DIÁLOGO ENTRE UN MATRIMONIO ANDALUZ.

POR EL TIO FRASQUITO.

El matrimonio formado por José María y Gloria, ambos andaluces de la diáspora y residentes en un pueblo manchego, llevaba más de medio siglo lejos de su amada tierra pero como todos los emigrantes jamás la pudieron olvidar.

No eran del mismo pueblo pero si de la misma comarca jienense, separados por una veintena de kilómetros, a los que visitaban cada año para las fiestas patronales.

Durante sus muchos años de casados habían mantenido discusiones, no disputas, cuando hablaban cada uno de su pueblo. Ella nunca se bajaba del burro cuando decía que su pueblo era el más bonito, el más hermoso y con un mujerío asombroso. Pero él la dejaba para el arrastre cuado le hablaba de los monumentos del suyo (monumentos de piedra y de carne, decía él), de su ubicación, de su fantástica sierra, de sus cuatro ríos y, sobre todo, porque era el más grande de la comarca y por tal motivo Cabeza de Partido.

Aquel día, como todos los de la semana, se hallaban sentados delante del televisor viendo el programa “La Tarde”, de Canal Sur, moderado por Juan y Medio.

Estaban invitadas 3 personas, dos mujeres y un hombre, que habían llamado al programa con la esperanza de encontrar su “media naranja”. Las mujeres eran, una viuda y la otra separada y el hombre soltero, a pesar de haber sobrepasado los 50 años de edad. Todos tenían el mismo problema: la soledad, tan nefasta y cruel, sobre todo a ciertas edades.

Los tres tuvieron suerte, fueron llamados por televidentes interesados y quedaron en verse para conocerse y, si era posible y congeniaban, formar pareja estable.

Pero fue cuando Juan y Medio habló con el hombre soltero que Gloria soltó su diatriba: -Qué poco me gustan los hombres andaluces ¿es que no ha tenido tiempo de buscarse una mujer y casarse? Si en vez de tirarse horas y horas en la taberna, bebiendo y charlando de tonterías se hubiera dedicado a cortejar a una mujer, no hubiera tenido necesidad ahora, con esa edad, a venir a un programa en busca de pareja.

-Pues mira, Gloria, a ti no te gustan los hombres andaluces a pesar de haberte casado con un andaluz, y a mí lo que más me gusta son las mujeres andaluzas y me pirro por una de cualquiera de las ocho provincias.

-Pues no, no me gustan los hombres andaluces pero eso no quiere decir que no quiera a mi tierra, que no la cambio por ninguna otra.

-Yo tampoco la cambio por otra, pero me gustan más las mujeres andaluzas.

-Y los paisajes, dijo ella, el intenso cielo azul, las montañas, los roquedales y pinares, los ríos, los olivares, el aceite virgen, la gastronomía ¿hay en toda España quien nos iguale?

-Pues no, pero me siguen gustando más las mujeres andaluzas.

-Anda y que te den por donde gotean los porrones de Andujar, siempre con la misma cantinela, las mujeres andaluzas. ¿Es que no las hay iguales en La Mancha, Cataluña, Galicia, Extremadura, Canarias y en cualquier otra Región de España?

-No lo pongo en duda, pero a mi me enloquecen las mujeres andaluzas, no las cambio por ninguna otra.

-Gloria volvió a la carga. ¿Y qué me dices de nuestro sol, de nuestras costumbres, de nuestras fiestas, de nuestro folclore, de la alegría y simpatía de sus gentes, de nuestros muchos monumentos? Somos la envidia de España y de Europa, para que te enteres. Hasta el flamenco ha sido declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Totalmente de acuerdo, pero me siguen gustando más las mujeres andaluzas.

-Y dale con los pedales, te quieres callar ya con las mujeres andaluzas, como si fueran distintas al resto de españolas.

-Pues por eso me gustan más las mujeres andaluzas, porque son distintas al resto de españolas, melosas, dulces, cariñosas, buenas amas de casa, ahorradoras, limpias, trabajadoras, buenas madres, buenas hijas, amantes esposas y ardientes como ninguna.

-Tú siempre con lo mismo, el catre, como si las otras no fuesen buenas en la cama, en la cocina y en la casa.

-No te lo discuto, pero yo prefiero las mujeres andaluzas.

-Yo, dijo Gloria, cada vez que me acuerdo de mis años infantiles y juveniles allá en mi pueblo, me dan ganas de llorar, no lo puedo remediar. Lo primero que ven tus ojos se queda grabado en la retina y en la mente y perdura de por vida.

-Mira, te voy a tener que dar la razón, Gloria, porque a mí me pasa lo mismo, pero me siguen gustando más las mujeres andaluzas.

-Ya me tienes hasta el moño. ¿Qué puñetas tendrá que ver los recuerdos de la infancia con las mujeres andaluzas?

-Pues muy sencillo, porque cuando me acuerdo de mi pueblo lo primero que me llega a la memoria son las muchachas, las mozuelas con sus cuerpos de diosa, alegres, dicharacheras, guapas, tan hermosas que estaban de toma pan y moja. Por todo eso me siguen gustando más las mujeres andaluzas.

-Pero si tú ya tienes la pólvora mojada, José María, es que no sé yo de que pie cojeas, si para echar un remache tengo que hacer virguerías para ponértela, no ya dura, sino zorollona.

-Ahí está la madre del cordero, Gloria, que las mujeres andaluzas saben como tienen que hacer el potaje, el corretaje y el manoseo para que su hombre cumpla con la ley de la oferta y la demanda; es por eso que las que más me gustan son las mujeres andaluzas.

-Bueno, vamos a dejarlo porque yo también soy andaluza y casada con un andaluz, que me tiene harta de tantas tonterías y jilipolleces.

-No te enfades, mujer, que esta noche nos toca y te voy a echar un clavo que se te van a arrugar las uñas de los pies. Si no fueras andaluza hace tiempo que me hubiera buscado una andaluza, morena, alta, blanca de piel, de moño alto, teta mediana, culo respingón, muslos como columnas jónicas, labios carnosos, ojos almendrados y un chumino peludo de los que te dejan para el arrastre.

-De todos los Reyes de España, desde don Pelayo hasta Juan Carlos, a los únicos que odio con toda mi alma son a los Reyes Católicos, y sabes los motivos, Gloria, pues por haber expulsado a los moros de Andalucía. De no haber cometido tamaña barbaridad hoy seríamos moracos y yo podría tener un harén para mi solito. ¿Tú sabes lo que supondría tener una andaluza para cada día de la semana? Se me pone el tanganillo como el paletón de un trillo nada más que pensarlo.

-Pero si no puedes con una que ibas a hacer con siete, so payaso.

Todo sea por Dios y la Santísima Virgen de las Andaluzas, terminó la discusión José María.