Por los difuntos Marqués de la Bragueta y Marquesa
de la Braga.
Queridos y muy amados amigos
terrícolas, habíamos determinado dejar de escribir artículos desde la Gloria
Celestial, donde nos encontramos, porque pensamos que ya lo habíamos dicho
todo, pero mira por donde ayer mismo, cuando paseábamos por los inmensos
jardines de este hermoso lugar, respirando el aroma de las bellas flores y de
los frondosos árboles, y escuchando música celestial interpretada por ángeles y
querubines, nos sorprendió una enorme algarabía que procedía de la parte
opuesta a la que nos encontrábamos.
Nos volvimos y vimos que una
inmensa muchedumbre acompañaba a un anciano negro, con el pelo rizado y
blanquecino, escuálido y sonriente.
Lo reconocimos enseguida: era Nelson Mandela, el paradigma del amor
al prójimo, el hombre que en su país enseñó que hay que amar, que hay que
abrazar al enemigo, que hay que desterrar el odio porque odiando no se consigue
otra cosa que más odio. Laboró por la igualdad entre blancos y negros, entre
ricos y pobres, entre hombres y mujeres. Fue un ejemplo de entendimiento y
compresión tanto de los amigos como de los enemigos.
Había permanecido 27 años terrícolas en una prisión y salió sin odio,
sin resquemor hacia sus opresores. Pregonó el abrazo y no el tortazo y lo
amaron hasta quienes lo encarcelaron.
Al frente de la
manifestación iban muchos hombres y mujeres singulares, almas que en su vida
terrícola fueron ejemplo de amor, de solidaridad, de fraternidad, de
generosidad y vivieron caminando por la senda que Dios quiso que fuera la de la
humanidad. Pudimos reconocer a la Madre Teresa de Calcuta, al jesuita Vicente
Ferrer, a Martin Luther King, a Mahatma Gandhi, al Papa Juan XXIII y a muchas
almas que fueron ejemplo para todos en la Tierra.
Y también pudimos ver a
hombres y mujeres que solamente descollaron en su aldea o pueblo por su
ejemplar vida, donde se hicieron acreedores al reconocimiento de sus paisanos por
sus virtudes humanas. Entre ellos vimos al Chepa de Tomelloso, al Tuerto de
Chiclana de la Frontera, al Manco de Calasparra, al Bizco de Campo Redondo, al
Cojo de Trebujena, a la Chata de Peal de Becerro, a la Fea de Vitigudino, a la
Coja de Caudete, a la Manca de Burriana, a la Bizca de Mislata y a la Tuerta de
Madrigal de las Altas Torres. Todas y todos sonriendo y aplaudiendo a Mandela.
En otra fila pudimos ver a
honrados labradores, hortelanos, aladreros, picapedreros, talabarteros, albañiles,
zapateros, electricistas, panaderos, joyeros, herreros, alpargateros, barberos,
limpiabotas, camareros y la tira de menestrales que aplaudían fervorosamente al
negro sudafricano.
También observamos a mujeres
y hombres que tuvieron una vida disoluta en la Tierra, que durante su
existencia solamente pensaron en aplacar sus ansias de comida, bebida y sexo
pero que después de una larga estancia en el Purgatorio llegaron a la Gloria
Celestial arrepentidos de sus veleidades.
Un ejemplo somos nosotros,
mi consorte la Marquesa y yo. Durante casi un siglo solamente pensamos en descansar
en la cama, llenar la andorga y aplacar los deseos de sexo que teníamos a todas
horas; éramos insaciables y la mayor parte del día estábamos encamados dándole
gusto a los genitales. Pero en el Purgatorio nos dimos cuenta de lo erróneo de
nuestra licenciosa vida terrícola y nos arrepentimos sinceramente.
Cuando ahora me llegan a la
mente mis años en el Purgatorio me entra ganas de abofetearme, pero como
carezco de rostro me tengo que conformar y decirle a mi querida esposa: ¡!Qué grande es Dios, que nos perdonó y nos
dio cobijo en este Paraíso!!
Nos unimos a la
manifestación y acompañamos al gentío cantando, cada uno en su idioma, una
hermosa canción. Pero esto es algo que a ustedes le puede sonar a chino, vamos
que no lo pueden entender. Que millones de almas caminen cantando la misma
canción en cientos de idiomas y que no disuenen, que la belleza y la armonía de
la canción parezca una sinfonía, es inexplicable, sorprendente, pero es que
aquí, en este Paraíso, todo es posible
porque está regido por un Ser poderoso, generoso y bondadoso.
Si en ese hermoso planeta
que Dios regaló a la humanidad supieran como estamos aquí, sin necesidades de
ningún tipo, sin cárceles, comisarías, hospitales, geriátricos, puticlub. Ni
Ejércitos, ni Políticos, Gendarmes, Sindicalistas, Alcaldes, Concejales,
Ministros, Jueces y ni siquiera Curas.
Aquí todos pensamos igual,
no se conocen las ideologías ni de izquierda, ni de derecha ni de centro, que
es lo peor en los seres humanos, que cada quisque piensa de una manera y quiere
imponer su pensamiento a los demás. Hay
pensamientos basados en el cristianismo y los hay ateístas. Unos y otros
deberían saber que no hay mejor pensamiento que el del Humanismo Cristiano, el
que enseña a amar al hermano, al que disiente de ti, pero que no es tu enemigo.
Es una técnica social que defiende una plena realización del hombre y
de lo humano dentro de un marco de principios cristianos. La persona, desde el
pensamiento cristiano, atribuye a cada persona individualmente la dignidad
suprema, sin poner a una encima de la otra. La
visión del humanismo cristiano es la defensa de la libertad frente a cualquier
otro poder.
Alguien nos podría preguntar:
¿Y por qué permite Dios que haya tantos
pensamientos y que algunos sirvan para el enfrentamiento entre hermanos?
Yo, desde mi humildad, le contestaría:
Dios fue tan generoso que nos regaló
la mente para pensar, para discernir entre el bien y el mal, para que sea
nuestro libre albedrío el que escoja nuestra manera de hacer las cosas. Si nos
equivocamos será nuestra la responsabilidad, no de Él.
Teresa de Calcuta, Martin Luther King y Nelson Mandela fueron
ideológicamente tan diferentes como iguales en sus comportamientos, los que
pregonaron el AMOR A LOS DEMÁS, DESTERRANDO EL ENFRENTAMIENTO Y EL ODIO.
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