Por los difuntos Marqués de la Bragueta y Marquesa
de la Braga.
No se cansó de
sonreír y agradecer tanto halago, tanto aplauso; nos parecía
mentira que, a pesar de su avanzada edad, aguantara un milenio
caminando, arropado por mujeres y hombres que, en cientos de idiomas,
lo agasajaban constantemente.
Si, queridos y por
siempre amados lectores terrícolas. Vamos a seguir relatándoles los
miles de actos que se están celebrando en este Paraíso por la feliz
llegada de Nelson Mandela.
Es prácticamente
imposible que podamos decir cuantos millones de almas se congregaron
para aplaudir, vitorear, ensalzar y alabar a este hombre tan
singular. A este paradigma del AMOR, LA
FRATERNIDAD Y LA GENEROSIDAD.
Cada trecho, entre
parterres, bellos y frondosos árboles y toda la flora celestial se
hacía una parada para que un personaje hablara. Lo hizo, en primer
lugar el Papa bueno, Juan XXIII, que estuvo quince horas seguidas
hablando encomiablemente de Mandela.
Con su oronda figura
y cara de bonachón, disertó sobre muchos asuntos y dijo que la
ideología comunista no le había impedido a Nelson ser grande y
eficaz, que las ideologías no deben impedir el AMOR AL
PRÓJIMO y él lo había demostrado amando
hasta a sus carceleros.
Y siguió diciendo:
Jesucristo amó más que nadie y ofrendó su
vida por todos sus hermanos. Despotricó del poderoso, del infame
avariento y echó a latigazos a los mercaderes del Templo. Fue el
primer socialista de la Historia de la Humanidad. Y murió
crucificado.
Es por todo eso
que nunca debes vacilar en tender la mano, nunca titubees en aceptar
la mano que otro te tiende. La justicia se defiende con la razón y
no con las armas. No se pierde nada con la paz y puede perderse todo
con la guerra. Los hombres son como el vino, algunos se convierten en
vinagre, pero los mejores ganan con el tiempo.
Enormes aplausos
recibió este gran hombre al finalizar su disertación.
Luego tomó la
palabra la Madre Teresa de Calcuta, el ángel de la misericordia, que
representa el rostro más humano y comprometido del cristianismo, que
ensalzó a Mandela poniéndolo como ejemplo de
amor a su prójimo, enfrentándose sin miedo a los poderosos y
avariciosos. Que fue maltratado, injuriado, vapuleado y encarcelado
durante casi media vida y salió
de la cárcel sin odio ni rencor.
Y dijo: Nuestros
sufrimientos son servicios bondadosos de Dios, llamándonos para que
nos volvamos a Él.
El fruto del
silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto
de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del
servicio es la paz. La paz comienza con una sonrisa.
Si no se sirve
para los demás, la vida carece de sentido. El que no vive para
servir, no sirve para vivir.
¡Qué estampa,
queridos amigos, la que representaban las figuras de Juan XXIII junto
a Teresa de Calcuta y Nelson Mandela! Una a la derecha y el otro a
la izquierda del Papa bueno. La orondez y la escualidez eran la
amalgama de la bondad y del amor.
Acto seguido
intervino un coro formado por unos cinco mil ángeles y una banda
integrada por diez mil ángeles y querubines músicos, que
interpretaron durante cinco semanas seguidas melodías, sinfonías y
canciones populares celestiales con instrumentos insólitos que
arrobaba los sentidos.
Los millones de
espectadores, sentados sobre el musgo, cantaban, cada uno en su
idioma, las letras y, aunque parezca increíble, parecía una sola
voz, armoniosa, bella y sublime que enajenaba los sentidos.
Vamos a finalizar,
amados nuestros, para no hacer muy extenso este mensaje. Seguiremos
en otro relatando lo dicho por los que después tomaron la palabra
para seguir homenajeando a Nelson Mandela.
No es necesario
decirles que nosotros ni nos acordamos de nuestra vida en la Tierra.
No hay comparación posible porque allí todo es engaño, mentira,
estolidez, latrocinio, puterío y cabronadas.
Mientras aquí
solamente se respira BONDAD, GENEROSIDAD Y
AMOR POR TODOS LADOS. AMA Y PERDONA PARA SER
PERDONADO.
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