llevarla a efecto, y en función de dicho sondeó, del parecer de la calle, hacerla efectiva o suspenderla.
Entre estas dos fechas el ambiente se fue caldeando. Los “liberados” sindicales fueron explicando a las plantillas de trabajadores de las empresas en qué consistía la Reforma Laboral recientemente aprobada por el Congreso de los Diputados. Ésta era claramente desfavorable para el mundo del trabajo. Los dirigentes de UGT y CC.OO. de todos los niveles, mientras tanto, se preocuparon de acudir reiteradamente a los “medios” de comunicación para informar ampliamente a la ciudadanía de los múltiples motivos existentes para secundar la anunciada Huelga General del día 29 de septiembre.
(Continua en II)
(Continua en II)
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