Poemas ripiosos eróticos-irónicos-festivos (LIII)

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COMENZÓ A LOS DIECIOCHO. (1ª parte)
Para nuestra amiga la Marquesa del Felpudo.

Por el Barón de Bolo Gordo y la Baronesa de la Raja Grande.

Entre los doce y trece años tenía la hija mayor del matrimonio cuando observó que le sangraba el coño y la braga de rojo se teñía. Se llevó un susto de aquí te espero porque su madre nunca la informó que pronto le sandría del almejón algo desagradable y puñetero. Se metió en el aseo y se lavó, se puso una toalla en la rajita y como aun era una jovencita le dio vergüenza y no lo comentó. Le salió un granito en la barbilla y la temperatura le cambió, el chocho muy a menudo se lavó y se toqueteó la pepitilla. Varias veces al día se lavaba sentada en el vidé del escusado y el calor del agua y el frotado un gustazo del chocho le llegaba. Se dio cuenta que encima de la raja tenía una capucha con gusano, la frotó con los dedos de la mano y así se hizo su primera paja. El gusto le llegó a los parietales, quedando satisfecha y relajada, y de noche, en la cama espatarrada, se volvió a acariciar los genitales. La nena se picó en el pajoteo y a diario le daba caña al mono, sirviendo al desarrollo como abono como a un pino puesto en el Pirineo.

Cierto día su madre la observó y entendió que la regla había bajado, le pidió que se sentara a su lado y ella muy sumisa obedeció. La madre preguntó si le salía sangre por el lugar donde meaba diciéndole que sí, que se lavaba y un trapo en el chumino se ponía. Pues a partir de ahora y cada mes varios días te sangrará el chochete y si un joven te agarra y te la mete pues puede que te haga un churumbel. No consientas que un chico te conquiste y te bese en la boca apasionado, porque al momento estará empalmado y querrá para el pájaro el alpiste. Si se pone pesado y cabezón y se lleva la mano a la bragueta, al tiempo que te agarra alguna teta, le pegas en la cara un bofetón. Le dices que se lo meta a su hermana, que nunca follarás siendo menor y que lo harás cuando seas mayor con el hombre que a ti te de la gana. Y cada mes la misma cantinela cuando compresas con alas le pedía y su madre siempre le repetía: Que al chocho no le falte el centinela. Pero la nena seguía con lo suyo, sobándose la pipa tarde y noche, haciendo con los dedos un derroche y soñando con hermoso capullo.

Utamaro Katsushika Hokusai

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