Ahora que tengo tiempo libre, repasando recortes de prensa que tenía escaneados y guardados en un pen driver, he releído un artículo de Vicky Short, publicado en febrero del 2.000, en el que se trataba el tema del pacto electoral entre IU y el PSOE. Pero eso no es lo que me ha llamado la atención, ha sido el análisis que hace del programa electoral del PP para las elecciones generales de Marzo de ese año y los motivos por los que las perdió en 1.996 el PSOE.
Recuerdo que José María Aznar, Presidente del Gobierno por aquel entonces, decidió convocar las elecciones generales porque se avecinaba un futuro algo turbulento y, dado que las encuestas le eran favorables en ese momento, consideró afrontar el futuro político con un respaldo de las urnas. Concretamente la OCDE le exigía reducir el gasto público, había cada vez más empleos precarios (en los astillero de NAGISA de 365 puestos de trabajo, 231 eran con contrato temporal), pretendía privatizar servicios prestados por la Seguridad Social, continuar con la política de reducción de impuestos, iniciada por su antecesor Felipe González y continuada por su sucesor José Luis Rodríguez Zapatero, iniciar las actuaciones encaminadas a reducir la deuda pública (pretendía reducirla a la mitad en el 2.010 si hubiera seguido gobernando). También pretendía continuar con la política de González para flexibilizar, más incluso, los contratos y horas trabajadas así como proponer un retraso “voluntario” de la jubilación.
Es curioso que la llegada de Aznar a la Moncloa fuera debido, entre otras cosas, a la política neoliberal y pro-capitalista que González llevo a cabo al final de los 14 años que estuvo gobernando, apoyado durante el último mandato por los partidos nacionalistas (conservadores y capitalistas), al no alcanzar la mayoría absoluta en 1.993, y sin prestar atención a las recomendaciones que desde la izquierda del hemiciclo le daban, entre ellos Julio Anguita.
La política realizada por el PSOE se basó en la privatización del sector público rentable, relajación de las leyes laborales que facilitaran el despido y el fomento de empleos precarios a tiempo parcial. El famoso plan de empleo juvenil que acabo generando los contratos basura. Se trataba de facilitar el primer empleo y adquisición de experiencia, pero terminó siendo la excusa de los empresarios para tener trabajadores con baja remuneración, fácil despido y sin derecho a prestaciones sociales. Recuerdo la polémica levantada en torno a las ETT, empresas de trabajo temporal, encargadas de atender empleos precarios y con peores condiciones laborales. Otro fiasco fue el recorte en las prestaciones por desempleo y el medicamentazo para ahorrar gasto a la Seguridad Social.
A todos estos fracasos sociales y económicos hay que añadir una serie de casos de corrupción de altos cargos oficiales y escándalos. Los casos GAL, Lasa y Zabala, fondos reservados, Roldán, Francisco Paesa, Juan Guerra, Filesa y algún otro que se me pueda olvidar.
El por entonces Secretario General del PSOE, Joaquín Almunia, dijo en una reunión con empresarios: “Nosotros somos quienes liberalizamos y privatizamos, porque creíamos en ello. Lo único que lamentamos es no haber sabido teorizar en la forma que Tony Blair (líder del Partido Laborista Británico) lo hizo.”
Pero era tarde; la gran banca y las grandes empresas (el gran capital en general) estaban con José María Aznar y gano esas generales del 2.000 con mayoría absoluta; elecciones caracterizadas por el pacto electoral entre POSE e IU y que llevo a la formación liderada por Paco Frutos a una debacle de la que todavía hoy no consigue recuperarse. Mientras que Julio Anguita defendía la teoría de las dos orillas basada en el establecimiento de una parte el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, y de la otra Izquierda Unida, y que los acuerdos con el PSOE deberían establecerse bajo preceptos programáticos concretos y nunca por sistema (recordemos la expresión repetida mil veces: programa, programa, programa). Francisco Frutos se plegó a unos acuerdos tácticos en los que se dio vida a la otra frase famosa del PSOE, “el voto útil”, y por el cual IU no se presentaría en las circunscripciones en las que el PSOE tuviera posibilidades de, juntando los votos de ambas formaciones, aumentar el número de representantes elegidos.
Concretamente el PSOE propuso que IU retirase su candidatura de 34 provincias electorales. Éstas eran circunscripciones en las que se calculaba que IU no recibiría bastantes votos para lograr una plaza en el Congreso, pero que hubieran proporcionado bastantes votos al PSOE para superar al PP. Encarando la oposición de los miembros de IU, quienes aseguraban que eso significaría la completa liquidación de su partido (y tenían toda la razón porque así fue), el PSOE redujo el número a 14 y más tarde a 9. Frutos afirmó que él, personalmente, no haría campaña en ninguno de los 9 distritos y en esas localidades apoyaron esta posición, dejando efectivamente el camino abierto al PSOE. Parecía que lo importante no era convencer a los votantes y obtener representantes, era que el odio visceral al PP (la derecha) les hacia pactar (con el diablo sacrificando su independencia ideológica) con el PSOE (la otra derecha) para que el PP no sacara representación.
El fracaso fue rotundo ya que es difícil imaginar que tal bloque pudiera atraer a los que no votan, por un lado, y muchos de los que apoyaban a IU eran votantes de izquierda decepcionados con la política derechista del PSOE, que se abstuvieron. Desde entonces, la repetida alianza en la primera legislatura de José Luis Rodriguez Zapatero en la que IU fue adaptando su política a la del PSOE, la coalición ha perdido credibilidad y apoyo. Ese pacto del 2.000 es una confirmación programática, por parte de IU, del programa derechista del PSOE con lo cual aceptan liquidar lo poco que quedaba de su programa reformista. IU ha abandonado sus demandas de retirar a España de la OTAN, utilizar el 0,7 por ciento del Producto Nacional Bruto de Europa para ayudar a los países pobres, eliminar las empresas de empleos temporales (ETT) y renacionalizar las empresas privatizadas.
También ha abandonado sus reivindicaciones de aumento de las pensiones y sueldo mínimo. La única concesión de la que IU puede alardear es haber recibido del PSOE la promesa de examinar las medidas legales para reducir la semana laboral a 35 horas. Joaquín Almunia en una reunión con representantes catalanes de las grandes empresas, aseguró que un gobierno presidido por él no impondría la semana laboral de 35 horas por ley. Dijo que no habría ni siquiera considerado un pacto con IU si no hubiera sido sobre la base de imponer el programa del PSOE. Lo sorprendente es que, a la vez que se pactaba con IU, el PSOE estaba intentando otros acuerdos electorales con los nacionalistas vascos y catalanes.
En este país el PP gana las elecciones cuando el PSOE hace su política social y económica, no la que debería hacer según la ideología de sus siglas. ¿Será que el PSOE es la segunda marca del capitalismo salvaje?
Que lo tengan muy presente quienes decidirán los pactos de cara a los comicios que se avecinan, más si son de Izquierdas, porque olvidar los hechos acaecidos te condena a repetirlos y a buen entendedor con pocas palabras basta.
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