CHOCHOS, PIJOS Y PESPUNTES. (29)

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¡AY! SEÑOR, PARECE MENTIRA QUE EN ESTA ESPAÑA DE LAS AUTONOMÍAS, DONDE TANTO SINVERGÜENZA HA AFLORADO, TAMBIÉN HAYAN APARECIDO MEAPILAS, SANTURRONAS, SOPLAGAITAS Y ATONTADOS A LOS QUE MIS VERSOS RIPIOSOS LES SIENTA PEOR QUE UN CUENCO DE CICUTA.
ME ACABAN DE DECIR QUE SE HAN REUNIDO EN LAS FALDAS DEL CASTILLO UN GRUPO DE GENTE PARA DECIDIR LO QUE VAN A HACER CONTRA MI PERSONA Y CONTRA MIS VERSOS. UNOS HAN PROPUESTO QUE SE ME AFEITEN LOS HUEVOS, OTROS ARRANCARME EL BIGOTE A PELLIZCOS Y UNA, QUE CREO QUE ES BIZCA Y CHEPADA, QUE ME CORTEN EL PIJO EN RODAJAS Y SE LAS ECHEN A UN GATO HAMBRIENTO.
QUE VENGAN SI TIENEN COJONES, QUE LOS ESPERO EMPALMADO Y CON EL NABO AL AIRE PARA DEFENDERME.
Y PARA QUE SE CHINCHEN LES DIRÉ QUE NO PARO DE RECIBIR AGASAJOS Y HONORES, ENTRE LOS ÚLTIMOS ESTÁ EL DE INSIGNE TESTAFERRO DE LA COFRADÍA DEL PIJO AGRIETADO; EL DE MANIJERO MAYOR DE LA HERMANDAD DEL PEÓN CARNICERO, Y EL DE ILUSTRE PREGONERO DE LA ORDEN DEL CALZÓN QUITADO.

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CHOCHOS, PIJOS Y PESPUNTES. (29)

Por el Marqués de la Bragueta.

Harto el perro de lamer un chumino sin lavar le entró como una apatía y ya no quiso el manjar. Sin hacer caso a su dueña se tendía sobre la alfombra tan triste y alicaído que ya no era ni su sombra. Y ella empezó a preocuparse por la actitud del mastín pues si le acercaba el chocho huía a su cuchitril. Sin salir de la perrera permaneció casi un mes perdiendo unos cuantos kilos por no comer ni beber. Para un reconocimiento lo llevó al veterinario encontrándolo empachado por lamer chocho a diario. Y el tío de la bata blanca la miró de arriba abajo y como estaba tan buena le dijo, con desparpajo: Deja la lengua del perro, que solo te lame el chocho, y búscate un pijo duro, gordo y largo como un tocho. Y si no quieres buscar mira lo que tengo aquí, y le mostró su vergajo que era porra de alguacil. Tenía veinticinco años y nunca había visto un nabo, y el facultativo dijo: Si lo quieres, te lo clavo. Con la cabeza asintió y se echó sobre la mesa, quitándose en un momento pantalón, braga y compresa. Y le dio el veterinario un pollazo tan certero que la muchacha chilló al abrirle el agujero. Pero a los pocos minutos jadeaba enloquecida y al terminar de follarla se mostró muy agradecida. Porque entonces supo ella lo que un pijo puede hacer, propiciándole placeres mejores que un fox-terrier. Y desde aquel mismo día la folló el veterinario en la clínica o en casa, por la tarde y a diario. En cada sesión le echaba un par de polvos señeros, debajo o a cuatro patas y por los dos agujeros.

El facultativo fue quien la folló diariamente durante unos cinco años, como un macho competente. Pero suele acontecer, y de hecho así sucede, que follar siempre a la misma produce hartazgo y te puede. Y estando en la cama un día, después de echarle un calmante, dijo que no volvería, que se buscara otro amante. Ella empezó a sollozar, suplicando que siguiera follándola a bolo suelto en la cama y en la estera. Pero él se negó en redondo alegando estar cansado y además porque su pijo tenía el glande desollado. Pues si quieres te la chupo, le dijo ella mimosa, mientras le sale la piel a esa picha tan preciosa. Él se mantuvo en sus trece y dejó de visitarla, y ella se fue a conquistar a quien quisiera follarla. Y encontró a un macho nervudo, que solo tenía una ceja, pero que tenía la polla como el rabo de una oveja. Cada vez que la metía se le arrugaban las uñas pues follando era una bestia, aunque no tenía pezuñas. Cuando lo veía desnudo la herramienta le miraba y comenzaba a rezar hasta que la colocaba. Y una vez el pijo dentro se le cortaba el resuello pues le llegaba al ombligo y se le torcía el cuello. Si se ponía a cuatro patas o encima y hasta debajo, los pelos se le erizaban cuando le metía el vergajo. Y un día se puso a pensar y del terrier se acordó, después del veterinario y ahora de el del pollón. Y dijo estando encamada: Soy muy afortunada, comencé con lengüetazos y seguí con pijotazos, pero ahora tengo arañazos de aguantar los vergajazos. Y aunque estoy echa pedazos aguantaré como pueda para ser siempre follada, sin pagar ni una moneda, hasta que quede preñada.