Por el difunto Marqués de la Bragueta.
¡San
Chocho de la Muñeca, como no folla no peca! ¡San Coño del Maniquí,
como el culo de un Mandril! ¡San Chumino Cartesiano, que lo folla un
Partisano! ¡San Pijo del Moro Muza, que se folló a una Lechuza!
¡San Nabo de Abderramán, que lo metía por atrás! ¡San Pene de
Boabdil, que por follar con turbante se fornicaba a un pasante!
¡Virgen
de los Remedios Caseros! Llevamos ya más de sesenta lustro
recogiendo mierda y llevándola al Infierno y todavía no hemos
llegado ni a limpiar la mitad del terreno enmierdado.
Quisiera
que vieran ustedes la panorámica que hay delante nuestra; todavía
perdemos de vista lo que nos queda por recoger, es una capa de algo
más de cincuenta centímetros de espesor de mierda apestosa que si
no fuera por las caretas que nos entregaron en la Oficina de
Siniestros y Follones, habríamos muerto como San Cuchipando de la
Barriga, que la diñó de un infarto en la higa.
Cuando
llevábamos diez lustros recogiendo caca acordamos solicitar del
Síndico Sindicalista del Sindicato de Estropicios y Alerones que nos
pusiera una cuadrilla de tres mil hombres y mujeres para terminar
cuanto antes y nos dijo estas palabras:
-Señores,
son ustedes los únicos responsables del siniestro y es por ello que
no les puedo ayudar, ni siquiera con un peón peonero, porque las
Leyes, Normas, Reglamentos y Monsergas del Purgatorio no contemplan
este tipo de ayudas.
-Estas
Leyes, Normas, Reglamentos y Monsergas se redactaron y aprobaron al
comienzo de la Primera Era Purgatonera y no se pudo prever que alguna
vez pudiera darse una catástrofe de este tipo. Así que sigan y no
paren, que no les arriendo las ganancias hasta que recojan la última
mierda.
Teníamos
a nuestras espaldas a dos personas, macho y macha, que eran los
Vigilantes Vigiladores que vigilaban que el trabajo se realizara con
arreglo a la Normativa Purgatonera, o sea, saco, fardel o espuerta
lleno, a la espalda y al Infierno.
El
espacio que teníamos que recorrer dentro del Purgatorio lo hacíamos
cantando el Cara al Sol, Montañas Nevadas, la Internacional y el
Himno de Riego, que aquí todo está permitido, pero a la llegada a
las puertas del Infierno todo cambiaba radicalmente, ni cantos, ni
risas ni pollas en vinagre. El camino hasta el terreno donde teníamos
que descargar la mierda estaba sembrado de ortigas, cardos
borriqueros y cardos cucos, que nos jodían las pantorrillas mientras
que el cabrito del Demonio se tronchaba de risa mientras bailaba una
sardana.
Cada
mil horas nos dábamos un baño en uno de los millones de lagos que
existen, unos de agua dulce, otros de agua salada y otros amargos
como las tueras. Y era obligado hacerlo porque la mierda de Tomasín
es espesa, amarilla y huele como el sobaco de un enano paquistaní.
Yo
veía a Tomasín cada vez más apagado, apocado, atontado,
escachifollado y amargado. Cojones con el ado, se me ha debido
enganchar el lapicero y todas las palabras me han salido con esas
tres últimas letras iguales.
Mucho
me temo que no va a poder soportar mucho tiempo el hedor de su propia
mierda. Unas veces lo veo amarillo, otras verdoso, otras del color de
la hoja de la correhuela, que es igual que el de la cara de su abuela
Micaela, natural de Sorihuela.
Yo,
como es natural tratándose de un viejo amigo, lo animo, lo reanimo,
lo acaricio, lo beso y lo abrazo pero el pobre no tiene fuerzas ni
para darme las gracias. De vez en cuando lanza un suspiro, mira a
todos lados y agacha la cabeza meneándola de izquierda a derecha y
viceversa,
Tiene
las pestañas alicaídas, le están saliendo arrugas hasta en las
cejas y los dedos de las manos se le están agarrotando hasta el
punto de que para poder seguir cogiendo mierda se los tiene que
chupar.
Creo
sinceramente que me voy a quedar solo y que no ha de tardar en que
Tomasín la palme, que es lo mismo que diñarla o que quedarse más
tieso que el pijo de Bartolo, que se lo empalmaba él solo.
¡Ay!
Amigos del alma, ya ha llegado lo que se veía venir, al pobre de
Tomasín le dio un vahído, cayó sobre la mierda y estiró las
patas, las dos, y se quedó mirando para el Infierno pues sabía que
allí iba a volver de nuevo.
Fue
evacuado al Infierno y metido nuevamente en una celda de castigo pero
nada más llegar y acoplarle sus atributos varoniles, agarró a una
Demonia y la engatilló, se la tuvo metida algo más de quince horas
y la Demonia quedó echa polvo porque ni los once Demonios que
llegaron para auxiliarla pudieron lograr que Tomasín la sacara del
agujero negro de la Demonia.
Cuando
me hallaba llorando como una Purgatonera se me acercó, para
interesarse por mi estado, el que dijo ser el Plañidero Mayor de la
Hermandad de la Lágrima Perdida, que cuando supo los motivos de mi
llantera me dijo que al día siguiente iban a llegar al Purgatorio 5
nuevos inquilinos procedentes de las Celdas de Castigo del Infierno.
Esta
noticia me animó sobremanera y todavía más cuando supe que entre
los 5 había 3 viejos conocidos míos, el Bartolo, que presumía de
bolo, el Genaro, que nunca tuvo su polla en el paro y el Blasillo, el
que desde que era chiquillo era mariquita y pillo.
Me
fui para la Estación de Recibimientos y Homenajes sin Peajes y
esperé para verlos llegar y acordar con ellos una entrevista
entrevistada. Al poco caían sobre la Sala de Espera desde las
alturas y nada más verme, me abrazaron y nos fuimos para darnos un
garbeo garboso.
Espero
que alguno de ellos, o los 3, me pongan al corriente de su estancia
en las Celdas de Castigo del Infierno y lo pueda contar a ustedes.
Creo que ahora si que podré cumplir mi palabra.
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