Por los difuntos Marqués de la Bragueta y Marquesa
de la Braga.
Nuestros siempre amadísimos
amigos terrícolas, seguimos como hace tiempo, con festejos de toda índole en
este Paraíso. Raro es el día en el que no se festeje la llegada de hombres,
mujeres, ancianos y niños que se hicieron acreedores a un lugar en la Gloria
Celestial por su ejemplar vida en la Tierra.
Mires para donde mires
siempre vemos a seres maravillosos cantando, riendo, dando cabriolas y contagiando
su alegría a los demás. También a oradores que en cualquier momento hacen un
alto y hablan, siempre para ensalzar y dar gracias al Todopoderoso.
En uno de esos grupos
pudimos reconocer a Abrahán y a Jacob, a María Magdalena, a Abel, a Dimas, y a
su lado a Juan Pablo II, a Isaac Newton, a Pablo de Tarso, a Pasteur, a Galileo
Galilei, a Moisés, Miguel Ángel,
Velazquez, Ribera, Salvador Dalí, Pablo Picasso y Agustín de Hipona que, cada
uno en su idioma, hablaban y eran entendidos por todos.
Pudimos comprobar que Martin
Luther King seguía hablando y nos decía:
Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los
perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos. Hemos aprendido a
volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el
sencillo arte de vivir como hermanos.
Vimos como era vitoreado por
Isabel la Católica, Abraham Lincoln, Henry Ford, Manuel de Falla, Marcelino
Menéndez y Pelayo y Alberto Hurtado, fundador
del Hogar de Cristo, que destacó por su incansable lucha por los más
desfavorecidos. Luego escuchamos de nuevo a Gandhi, que decía: No hay camino para la paz, la paz es el camino. Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo. Y Sigmund Freud
que dijo estas palabras: La ciencia
moderna aun no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo
son unas pocas palabras bondadosas.
Y también volvimos a
escuchar a Gandhi, diciendo: El hombre
no posee el poder de dar vida. No posee tampoco, por consiguiente, el derecho
de destruirla. Sostengo que cuanto más indefensa es una criatura, más derechos
tiene a ser protegida por el hombre contra la crueldad del hombre.
Acto seguido vinos a El Cid,
a Fray Luis de León, a Juan de la Cruz, a Teresa de Jesús y Antonio Gaudí aplaudir
ostentosamente a los oradores. Y en otro lugar, entre hombres y mujeres
ejemplares, pudimos ver al Padre Llanos, el jesuita que cambió la camisa azul
por la roja, que en el barrio obrero del Pozo del Tío Raimundo dejó su impronta
de hombre dedicado a los más desfavorecidos, al que le dedicaron una placa en
la que se puede leer: José María de
Llanos vino al Pozo camino de Dios, tropezó con el hombre y de su mano llegará
a Él. Y al cura mexicano Padre Trampitas, que dedicó toda su vida a los
presos, a Francisco García Salve y a Mariano Gamo, curas obreros. Y a su lado a
José María Escrivá de Balaguer y a Pedro Arrupe.
Nos causó auténtica alegría
ver juntos, cogidos del brazo y mirándose a los ojos a Diego e Isabel, los
Amantes de Teruel, y a su lado, haciendo lo mismo, al Tío Frasquito (el Chato
de Capagrana) y a la Tía Paca (La Pacosa); al Tío Pepe (el Chepa del Molinillo)
y a su lado la Tía Encarna (la Bienparida); a la Tía Matilde (la Morena de la
Copla) y a su esposo, el Tío Manolillo (el Gordo de las Papas), y a Dolores (la
Chisma) y a Joaquín (Chinorro), que llevaban de la mano a su pequeña hija María
Jesús y que los acompañaba su querida amiga María y su esposo Pepe (Tamar),
llevando de la mano a una bisnieta.
En otro grupo pudimos ver al
hombre bueno y generoso que fue Antonio Molina del brazo de otro ser ejemplar:
Juanito Valderrama.. La Banda y el Coro seguían a lo suyo, a tocar y a cantar
bellas canciones y sinfonías, aleluyas, oberturas y canciones populares del
Cielo que contribuyen a la paz del Alma, porque para eso están y por esas Almas
cantan y tocan.
Queridos amigos, quisiéramos
poder trasladaros, aunque fuese un ápice de momento, la dicha que inunda todo
nuestro ser cuando, sentados sobre el musgo, escuchamos la interpretación de alguna
sinfonía o canción popular. La sensación de paz y bienestar es el único
alimento que precisamos y todo eso lo tenemos en abundancia.
De vez en cuando se hace el
silencio, sin que nadie lo ordene, y se escucha a Dios. Miramos para donde se
supone que debe estar y vemos una nube blanca, impoluta, refulgente y una voz
potente, armoniosa, clara y dulce que nos dice: AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS AMO. DA COMIDA AL HAMBRIENTO Y
AGUA AL SEDIENTO. VISTE AL HARAPIENTO Y ACUDE EN AYUDA DEL ENFERMO QUE NECESITA
CUIDADOS. SOIS MI REBAÑO Y ME CONGRATULO DE SER VUESTRO PASTOR. MI HIJO
BIENAMADO OS BENDECIRÁ LO MISMO QUE
HAGO YO.
Recibimos una sensación de
bonanza tan especial que es imposible de reseñar; acto seguido volvieron la
Banda y el Coro a deleitarnos con sus maravillosas interpretaciones.
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