CHOCHOS, PIJOS Y PESPUNTES. (2)

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QUIEN ME LO IBA A DECIR QUE LO QUE EMPEZÓ SIENDO UN ENTRETENIMIENTO ERÓTICO TERMINARÍA SIENDO LEÍDO, SABOREADO Y APLAUDIDO POR CENTENARES DE MILES DE GENTES DESPIERTAS, CACHONDAS, DESHINBIDAS E INTELIGENTES. CADA DÍA, NADA MÁS LEVANTARME Y VER LA IMAGEN DE MI SANTA CHOCHONA, QUE APARECE EN TODA LA PLENITUD DE LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRO MATRIMONIO, CUANDO FOLLÁBAMOS COMO FIERAS CORRUPIAS, ME SIENTO DELANTE DEL ORDENADOR Y VAN SALIENDO LOS VERSOS COMO POR ENSALMO. TENGO POR SEGURO QUE ES ELLA LA QUE ME MANDA VERSOS A BORBOTONES A MI NUMEN.

CHOCHOS, PIJOS Y PESPUNTES (2)

Por el Marqués de la Bragueta.

¡San Coño de la Marquesa, el mejor chocho del mundo! Cuando lo estrenó Facundo lo hizo en la sobremesa. Facundo era el Marqués, llamado de la Bragueta porque tenía la escopeta como mano de almirez. Su parienta, la Marquesa, con título de la Braga, cuando con él se acostaba se quitaba la compresa. En pelotas se acostaban en invierno y en verano, cogiéndole con la mano lo que al Marqués le colgaba. Le daba varios meneos hasta ponérselo tieso, después lo metía en su sieso con caricias y sobeos. Unas veces por atrás y otras veces por delante, el Marqués era un atlante follando en tiempo real. Como estaban descansados, bien comidos y aseados, siempre estaban preparados para follar alocados. En mañana, tarde y noche la Marquesa recibía tres casquetes cada día fornicando a trochemoche. Como la Marquesa era estéril de nacimiento todo su entretenimiento era follar con su fiera. Y su fiera era el Marqués, que de estirpe le venía, y que follando decía: Que hermoso tengo el jurel disfrútalo prenda mía todas las horas del día y no te canses de él. Claro que no se cansó y folló hasta que palmó. Y el señor Marqués quedó como el gallo de Morón. Cuando el Marqués recordaba el día de su casamiento se le ponía el instrumento lo mismito que una aldaba. El viaje de novios fue a la isla de Peregil, allí le quitó el mandil y le enseñó el pajarel.	Como no existía un hotel, en una cueva cercana, un lunes por la mañana, la estrenó de un volapié. Echados sobre una manta, en cueros como un negrito, el Marqués, que estaba frito, le metió el pijo a su santa. Ella estaba espatarrada esperando que su esposo se portara como un oso y la metiera doblada. El grito de la Marquesa al romperle la membrana se escuchó en tierra lejana pues lo oyeron en Manresa. Los moros de Tetuán escucharon el gemido y creyeron que el bramido era de un orangután. Y veinte moros que estaban haciendo genuflexiones se estrujaban los cojones cuando el lamento escuchaban. El tiempo fue transcurriendo y se acabó la comida, lo mismo que la bebida y el deseo fue decreciendo. Un día se acercó una lancha con cinco guardias civiles que educados y gentiles los montaron en la lancha llevándolos a Barbate. En un hotel se hospedaron y allí de nuevo follaron, cogieron luego el petate a su pueblo se marcharon. Entraron en su vivienda e iniciaron la jodienda porque ellos jamás se hartaron de follar como mandriles. Cierto día se acordaron de aquellos guardias civiles y agradecidos mandaron una caja de Moriles y dos hermosos perniles que en la lancha devoraron. Uno de los guardias dijo: Este jamón sabe a pijo y me juego hasta el tricornio que sabe también a coño.