Por Evaristo Pitaluga i Poveda
El Tesoro Público ha tenido que reconocer que este país está endeudado hasta el año 2041.
En la página 51 del documento, Ajuste fiscal y nuevo equilibrio estructural en España, mejor dicho Fiscal adjustment and structural rebalancing in Spain, en ingles que es como realmente está editado en diciembre del pasado año por el Ministerio de Economía y Hacienda y publicado en su web, quizá porque está enfocado solo a los mercados y no a los ciudadanos, se reconoce que en 2.041 habrá que pagar entre capital e intereses unos 10.000 millones de euros.
Si alguien no se ha creído que estos próximos años serán difíciles, podrían echar un ojo a las columnas de 2012, 2013 y 2014; 66.000, 72.000 y 55.000 millones de euros tendrá que pagar el tesoro público, entre amortización e intereses, por la deuda contraída en estos dos o tres últimos años.
Estos años pasados, el presente y los dos próximos se los hemos robado a las generaciones venideras, que serán quienes tendrán que pagar el despilfarro realizado por un gobierno que se ha plegado al capricho de los mercados y a las estrategias de un sistema económico tan caduco como el que sucumbió tras el desmoronamiento del muro de Berlín, pero que se presenta más perverso y contumaz. Sea porque ha sabido atraerse a su lado a políticos faltos de ética, sea porque ha pillado a las clases medias con la barriga llena y por ello insolidarias.
Quienes tienen la sartén por el mango han sabido hacer las cosas. Se han preocupado muy mucho de que en los sistemas democráticos los sistemas de control se hayan envilecido, por un lado, y la concentración del poder en unas pocas manos, por otro, están desvirtuando la verdadera esencia de la democracia que pretende evitar un oligopolio. Un estado en el que no haya contrapoderes capaces de neutralizarse mutuamente se transforma en una especie de partida de cartas en las que no caben más que dos o tres jugadores.
No en vano se está machaconamente instando a la existencia de dos partidos políticos principales. Es más fácil controlar las decisiones tomadas en Ferraz o en Génova referente al funcionamiento de las Cajas de Ahorros (la mitad del sistema financiero), de las empresas públicas, de los organismos reguladores o de las instituciones, por ejemplo.
La existencia de más partidos políticos representaría un espectro más realista de la voluntad de la sociedad, pero ocasionaría más problemas para el sistema y el bipartidismo es mucho más fácil de controlar (máxime cuando las posiciones representadas son tan similares).
La presión de los mercados hace que los gobiernos se tengan que desnudar y pone de relieve hasta que punto los gastos generados hoy condicionaran el futuro de las sociedades a medio plazo.
Lo lamentable es que el perverso sistema económico de mercado actual provoca dislocaciones estructurales tales como el actual. Para mantener artificialmente el nivel de vida hoy, que se está desmoronando irremediablemente por la crisis de un sistema productivo caduco y agotado, dentro de tres décadas habrá que devolver más de 22.000 millones de euros, otros 18.000 en los siguientes; en total 537.559 millones de euros (la mitad del PIB) que es lo que España debía al 30 de noviembre del 2010, sin contar las administraciones territoriales y las empresas públicas.
La existencia de este altísimo endeudamiento a tan largo plazo pone de manifiesto la fractura de un principio fundamental, el gobernar de forma democrática, por la incapacidad de maniobra de los futuros gobiernos, por un lado, importantísimo en un sistema democrático y, peor incluso, no se está renovando el contrato social intergeneracional, máxime cuando este endeudamiento se está haciendo más allá de lo razonable y para no tener que revisar el sistema económico actual en el que se prima la economía especulativa frente a la productiva y a la economía destructiva frente a la economía regenerativa de recursos naturales. Estamos dilapidando los recursos naturales y creando amortizaciones para las generaciones venideras. Un paisaje desolador.
Tengamos cuidado porque el actual sistema económico no es nuevo. En la anterior revolución financiera también se rompieron los vínculos entre gobiernos representativos y las finanzas públicas, por lo que ante tal endeudamiento se tuvo que echar mano de instrumentos financieros opacos que camuflaron la verdadera dimensión del gasto público, demostrando con ello que los sistemas de control parlamentario no son funcionales.
Termino advirtiendo nuevamente que el elevado endeudamiento que el gobierno del reino de España está realizando actualmente revela una situación antidemocrática escondida, no es tan solo un problema económico, es también una demostración palpable de anti democracia al no existir ninguno de los contrapoderes capaces de realizar un verdadero control al ejecutivo, impidiéndole gobernar a salto de mata y elevando la deuda pública a niveles históricos, sin con ello solucionar los problemas de paro, actividad económica ni protección social.
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