CHOCHOS, PIJOS Y PESPUNTES. (32)

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MIS AÑORADOS Y SIEMPRE RECORDADOS AMIGOS, ADMIRADORES Y SEGUIDORES DE MIS POEMAS RIPIOSOS, ERÓTICOS Y CACHONDOS.
NO QUEPO EN MI PELLEJO DE LA ALEGRÍA TAN GRANDE QUE INVADE MI CUERPO. ME ACABAN DE COMUNICAR QUE UNO DE LOS DESAFORADOS ENEMIGOS DE MIS VERSOS, QUE APARTE DE BOBO ES MÁS FEO QUE UN TIRO DE MIERDA, LAS HA DIÑADO, SE QUEDÓ MÁS TIESO QUE MI PIJO ANTES DE FOLLAR CUANDO LEYÓ LA MULTITUD DE AGASAJOS, NOMBRAMIENTOS Y RECONOCIMIENTOS DE QUE HE SIDO OBJETO.
Y PARA QUE SE JODA MÁS VOY A RESEÑAR LOS ÚLTIMOS RECIBIDOS. TUVE QUE TRASLADARME A LA HERMOSA VILLA DE SOTILLEJOS DE SALSIPUEDES PARA RECOGER EL NOMBRAMIENTO DE SALCHICHERO MAYOR DE LA COMPARSA DE LA SALCHICHA MORENA; LUEGO FUE EN LA CIUDAD DE ALCARACEJOS DE LOS MOÑIGOS, DONDE ME HICIERON TRANSPUNTE PUNTERO DE LA HERMANDAD DE LOS TALABARTEROS. Y POR ÚLTIMO, EN EL CONCEJO DE VILLAVIEJA DE LOS APAREJOS FUI INVESTIDO CABALLERO CABALLISTA DE LA COFRADÍA DE LA GUARDIA CIVILERA.

CHOCHOS, PIJOS Y PESPUNTES. (32)

Por el Marqués de la Bragueta.

¡Señor de los Salchichones, Patrón de la Perra Chica! Cuando el chaval se la pica se le escaldan los cojones. En la casa donde habito tengo otras doce vecinas, las folladoras más finas, las que buscan buenos pitos. A las doce me he tirado y lo juro por mis chaches que no hice cambalaches porque las follé encamado. La primera que cayó fue una rubia platino que la tía tenía el chumino más rico que un chuletón. La segunda era pecosa, simpática y guapetona, que la cogía llorona porque era muy celosa. Tenía más pecas que pelo y hasta incluso en la pepita las tenía en comandita, pero siempre estaba en celo. Nada más meterle el tocho me cogía muy fuerte el culo y yo, haciéndome el chulo, follando hablaba en panocho. En el primero vivía una chavala morena, de las que te quitan penas y follando enloquecía. Un bosque tenía en el coño, de pelo negro y rizado, que te dejaba asombrado porque parecía un madroño. Cuando la tía se corría gritaba y pataleaba, las uñas me las clavaba y al terminar me decía: Qué a gusto follo contigo porque con tu hermosa polla, larga y gorda cual cebolla, que me sabe a pan de higo. Estuve con estas tres un mes con cada una de ellas y entre cocido y paellas, en Ayora y Jarafuel, mi bolo quedó sin piel y el cielo con mucha estrella. Un Galeno me lo vio y al verlo se santiguó, de pomada lo empapó y con gasas lo envolvió hasta que el pijo sanó.

Cuando tuve el pijo a punto me follé a la del segundo, que era una tía con mundo, muy experta en este asunto. La del tercero era coja pero con cuerpo de diosa, con una cara preciosa y estaba de pan y moja. La cojera no impedía que en celo siempre estuviera y pedía que la jodiera a todas horas del día. En el cuarto había una nena tan negra como el carbón, pero tenía el almejón más grande que una alacena. Como no hablaba español por señas la camelé y cuando la empitoné un pedo se le escapó. Y es que no estaba estrenada y al romperle la membrana sangró como una marrana y la sábana manchada. En el primero vivían una bella japonesa y una chavala francesa que la polla me pedían. Hicimos cama redonda y a las dos me las follé, después tomé un tentempié y les di sopas con honda. Me quedaba la del quinto, una joven divorciada que después de ser follada se fumaba un mataquintos. La única de las doce que había sido follada y que estaba preparada para hacer del polvo un goce. Los doce meses del año, seis días a la semana, follando en tarde y mañana me tiré a todo el rebaño. Pero un día lo decidí y a todas las invité a follar en Estoril, bello pueblo portugués, y con las doce me fui. Cada día me follaba a tres de las jovencitas y a las tres yo les quitaba el sostén y las braguitas, la pipa se la chupaba y les lamía sus rajitas. Del pezón a la pepita, pasando por el ombligo, chillaban como la Chita con mi nabo de testigo.