CONVERTIR LA INDIGNACIÓN EN CAMBIO POLÍTICO
Al igual que en otros momentos de la historia,
vemos hoy un continente europeo sumido en la perplejidad. Mientras las
mayorías miran con nostalgia el pasado perdido, unas poderosas minorías, sin
otro criterio que su propia supervivencia, demuestran que el enriquecimiento es
su bandera y la impunidad su horizonte. Nunca
en Europa ha habido tanta gente descontenta con la pérdida de derechos y, al
tiempo, menos perspectivas de poder canalizar esa indignación a través de
alguna opción electoral que emocione y que, al tiempo, demuestre capacidad de
representación de las mayorías golpeadas y capacidad de gestión eficiente y
comprometida que haga reales las mejores opciones posibles. Resulta para muchos
intolerable que en la mayor crisis del sistema desde el crack de 1929, las
fuerzas que se dicen progresistas muestren su mayor debilidad, condenando a las
mayorías de nuestros países a una suerte de melancolía que conduce a la
resignación y a la depresión política. Pero
hemos pasado por peores momentos y hemos sido capaces de sobreponernos a las
dificultades. ¿Por qué debiera ser ahora diferente?
Las elecciones al
Parlamento Europeo se van a celebrar en un momento de profunda crisis de legitimidad
de la Unión Europea. En nuestro caso, estamos ante la mayor pérdida de
credibilidad del régimen nacido con la Constitución de 1978.
Movimientos de indignación política como el 15M conectaron con una clara
voluntad popular: no sacrificar más derechos en el altar de unos mercados
guiados por la especulación y la rapiña. La impotencia o dejación de
responsabilidades de los Gobiernos, la incapacidad voluntaria de los partidos
políticos de gobierno, la conversión de los Parlamentos en órganos
burocráticos y sin capacidad política y el desconcierto de los sindicatos han
dejado a la ciudadanía abandonada a su propia suerte. Como en tantos
otros países, la perplejidad está siendo utilizada para convertir las deudas
privadas en públicas, para traspasar a grupos particulares los bienes comunes
levantados durante décadas y para dedicar los últimos recursos públicos a la
financiación de intereses empresariales particulares y estrechos. Estamos ante un golpe de
Estado financiero contra los pueblos del sur de la Eurozona. Los que
mandan están vendiendo el país y nuestro futuro a trozos. El aumento de la
represión (con leyes más autoritarias, incremento de las multas en un
escenario de empobrecimiento económico e, incluso, dificultades para el
ejercicio de derechos civiles y políticos) termina de completar un paisaje
dominado por el agravamiento de las desigualdades sociales y de género y una
mayor depredación de los recursos naturales. No es extraño el pesimismo y el
derrotismo que parecen mostrar sectores a los que, sin embargo, les bastará una chispa de
ilusión para salir de esa trampa de la desesperanza.
Las leyes de seguridad
ciudadana (que
convierten en delito las formas de protesta inauguradas por el 15M), el regreso
de la represión contra
la libertad de las mujeres, el cercenamiento de la democracia en los
ámbitos políticos locales, el mayor control
de los medios de comunicación o
el control de la judicatura quieren
crear un escenario donde el miedo suspenda la democracia. Formas que
caminan hacia regímenes autoritarios envueltos en procesos electorales cada
vez más vaciados de contenido. ¿Tiene sentido que el 90% de la población que
está sufriendo estas políticas no se dote de herramientas para crear un
futuro más luminoso?
Pero no es cierto que
estemos instalados en la derrota. Pese a esos intentos, vemos que ese muro no
es infranqueable y que, desde
abajo, es posible frenar estos procesos de involución de nuestras
democracias. Hoy es una realidad nuestra exigencia de una política que regrese
a las calles, que hable como la mayoría de la gente que está harta, es más
real que nunca nuestra exigencia de una mayor generosidad a los representantes,
de una mayor horizontalidad
y transparencia, de un regreso de los valores republicanos de la
virtud pública y la justicia social, del reconocimiento
de nuestra realidad plurinacional y pluricultural. Hacía décadas que
no era tan real nuestro deseo de tomar nuestras propias decisiones y responder
a nuestras propias preguntas. La casta nos conduce al abismo por su propio
beneficio egoísta. Sólo de la ciudadanía puede venir la solución, como han
venido la protección del empleo, la defensa de las familias frenando
desahucios o la
garantía de los servicios públicos, pequeñas pero significativas victorias.
La movilización popular,
la desobediencia civil y la confianza en nuestras propias fuerzas son
imprescindibles, pero también lo es forjar llaves para abrir las puertas que
hoy quieren cerrarnos: hacer llegar a las instituciones la voz y las demandas
de esa mayoría social que ya no se reconoce en esta UE ni en un régimen
corrupto sin regeneración posible.
