Poemas ripiosos eróticos-irónicos-festivos (XXXIV)

EN LA PLAYA LO ENCONTRÓ. (Primera parte)
Para mi amigo Sarapioca.

Por el Vizconde de la Pitusa y la Vizcondesa de la Pepitilla.

Su madre se lo decía: Si es que te quieres casar has de buscártelo tú y ya debes comenzar. Y esto se lo planteaba porque ya estaba madura y el pueblo era tan pequeño que ya no tenía ni cura. Ni sacerdotes ni tíos y los poquitos que había eran tan feos y tripudos que daban alferecía. Era una hermosa mujer, buena estatura y morena, con trasero respingón y hasta un poquito rellena. Piernas como catedrales y muslos como las diosas, y las dos de la pechera se adivinaban preciosas. Por ser bastante velluda el pensamiento decía que lo que había en la entrepierna como un almohadón sería. Y una hembra de esta clase necesita un garañón que la cubra diariamente si no quiere ser cabrón. Pues cuando pruebe el mojete querrá estar todo el día espatarrada en la cama dándole al chocho alegría. Porque así suele pasar a la soltera madura que cuando prueba un buen nabo no se va la calentura. Y hablando con una amiga de este tema y otros más le aconsejó que se fuera a bañarse al litoral. Porque a las playas acuden muchachos como una pica que al mojarse el bañador se nota si es grande o chica. Y si es gracioso de cara, fortachón y bien plantado, le enseñas alguna teta y lo tienes enganchado. Lo llevas al bungalow y antes de que te la meta échale mano a los bajos y le palpas la bragueta.  Porque alguna vez pasó que el pijo no era real pues se había puesto un pepino para así poder fardar. Si compruebas que es el suyo le dices que estás entera y que con mucho cuidado comience a abrir la gatera.

No lo vio mal la muchacha y a una playa se marchó, y para cuatro semanas un bungalow alquiló. Después de abrir las maletas se colocó el bañador y se fue para la playa a tomar un rato el sol. Una esterilla de esparto colocó sobre la arena y enseguida se tendió para empezar la faena. Se puso gafas de sol, una pamela preciosa y un biquini floreado que cubría muy poca cosa. Cuando pasaba un muchacho con ansiedad lo miraba desde la cara al paquete para ver si le gustaba. Y a uno que le agradó le pidió que le pusiera crema por todo su cuerpo tendida sobre la estera. Y gentilmente el muchacho, con parsimonia y destreza, le untó con crema la piel de los pies a la cabeza. Ella le miró el paquete mientras el joven la untaba y en sus adentros decía: Éste sí que me la clava. Porque si el bulto es real y no es zanahoria o pepino, el pijo de este muchacho pronto estará en mi chumino. Ella estaba boca abajo y cuando la vuelta dio aquel joven se hizo cruces por lo que en los bajos vio. Con las piernas muy abiertas le asomaban los bigotes entre el bikini y las ingles tan negros como cerotes. El muchacho se empalmó viéndolo ella al momento y sin decirle ni pío lo levó al apartamento. Se desnudaron aprisa y en la cama se tendieron; la estrenó de un volapié y follando enloquecieron pues no pararon de hacerlo mientras potencia tuvieron. !San Chocho negro y peludo, Patrón de la pelambrera! No te afeites los bigotes y que te asomen por fuera, que cuando estés en la cama ya verás lo que te espera.