No
es que uno sea morboso, que para nada. Pero creo que los signos de
los tiempos nos llevan a considerar nuevas circunstancias en cada
momento histórico, y éste de la crisis actual y su
pésima respuesta política ya pide plantearnos algunos
“porqués” y ciertos “quienes”. Como ya vamos siendo
adultos, yo prefiero que no me engañen “por mi bien” y que
no me oculten información “porque pueda ocasionar daños
mayores”. Ya está bien esa falsa moralidad, según
convenga.
Nunca
estuve de acuerdo con que en las estadísticas del INE, dejaran
de reflejar los datos de los suicidios en España, justo desde
2010 que fue el año con menos decesos (3145) y justo cuando
han empezado a crecer muy seriamente.
Tampoco
he entendido nunca porque los medios de información sí
pueden publicar atrocidades, guerras y sucesos luctuosos y sin
embargo tratar de ocultar estos suicidios, -ese mal entendido código
ético no escrito- que lejos de querer evitar el señalamiento
o estigmatización de las familias afectadas, como malamente
nos hicieron creer desde el nacionalcatolicismo, a quien se está
tapando es a los verdaderos responsables, que los hay. ¿No se
publican día a día los casos de violencia de género,
o mejor dicho machista? ¿Acaso ahora nos importa que su
difusión pueda ser un aliento a la imitación de otros
degenerados? ¿Es que el suicidio final del sapenco de Albacete
(El Salobral) y su completa radiodifusión no debía de
haber sido menos retrasmitida?
Como dice mi amigo
Hugo en su blog “Quien mucho abarca” “El problema no
es el suicidio sino la desesperación que conduce a él.
Y esa desesperación es común a cientos de miles de
personas aunque sólo ¿unas pocas? tomen la decisión
más trágica. Cuando el suicidio se convierte, como
sucede ahora, en una consecuencia de una situación sociológica
es noticia, y es una noticia muy relevante. Mucho más que la
prima de riesgo, que la bajada o subida del IBEX, más incluso
que las fronteras previsibles que vaya a tener nuestro país de
aquí a unos años. Si antes era asumible el silencio
sobre suicidios, hoy es ocultar una información relevante
sobre el asunto que ocupa el centro de nuestra vida política:
la crisis, la respuesta que el poder le da y las extremadamente
trágicas consecuencias que ello tiene en nuestras vidas”.
También la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), en su comunicado “Lo llaman Crisis, pero es una estafa. Lo llaman Suicidio, pero es #Genocidio Financiero” y difundido tras la muerte de José Miguel Domingo, ponen -a mi juicio- el dedo en la llaga cuando afirman: “Quienes participamos en las distintas PAH’s de todo el estado sabemos que esto no es una excepción. Hay cientos de suicidios silenciados, y miles que lo han intentado o lo han pensado seriamente. Lo vivimos cada semana en nuestras reuniones. Cientos de miles de vidas rotas por hipotecas abusivas y una legislación perversa que condena a la gente de por vida, con una deuda perpetua y sin vivienda. Mientras, los responsables de la estafa, especialmente bancos y Gobierno, siguen impunes atentando contra los derechos fundamentales de la población”.
Hace dos meses,
nuestra compañera Àngels
M Castell,
profesora de Economía de la Universidad de Barcelona
ya publicaba en su blog “Punts de vista” una interesante
reflexión a propósito de los SUICIDIOS como “primera
causa de muerte violenta en España superando los accidentes de
tráfico”. Según ella, “La crisis económica
española (esa gran estafa de la desigualdad que yo suscribo al
100%) aumenta y agrava la incidencia de las enfermedades mentales y
provoca el aumento de suicidios”.
Pero ojo, que esto
no solo pasa en España. Conocido es el caso de Dimitris
Christoulas, el
jubilado griego de
77 años, que se suicidó ante el Parlamento, situado en
la plaza
Sintagma de Atenas,
pero es que ocurre en toda Europa, tal y como señala el
sociólogo catalán Sergi Raventós quien va mucho
más lejos al señalar a “algunos gestores políticos
de la crisis como responsables del aumento de esta tasa de
suicidios”.
Los
3 últimos casos que -en tan solo 3 días- se suicidaron
(o lo intentaron) al enterarse que iban a ser desahuciados (Gran
Canaria, Granada y Burjasot), nos han llevado a escribir estas
reflexiones, que sin duda pueden estar equivocadas -admito el
debate-, pero que creo necesarias expresar, porque cada día
tengo más claro que hay
que desenmascarar a los culpables de esta crisis y que denunciar la
doble moral que supone ayudar ilimitadamente a los bancos y permitir
la evasión a los ricos, por un lado y criminalizar la pobreza,
y afrentar a los desesperados suicidas, por otro. La pobreza está
más relacionada con la riqueza de lo que nos queremos plantear
y la desesperación de tanta gente, con la desvergüenza
política y el silencio social.
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