En las próximas
elecciones al Parlamento Europeo es necesario que haya una candidatura que se
ofrezca a la ola de indignación popular que asombró al mundo. Nos alegramos del avance de las fuerzas de la izquierda,
pero somos conscientes de la necesidad de hacer algo más para poner en marcha
los cambios que necesitamos. Es tiempo de valentía y de no dejar que se cierre
la ventana de oportunidad que el compromiso de tanta buena gente ha abierto. Necesitamos una candidatura
unitaria y de ruptura, encabezada por personas que expresen nuevas
formas de relacionarse con la política y que suponga una amenaza real para el régimen bipartidista
del PP y del PSOE y
para quienes han secuestrado nuestra democracia. Una candidatura que sume a la
capacidad de gestión de lo público, la capacidad de involucrar a las
mayorías en la configuración de su propio futuro. Una candidatura que dé
respuesta a esa juventud a la que se invita a abandonar
otra vez el país, a unos trabajadores que ven mermados día a día sus derechos, unas mujeres que tienen que volver a
reclamar lo obvio, unas personas
mayores a las que
parece no haberles bastado luchar y trabajar toda una vida. Una candidatura que
avance desde los espacios ya logrados y que logre avanzar más allá de la
parálisis actual. Una candidatura que mueva ficha para convertir el pesimismo
en optimismo y el descontento en voluntad popular de cambio y apertura
democrática.
1. Una candidatura por la recuperación de la soberanía popular:
es la ciudadanía la que tiene que decidir, no la minoría egoísta que nos ha
traído hasta aquí. Primero van las necesidades de la gente. La austeridad y
los recortes ahogan la economía y nuestras vidas. Hay que derogar el artículo 135 de la
Constitución española y
una moratoria para llevar a cabo una auditoría
ciudadana de la deuda qué
determine qué partes de la misma no son legítimas; las deudas ilegítimas no
se pagan. Es necesario una política alternativa que establezca un impuesto
sobre las transacciones financieras y el control sobre el movimiento de
capitales, así como la nacionalización
de la banca privada. Las administraciones que en nuestro país han
asumido las recetas de la austeridad son la prueba de la inutilidad de las
mismas para resolver los problemas de la gente. Queremos una candidatura que se
opone por tanto a los recortes que en nombre de la austeridad se aplican por
parte del Gobierno del PP en el Estado pero también por parte del PSOE y otros
partidos en diferentes Comunidades Autónomas. Queremos otra Europa, justa, la
de los derechos y la democracia, no la de la rapiña y el desprecio a los
pueblos
2. Una candidatura que, frente a unos gobiernos al servicio de la
minoría del 1% reivindique una « democracia real » basada en la soberanía
de los pueblos y en su derecho a decidir su futuro libre y solidariamente.
La democracia no nos da miedo a las y los demócratas; estamos encantados y
encantadas de que escoceses y catalanes puedan hablar y decir qué futuro
desean. Por tanto, que apoya la celebración de la consulta convocada en
Catalunya para el 9 de noviembre.
3. Una candidatura que defienda los salarios y pensiones dignas,
una fiscalidad progresiva para que paguen más los que más tienen, que persiga
el fraude fiscal, que rechace los despidos en empresas con beneficios, y que
apueste por el reparto de todos los trabajos, incluido el trabajo doméstico y
de cuidados no remunerado. Es fundamental defender condiciones de trabajo
dignas para una juventud condenada a la precariedad eterna o al exilio.
4. Una candidatura por el derecho
a la vivienda digna. Hay
que impulsar un parque de vivienda pública, así como un modelo de alquiler
social seguro y digno. Se puede y se debe terminar con el drama humano de los
desahucios, paralizándolos todos y aprobando la dación en pago retroactiva,
como exige la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
5. Una candidatura que
rechace todas las privatizaciones de servicios públicos y bienes comunes:
la educación, la sanidad, la justicia, el transporte, la información, la
vivienda o la cultura, que defienda la reversión de las mismas y apueste por
su gestión democrática. Son derechos y deben estar bajo control público. Una
candidatura que defienda una democracia radical donde los referéndums
vinculantes y las ILP formen parte destacada de un nuevo ordenamiento jurídico
tras un proceso constituyente.
6. Una candidatura que combata la violencia machista y defienda el derecho de las mujeres sobre
su propio cuerpo y, por
lo tanto, el derecho a decidir si quieren interrumpir o no su embarazo. Y que
defienda asimismo la libertad de orientación e identidad sexual contra toda
forma de discriminación y homofobia. Una candidatura por el inquebrantable
derecho a ser y amar como se quiera.
7. Una candidatura que apueste por un cambio de modelo productivo
que esté al servicio de las personas a través de una reconversión ecológica de la
economía, por la
nacionalización y socialización de las empresas energéticas y por la soberanía alimentaria.
8. Una candidatura que defienda los derechos de ciudadanía para
todos y todas y exija la derogación
de las leyes de extranjería. Una candidatura para un país donde
todas y todos seamos ciudadanos y nadie sea invisible, presa de la
sobreexplotación, la persecución o la marginalidad por la xenofobia
institucional.
9. Una candidatura que
rechace las intervenciones militares, que defienda la salida de la
OTAN y sea firme defensora de las relaciones solidarias entre los pueblos.
10.Una candidatura que sea el resultado de un proceso participativo abierto a la ciudadanía, en la elaboración
de su programa y en la composición de la lista paritaria, basada en los
criterios de presencia de activistas sociales, políticos y culturales, con rotatividad de cargos e
ingresos equivalentes al salario medio. Una candidatura con compromiso
de transparencia y rendimiento de cuentas, cuyos recursos financieros sean
independientes de la banca privada y de los “lobbies”.
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