Por Armando Gresca y Lío.
Dentro de unos pocos días,
los cristianos vamos a celebrar el nacimiento del Hijo de Dios. Cada año vamos
siendo menos los que seguimos, y seguiremos, celebrando la llegada de
Jesucristo para redimirnos.
Cada año la humanidad se va
deshumanizando más y más; cada año asistimos al desquiciamiento de las virtudes
morales, al vaciamiento de lo mejor del ser, al encanallamiento de la vida.
Y no queremos darnos cuenta
que las consecuencias van a ser fatales, no para nosotros, sino para nuestros
hijos y nietos, sobre todo para éstos. Me horripila pensar que mis dos nietos
tenga que convivir con tanto sinvergüenza, hipócrita y canalla.
Desde que tuve que decidir
por mí mismo, por desgracia para mí a demasiada temprana edad, me prometí que
la honradez, la amistad sincera y generosa, la sinceridad, la caballerosidad,
el trabajo y el sacrificio cuando fuere necesario, así como el HONOR -con
mayúscula porque engloba a todas las virtudes morales- deberían ser el norte y
guía de mi trayectoria vital.
Jesucristo fue mi paradigma,
el que influyó poderosamente en mi conciencia para ser un hombre de bien, para
amar a mis semejantes y que nadie, absolutamente nadie, pudiera echarme en cara
un acto vil.
Me enseñó también que el
contrario no es mi enemigo, que debo procurar atraerlo a mi camino y hacerle
ver, si es que está equivocado, que es mejor el abrazo que el tortazo.
Que mi hacienda no es
solamente mía, que debo repartirla entre quien lo necesita porque Él me la dio
para que la disfrutase y la repartiese. Que aquello que me sobre debo darlo al
hermano que lo precise.
Que en mi corazón no debe
anidar el odio, la inquina, el rencor hacia nadie, que aunque reciba bofetadas
no debo devolver el insulto. Una sonrisa hace amigos, un salivazo te depara
odio, o sea, enemigos.
Que la vida es solo una y
muy corta y debemos emplearla en hacer el bien; olvidar el agravio y perdonar
siempre al que nos abofetea. A las
abejas se las atrae con miel, nunca con hiel.
Si me dicen, o me entero,
que alguien me difama, me injuria, me calumnia o me insulta no me callo, lo
llamo para aclarar lo que haya de cierto porque puede ser que alguien quiera
sembrar cizaña entre los dos. Siempre es mejor el diálogo que callarse.
A veces suele ocurrir que
das con personas imposibles para el diálogo, que le tienen miedo a hablar, no
admiten la palabra como bienhechora y, en muchas ocasiones, deshacedora de los males
entendidos. Estas personas se retratan ellas mismas, son la caspa de la
sociedad, más que caspa, las liendres y los piojos.
He dicho antes que no me
callo cuando alguien me hace algo contrario a la verdad, porque el encogimiento
de hombros, la desidia, la apatía son culpables de que existan esa clase de personas
porque nadie les ha dicho nunca que han escogido el mal camino.
¿Son esas actitudes las
responsables de muchas de las cosas que nos están ocurriendo actualmente? Estoy
seguro de ello y en todos los órdenes de la vida.
Pienso que unos y otros debemos
recapacitar, debemos comenzar ya a abrazarnos, a enterrar el hacha de guerra, a
dilucidar con la palabra los desencuentros. Así es como debemos entender la
Natividad de Jesucristo.
FELIOCES PASCUAS Y VENTUROSO
AÑO 2.013.
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