El clima se fue caldeando y conforme avanzaban las fechas, pese a que en verano la población suele tener gran movilidad, la ciudadanía se empezó a sentir sensibilizada y sobre todo motivada por lo que se jugaba.
En estos dos largos meses las espadas, esgrimidas por Sindicatos y Gobiernos, siguieron en alto y las posiciones de partida no sufrieron ningún tipo de cambio. Los Sindicatos no dieron un paso atrás en sus reivindicaciones. Por su parte el Gobierno no hizo un solo gesto que invitase a creer que iba a cambiar un ápice la reciente Reforma Laboral.
Empezó a aparecer la propaganda publicitaria explicando a la población las causas por las que se había convocado esta Huelga General. Se pedía a la ciudadanía que acudiese en masa y sin fisura a esta huelga para demostrar al Gobierno su desacuerdo con la citada Reforma Laboral y así evitar que la misma entrase en vigor.
Los sindicatos UGT y CC.OO. pedían al Gobierno de España, de una manera urgente y sin dilación, la rectificación de las siguientes medidas contempladas en la Reforma Laboral:
- Ampliación de las causas del despido; cargando sobre el Fogasa la mayor carga de las indemnizaciones de dicho despido
- Liberar a las empresas de los acuerdos y derechos establecidos en los actuales Convenios Colectivos.
- Posibilitar a las distintas administraciones (local, autonómica y estatal) despedir a sus funcionarios, si eso les supone ahorrar costes, privatizando determinados servicios.
- Habilitar a Empresas de Trabajo Temporal para que sustituyan las bolsas de empleo de las Administraciones Públicas.
Todas estas medidas eran claramente contrarias a los intereses de los trabajadores. Con la aplicación de las mismas, los derechos de los trabajadores se verían cercenados y se volverían a tiempos felizmente finiquitados.
Pese a lo justificado de dicha Huelga General, avalada por más de cuatro millones y medio de parados, su seguimiento fue desigual. ¿Qué pasó? Las causas tal vez habría que buscarlas en el cansancio de la población al reiterado bombardeo de los medios a lo largo de más de sesenta días. ¡Mucho tiempo informando! Posiblemente haya estado la huelga demasiado tiempo convocada (dos meses largos ha sido excesivo).
En realidad desconozco las causas de la poca respuesta del mundo laboral y por ende de la población en general. ¿Será que los sindicatos tienen escaso poder de convocatoria? No olvidemos que la afiliación sindical en este país es muy baja y de entre estos pocos afiliados, gran parte de ellos, cumplen función de “enlace” entre los trabajadores de las empresas. En el fondo, pese a que los sindicatos no hacen distingos a la hora de defender a los trabajadores, afiliados y no afiliados, los carentes de afiliación no se sienten comprometidos con las directrices emanadas de las Centrales Sindicales.
Personalmente entiendo que la obligación de hacerle rectificar al Gobierno debería ser función de los partidos políticos que están en la oposición. Son los partidos políticos de la oposición los que ejerciendo su sacrosanta función de “vigilantes” del Ejecutivo, deben oponerse a esa forma poco correcta de gobernar y si, necesario fuera y siempre como situación límite, ponerle al Gobierno, de acuerdo con la legislación vigente, una “moción de censura” para obligarle a rectificar y cambiar las “maneras” de ejercer el poder. Si esos partidos opositores, por temor al fracaso o al desgaste, no lo hicieran, son los ciudadanos los que deben tomar buena nota de esa actitud y tener muy en cuenta ese mal comportamiento político ante futuras confrontaciones electorales. No debemos olvidar que en democracia el poder siempre emana del pueblo y es este pueblo el que debe exigir a los políticos que, con su voto, elevó al Congreso, conductas correctas y medidas acertadas de cara al buen gobierno del país.
Cuando un Gobierno demuestra no estar a la altura de las circunstancias, o no está preparado para gobernar como corresponde al momento histórico que ejerce, o si sus decisiones no son lasa correctas, la fórmula ética, la que suele ser habitual en el mundo democrático, es pedirle, por los medios que procedan, su inmediata dimisión.
Todos sabemos que por mucho que la ciudadanía solicite de un gobierno la dimisión, si este no desea dimitir, es democráticamente imposible obligarle. Los partidos opositores sí que pueden obligarle a hacerlo, solicitando `para ello una “moción de censura”. Si a resultas de su aplicación el Gobierno perdiera apoyos parlamentarios entonces sí que la democracia tiene prevista la disolución de la Cámara de Representantes y por consiguiente el cese del Gobierno. Éste quedaría en funciones hasta, la resolución antes las urnas, de la siguiente confrontación electoral.
Volviendo a la Huelga General. Cuando se convoca una huelga general es que la ciudadanía no tiene otra manera de demostrar a los poderes públicos, que un determinado colectivo ha llegado al límite de tolerancia y no puede ni está dispuesto a aguantar más. Los ciudadanos de a píe no aceptan más engaños, por bien envueltos que los poderes públicos se los presente. Están al borde de la desesperación y no ven otra manera de demostrar, a quien los gobierna, que deben de cambiar las maneras de ejercer el poder y las leyes que les dan cobertura.
Que nadie piense que una huelga es un plato de gusto. Una huelga es, por lo general:
- Un acto poco entendido, por los que no están dispuestos a ir a ella
- No bien visto por los que no sienten lesionados sus intereses y
- Mal vista por los que les va “bien en la burra” y todo cambio les supone un riesgo.
En cuanto al que piensa ejercer su derecho a acudir a la misma, acepta de antemano que le generará un desgaste en el plano personal y un desembolso económico en las arcas familiares. Por tanto una huelga, que suele perjudicar a casi todos, si no se lleva a cabo, sólo beneficiará al Gobierno de turno que seguirá aplicando una política errónea, mientras permanece en sus cómodas poltronas.
Julián Cuenca
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