¿NO SERÍA MEJOR PERDONAR Y OLVIDAR?

Por Armando Gresca y Lío.

Señor don Ubaldo Doñate: vengo escuchando por todos lados y desde hace algún tiempo tanta insensatez, tanta mentira con los asesinados por un bando, pero no del otro, que me rebelo porque hay quien no quiere que se olvide y siguen insistiendo en que hay que llevar ante los Tribunales a los que cometieron tamaña barbaridad.

Hace ya más de 30 años que los políticos quisieron pasar página y aprobaron una Ley de Amnistía para todos los que estuvieran involucrados en crímenes de guerra. Creo que fue una decisión acertada porque había que hacer una España sin resentimientos, sin odios y olvidar porque todos tenían muertos dentro del armario. Pensaron, y con razón, que la mierda cuando más se menea más huele.


Pero un Juez estrella, sin tener competencias para ello, se empeñó en sentar en el banquillo a los responsables de los asesinatos en la posguerra, aún sabiendo que todos están bajo la tierra.

Ahora el que se sienta en el banquillo es él y se ha liado la marimorena, y aquellos que no quieren olvidar lo apoyan y se manifiestan pidiendo que no lo castiguen, o sea, que no le hagan culpable por entrometerse donde no debía. Señor mío, ante la Ley todos somos iguales y si alguien delinque se le juzga y santas pascuas.

Y no me salga diciendo que hablo así porque debo pertenecer al bando que ganó; que se equivoca de pe a pa. Pertenezco a una familia de izquierdas, socialistas de los de antes, de los que podían pregonar su honradez a voz en grito, que no fueron molestados al término de la guerra por los ganadores porque eran bien conocidos por sus virtudes morales y cívicas. Trabajadores con las manos encallecidas y honrados a carta cabal.

Y yo soy un “niño de la guerra”, lo que la mayoría de esos manifestantes no lo son, y sufrí en mis carnes la guerra y la posguerra; me robaron a mis padres, a una hermana, una herencia y hasta las ganas de vivir. Con 18 años tuve que ser cabeza de familia y, a la falta de trabajo y de bienes de fortuna, le tenía que unir un hermano 2 años menor que yo; y todo eso me sucedía, como he dicho, en los primeros 18 años de mi vida, cuando hacía algo más de un año que habían desaparecido las cartillas de racionamiento.

Pero no siento odio hacia nadie, ni a los que trajeron la guerra por no querer dialogar -los políticos de todos los colores de los años 30- ni a los que en la posguerra trajeron hambre, miseria y enfermedades.

Ninguno de los que ahora gritan y se manifiestan por las calles y plazas portando pancartas en contra del régimen franquista, no dicen nada de lo que pasó en Paracuellos del Jarama, en la Cárcel Modelo de Madrid, en las checas o en muchos pueblos de la retaguardia, donde se asesinó por el “delito” de ser creyente, de derechas o por haber trabajado con un señorito.

La mierda, señor mío, se expandió por todos lados, todos fueron culpables de que España se quedara sin aliento. Tan canallesco es lo que sucedió en Badajoz como lo que se hizo en Paracuellos, pero todos, o casi todos, los responsables están criando jaramagos.

Dejemos que el silencio tapone las heridas y no movamos más la mugre. Nos dignificamos perdonando y, aunque resulte difícil, olvidando.

Yo heredé una Nación empobrecida, triste y malsana y le dejo a mi hijo otra que no se parece en nada a aquella, y quiero que mis nietos no sepan jamás que su abuelo no tuvo infancia ni juventud por culpa de una camada de insensatos, de mente obtusa.